No te perdono, porque también tuve miedo.

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Una lechuza de color ocre se detuvo frente a la ventana y dio dos fuertes picotazos contra el cristal. El patriarca Malfoy, Abraxas Malfoy, abrió la ventana de su despacho y aceptó la carta con el sello rojo, y agradeció a la lechuza con algunas golosinas, la cual al terminar de comer, se fue.

Ese día la Familia Malfoy y la Familia Black recibieron la carta de aceptación al internado Hogwarts.

Y como se esperaba, el primero de septiembre, ambos herederos junto a Narcissa Black asistieron al andén 9 ¾ para tomar el tren de color rojo. Después de una corta despedida, los tres jóvenes subieron al tren y se asentaron en un mismo camarote.

Con un fuerte pitido, la máquina de vapor da el aviso de que es hora de irse. Y los padres que se quedaron en el andén en la espera de ver partir a sus hijos, alzaron sus brazos en un gesto de despedida. Para sorpresa de Lucius, su padre asintió con la cabeza como despedida; por otro lado, Sirius sacó su cabeza por la ventana y gritó a su madre y a su pequeño hermano, Regulus Black, que los vería en diciembre. Walburga apretó sus labios con fuerza creando una apretada línea ante el vulgar comportamiento de su hijo.

Y sin más el tren comenzó su viaje hacia la vida adulta.

A mitad del camino, después de que la señora de las golosinas pasará, Sirius decidió ir a hacer un recorrido y conocer a los otros niños. Lucius hizo una mueca y comentó que ese no era el actuar de un heredero sangre pura, por el contrario, Narcissa alentó a su primo a que fuera de aventura. El rubio observó con sorpresa lo dicho por su prometida.

No te despeines, Lu. Solo haré un recorrido rápido, y si encuentro a la señora de las golosinas te traeré una rosa de gelatina. — dijo Sirius antes de cerrar la puerta y salir del camarote.

Fue después de pasar un segundo túnel que Sirius volvió a aparecer y, como le había prometido a Lucius, le trajo la rosa de gelatina. Lucius quería preguntarle a su amigo en dónde había estado, pero Narcissa se adelantó y señaló hacia la ventana.

—Es Hogwarts—anunció y los dos jóvenes giraron sus miradas hacia el cristal para ver el imponente castillo levantándose a la distancia.

El tren no tardó mucho en detenerse en el andén y con un gesto de su mano, Sirius salió como un bólido del camarote, perdiéndose de la vista de los rubios. Lucius resopló por la forma de ser de su amigo y Narcissa solo río por la energía inagotable.

Los rubios descendieron del tren después de que el resto de emocionados niños bajarán, al entrar al andén vieron a un hombre de inmensa estatura y de barba espesa que gritaba la salida del último bote. Lucius y Narcissa se apresuraron a subir y dieron un saludo cortés al otro niño de apariencia lúgubre que los acompañaba en el bote.

¿No hay más niños? Es el último bote, si alguno se queda deberán regresar a Londres. -- preguntó el gigante al pasar por las ventanas de los vagones, pero al no ver a más niños, fue hacia el bote y se subió.—¡Muy bien! Manos adentro y alejense de los bordes del bote o pueden caerse. Ahora sí, ¡Vámonos!

Con un empujón de su pie, el bote se alejó del puerto y comenzaron a navegar sobre un lago de aguas oscuras. Hagrid, como se había presentado el gigante, dijo que ese inmenso lago de llamaba Lago Negro y su nombre se debía a lo profundo y misterioso que podía ser.

Al llegar al puerto subterráneo, Hagrid los despidió y los tres niños subieron las escaleras para después seguir el camino que los alumnos que se identificaron como prefectos les señalaban.

Mientras caminaban, Lucius trató de buscar a Sirius entre el mar de niños, pero solo pudo ver a dos niños con el mismo tipo de cabello. La muchedumbre se detuvo frente a unas altas puertas de madera y frente a estas, una mujer con sombrero de punta se hallaba de pie.

El secreto de Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora