Después de nuestro pequeño escape a la feria, no tardamos en regresar a nuestra aburrida rutina de levantarnos, ir a la preparatoria, ser castigados por las idioteces de Josh y regresar a casa.
Continuamos así durante toda la semana hasta que, sin darme cuenta, ya era sábado por la noche. El problema era que esta vez no era cualquier sábado, era EL sábado. En otras palabras, la noche antes del día mundial de estar solo en casa comiendo helado y viendo películas: San Valentín.
Para algunos, el catorce de febrero era un día especial; pero para mí, solo se trataba de otro día festivo que alguien inventó para alentarnos a comprar cosas.
Irónicamente, esta vez había algo que no me permitía pensar así. Ahora tenía un compromiso con Alex, no solo porque era mi novia falsa, sino también porque había arruinado nuestra primera cita y tenía que compensárselo de alguna forma.
Por ese motivo, me encontraba recostado en mi cama con la mirada perdida en algún lugar del techo. Giraba mi celular en el aire tratando de idear alguna forma para hacer el día especial. De repente, el sonido de una puerta abriéndose interrumpió mis pensamientos.
—¿Qué haces despierto todavía? —preguntó mi padre, asomándose a través de la rendija de la puerta.
—Nada... —respondí frunciendo el ceño.
Revisé la hora solo para darme cuenta que ya pasaba de media noche, ¿en qué momento se me había pasado volando el tiempo? Ahora entendía el porqué de la presencia de mi padre.
—Hijo... No es necesario ser un genio para saber que algo te pasa, no es como que sea lo más normal del mundo encontrarte viendo al techo a altas horas de la noche.
Su tono sarcástico era algo que muy pocas veces escuchaba, el trabajo lo mantenía demasiado tiempo alejado de casa.
—No es importante, es solo que... mañana es San Valentín y quería hacer algo para alguien especial.
—Te refieres a esa chica, ¿Alexandra? —Alcé una ceja sorprendido, no sabía que mi padre estaba al tanto de la situación—. Tu madre me dijo que te gustaba, ¿es cierto?
—Algo... —murmuré tratando de ocultar mis emociones, se sentía raro que mi padre me preguntara ese tipo de cosas.
—¿La quieres? —preguntó de nuevo.
¿Acaso no comprendía lo incómodo que resultaba para mí hablar de eso con él?
—No... No lo sé... —respondí dudoso—. Ella es una chica genial, pero... no quiero confiarle mi cariño a una persona. Tengo miedo de enamorarme —confesé.
Mi voz sonaba demasiado quebradiza, apreté los puños con fuerza y mejor decidí quitar la vista de los ojos de mi padre
—Daniel... No mientas —habló, para luego cruzar la puerta hacia dentro de la habitación—. No puedes tener miedo de enamorarte si ya estás enamorado...
—¡No estoy enamorado!
—Miéntete las veces que quieras, pero ambos sabemos que si lo estás. Y no lo digo solo por la hoja de papel llena de corazones que encontré en la basura esta mañana, lo digo porque sigues despierto a las doce de la noche tratando de idear una forma de hacerla feliz.
—¿Revisas mi basura? —pregunté atónito ante su confesión.
—¡Ese no es el punto! —respondió tartamudeando—. El punto es que el único miedo que tienes es el del rechazo, tienes miedo de confesarle que te gusta y que ella no sienta lo mismo. Pero te digo algo Dany... No puedes pasar toda la vida preguntándote que hubiera pasado si le hubieras dicho lo que sentías, tienes que ir y decírselo de frente. El tiempo no esperará a que termines las cosas que tienes pendiente para avanzar, debes arriesgarlo todo hoy porque mañana podría ser demasiado tarde.
Una sensación rara apareció en mi cuerpo. Era increíble la manera en que unas simples palabras por parte de mi padre podían motivarme tanto. A veces creía que él me conocía demasiado. Sequé mis lágrimas y le brindé una cálida sonrisa para demostrar el aprecio que tenía por lo que me había dicho.
—Buenas noches, hijo.
Mi padre se acercó a mí y alborotó mi cabello, ya había pasado un buen tiempo desde la última vez que alguien hacía eso. Rápidamente, acomodó su corbata y comenzó a caminar hacia la salida de mi cuarto.
—¡Papá! —hablé interrumpiendo su marcha—. Gracias...
Una enorme sonrisa se enmarcó en su rostro. Después de eso, éste simplemente salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él. De nuevo, me había quedado solo en la habitación.
Miré por la ventana hacia el cielo, las estrellas brillaban como nunca. Eran como un conjunto de luces despampanantes que llenaban el vacío de la noche. De repente, una idea floreció en mi mente. Era algo sencillo, pero estaba seguro que a Alex le encantaría.
Suspiré aliviado y apagué la luz para poder descansar, al fin sabía que iba a hacer para ella en San Valentín.
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Inmaduro Amor Ocasional (CORREGIDO)
Novela Juvenil¿Eres capaz de quitar tu mascara y mostrar tus heridas? Daniel Ashton no ha tenido la vida perfecta que un adolescente desearía. Existen momentos dolorosos que lo han hecho sufrir desde pequeño y, aunque trata de ser el chico divertido de siempre, é...