Capítulo 24: Código Rojo

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—¿En qué piensas? —preguntó Alex, entrecruzando su brazo con el mío para después recostar su cabeza sobre mi hombro.

—En nada... —respondí.

—Tú siempre piensas en algo.

Una sonrisa apareció en mi rostro. Las calles se encontraban bastante silenciosas esa tarde, llevábamos un buen rato caminando por el parque y lo único que escuchábamos era el murmurar de la gente y el cantar de los pájaros. Se trataba de un ambiente perfecto para estar en pareja.

—Amo estar contigo... —murmuré.

—¿Qué?

—Que amo estar contigo —repetí una vez más.

—¿Cómo dices? —preguntó de nuevo, esta vez con una sonrisa traviesa en el rostro.

—¡Alex! —dije, para luego darle un pequeño empujón y empezar a reír.

Había caído en su broma.

—Te escuché desde la primera vez —confesó—, solo quería que lo repitieras.

—¡Ah! Entonces, ¿quieres que todo el mundo lo sepa?

—No te atreverías —mencionó cucándome.

—¿Es eso un reto? —pregunté alzando una ceja, ella sabía que yo podía cumplir cualquier apuesta.

—No, no, no, ¡no! —gritó, al darse cuenta de mis intenciones.

Rápidamente, comencé a escalar la fuente del parque para llegar a lo alto. Alex no tardó en correr detrás mía tratando de detenerme.

—¡Voy a gritar!

—¡Dany, bájate de ahí! —murmuró fuerte, trataba de no llamar la atención.

Tomé aire y puse mis manos alrededor de la boca para formar un cono, la idea era ser escuchado por la mayor cantidad de personas posible.

—¡Dany!

—¡Yo amo estar con Alexandra Williams!

Todo el mundo volteo su mirada hacia el loco arriba de la fuente. Alex no pudo evitar empezar a reír y, en menos de lo que imaginé, terminó por contagiarme. Era genial poder ser yo mismo cuando estaba con ella. Incluso, había momentos en los que me sentía como el niño extrovertido que ella conoció de pequeña. Eso me hacía sentir demasiado feliz.

Bajé de un salto para luego abrazarla fuerte contra mi pecho.

—¡Estás loco! —exclamó, dándome un golpe en el brazo.

Me acerqué al lóbulo de su oreja y susurré:

—Loco por ti...

Noté como el airecito de mi voz logró erizar su piel. Rápidamente, me alejó con sus mejillas rojas antes de que le diera un beso.

—Estamos en público —mencionó, colocando su dedo sobre mis labios.

Alex guiñó el ojo con una mirada traviesa y empezó a caminar delante de mí. No pude evitar que mi mirada se deslizara por su espalda, el pantalón ajustado contorneaba sus glúteos de una forma hermosa y sus caderas se movían de lado a lado mientras caminaba.

«Esta chica me volverá loco...», pensé.

De repente, el rugido de una motocicleta rompió el silencio del parque haciéndome estremecer. Se trataba de una todoterreno de alto cilindraje, ésta cruzó la calle acelerando a tope para luego desaparecer en el horizonte.

Mis manos empezaron a temblar a medida que mis palpitaciones aumentaban y mi respiración se agitaba. El ruido pudo no durar mucho, pero mis sensaciones permanecían. Odiaba ese sentimiento, odiaba ponerme de esa forma en cualquier momento, odiaba tener que recordar las cosas que tanto daño me hacían.

—¿Dany?... —preguntó Alex, haciéndome volver a la realidad.

Traté de recuperar mi compostura arreglando el cuello de mi camisa. Ella se acercó y tomó mi mano para tratar de calmarme, sentí como los temblores poco a poco empezaban a desaparecer.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Asentí con la cabeza y tomé el inhalador en mi bolsillo para darle unas caladas.

—Solo es... una crisis... —hablé, agotado por lo ocurrido.

—¿Seguro? —musitó, sus ojos denotaban preocupación.

—¡Si! Tranquila, mejor entremos —respondí, señalando a la pequeña cafetería que visitaríamos.

Lo último que quería era que la cita se arruinara por mi culpa. Alex asintió con su cabeza y, aunque seguía preocupada, me tomó del brazo para poder entrar al negocio.

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—¡Me encanta este lugar! —mencionó Alex, dándole el último bocado a su crepa.

—Si... —hablé, en un suspiro—. Acostumbrábamos venir seguido aquí con mi hermana.

—Han sido mis mejores clientes —dijo la dueña del negocio, quien se había acercado para recoger los platos—. Es muy raro que Dany traiga a otras personas aquí, más tratándose de chicas... Siéntase especial, jovencita.

La señora se despidió de un guiño haciéndola ruborizar.

—¡Doña Marie! —grité avergonzado, Alex rio entretenida.

—¡Ups! —respondió, tapándose la boca con una mano—. ¡Saludos a tu mamá! —dijo alegre, antes de entrar a la cocina.

—Es carismática —mencionó Alex.

—¡Cállate! —dije, aún seguía tan rojo como un tomate.

Alex rio divertida por mi reacción. Doña Marie había sido amiga de mi mamá por años y, desde que puso su cafetería, se convirtió en el lugar perfecto para visitar en familia. Era un espacio acogedor, se sentía súper íntimo, aunque llegaran pocos clientes. De hecho, eso era parte de lo que lo hacía especial. Era como si el negocio estuviera solo para atenderte y verte feliz a ti.

—¿Por qué ya no vienen acá con Gaby? —preguntó Alex, mirándome directo a los ojos.

Su pregunta me tomó por sorpresa, guardé unos segundos de silencio antes de contestar.

—Estando tan lejos... Es bastante difícil ponernos de acuerdo para salir.

Mordí mi labio inferior tratando de fingir una sonrisa. Sorpresivamente, mi celular empezó a sonar rompiendo por completo la conversación tan personal que recién empezaba a entablarse. Lo saqué de mi bolsillo y miré la pestaña de mensajes para saber que rayos pasaba, eran un centenar de mensajes de parte de Miguel.

Miguel: ¡Código rojo!

Miguel: ¡¡Código ROJO!!

Esa era la idea principal del texto y ya sabía perfectamente lo que significaba: Emergencia de amigos.

Josh: Juntémonos en nuestro sitio.

Yo: ¡Ya llego!

Miguel: ¡Gracias chicos!

—Me tengo que ir —mencioné, mirando a Alex con seriedad.

Aunque no quisiera irme, había cosas que no podían posponerse. Los tres habíamos prometido que no importaba lo que estuviéramos haciendo o con quién, los amigos siempre iban primero. Más cuando se trataba de un código rojo.

Inmaduro Amor Ocasional (CORREGIDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora