Capítulo treinta y cinco: ¡Yo, soy su novia!

33 3 0
                                    

Dalma

  Desperté sintiendo mi cuerpo adolorido, pero con solo recordar el porqué, mis labios sonríen, en mi cuerpo quedo las marcas de la noche más maravillosa que pude haber tenido, poco a poco me fui deshaciendo del agarre que tenia en mi cintura, si fuera por mi me quedaba ahí todo el día, no sé si Daemon tiene el sueño pesado o soy muy habilidosa para escaparme, en cuanto pude salir de la cama, tomé una sabana y me envolví, me dirigí al baño y comencé a inspeccionar mi cara, me veía fatal, me lave la cara, me arregle el cabello y busque un cepillo nuevo, me quería bañar así que no lo dude y me di una ducha rápida una que ni se podrá contar como ducha, al salir ise lo que siempre quise hacer, cuando lo veía en las película siempre decía un día lo haré, me coloque la camisa de Daemon, puede que sea algo simple y sin sentido que tranquilamente podría comprar una camisa en algún local, pero no sería lo mismo que usar la camisa de ese alguien especial que tiene su aroma impregnado, aroma que ya me encanta, salí en puntilla de pie, viendo por última vez a Daemon que aún duerme o se hace, no sé.

  Llegue hacia la cocina y como si fuera mi casa comencé a buscar algo que comer, por alguna razón esta mañana tengo mucho apetito, raro porque a veces en la noche no ceno y al otro día con algo suave y liviano ya estaba lista, pero hoy siento que necesito más que algo liviano.

  Revisé la alacena y había poca cosa. En la heladera igual, juntando todo, salió una ensalada de fruta que consistía en una banana y una manzana, luego café con leche más unas tostadas con manteca, bastante bien para mí, espero que también para Daemon.

  Estaba terminando de hacer las tostadas cuando una canción vino a mi cabeza, una de que Mora se la paso cantando y ahora quedo en mi subconsciente dando vuelta, y como si nada comencé a tararearla.

  —Mmm, qué maravilloso es despertar con un desayuno calentito y tu dulce voz.

  —Lo siento, te desperté, ya no cantaré más.

  —Todo lo contrario, puedes cantar más, esa canción es bonita, ¿cómo se llama? Podría ser nuestro tema, o ¿sería algo raro?

  —La canción Se llama cuando me enamoro, no creo que la conozcas.

  —Qué coincidencia que se llame así, ¿no crees?

  —Coincidencia nada más, ya está listo el desayuno, no sé si sea de tu agrado.

Mientras ella terminaba de ordenar, Daemon la veía vistiendo su camisa y en su mente solo quería desvestirla de nuevo.

  Se sentaron y entre miradas y sonrisas cómplices devoraban su alimento, poco después se cambiaron y casi a regañadientes se dirigieron al trabajo, ambos llegaron al trabajo y disimulaban el hecho que pasaron la noche junto, ninguno podía borrar la sonrisa de sus rostros.

Hasta que al ser el medio día llega una mujer bastante guapa y grosera a la empresa.

  Entro como si el lugar le perteneciera y, con pasos firmes, se dirigió hacia la oficina de Daemon. Eunice la dejó pasar evitando problemas, pero Dalma no y la detuvo de forma abrupta ganándose una mirada despectiva.

  —Disculpe señorita, tiene cita, primero tengo que anunciarla.

  —Yo no necesito ser anunciada, permiso Empleada —dijo prepotentemente

  —Voy a insistir.

  —¿Cuál es tu nombre? —pregunta de la nada y en tono enojada.

—¿Mi nombre?

—Si, quiero saber a quien voy a despedir, ya dime tu maldito nombre.

  —Dalma.

  —¿Dalma? Así que tú eres la famosa Dalma —dice con una media sonrisa y viéndola de arriba a abajo. —Qué decepción.

  Y sin más abrió la puerta entrando a la oficina y detrás fue Dalma para intentar detenerla. Daemon al escuchar la puerta abrirse levantó la mirada y con una sonrisa recibió a la invitada, aunque no se esperaba a aquella inoportuna mujer, su sonrisa poco a poco se fue borrando.

  Ninguno de los tres hablaba hasta que una risa falsa se escuchó de la mujer recién llegada y aprovechó para tirar un poco de su veneno.

  —Cariño, esa tipa no me dejaban entrar —dice en modo dulce e inocente.

  —¿Que haces aquí? te he dicho que ya no te quiero volver a ver.

  —Amor soy tu prometida, primero despide a tu asistente y hablaremos, puede ser ahí en tu escritorio.

  —Ella no irá a ningún lado, aquí la que se va eres tú.

  —¿Yo?

  —Sí, tú. —dijo esta vez Dalma que se encontraba en silencio.

  —¿Y quién te crees que eres tú?

  —Yo...

  En eso miro a Daemon y recordó una conversación que tuvo unas horas antes.

  «—¿Ahora me dirás por qué no podías dormir? Para que a ti algo te quite el sueño debe ser grave. —preguntó Daemon mientras le acariciaba el cabello.

  —Es mi padre, no quiero hablar de él ahora, ¿y vos? ¿Cuál es el nombre de tu insomnio?

  —Yamiil

  —¿Yamiil? ¿Y quién es? —se incorpora y lo ve para no perder ningún gesto.

  —Es mi ex, esa que me engaño, ahora vuelve fingiendo demencia, creyendo que aún somos parejas y peor aún que estamos comprometidos, ya le he dejado en claro que no somos nada pero sigue insistiendo.

  —¿Aún te gusta?

  —Por supuesto que no, solo me molesta su actitud, y algo más, pero dejémoslo ahí, no quiero destruir nuestro momento.»

  —Yo soy la novia y no una descarada que después de engañarlo con otro dice que fue un desliz y ahora después de mucho tiempo vuelve como si no hubiera hecho nada, mala persona, tanga floja.

  —Cómo te atreves —ya había levantado la mano para abofetearla, pero Daemon la detuvo.

  —¡Vete! Y nunca, escuchame nunca intentes levantar la mano a Dalma, ahora ya vete.

  Con la rabia saliendo de cada poro de su cuerpo, dio media vuelta en dirección a la puerta, pero antes los volvió a mirar y a ella con más rabia que antes, como se sujetaba a su brazo y Daemon la rodeaba por la cintura.

  Salió dejando un sonido sordo cuando agitó la puerta con toda la fuerza posible.

Autora: Danna
Univers

El Ceo Que Compró Mi Virginidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora