Aún me encontraba dormido cuando una sensación extraña apareció en mi cuerpo. Era como un aire fino que soplaba recorriendo todas las facciones de mi rostro. La situación se me hacía rara, no recordaba haber dejado la ventana abierta como para que la brisa del exterior estuviera golpeándome.
De repente, sentí como si algo pequeño tocó varias veces mis labios. No tenía ni la menor idea de que se trataba, pero era una cosa suave, fría y húmeda.
—Basta Alex... No hagas eso —hablé adormitado.
Con los ojos cerrados, moví mis manos en el aire para tratar de apartar lo que estuviera fastidiando. Aún no tenía ganas de despertar, la cama se sentía demasiado cómoda esa mañana.
Después de los constantes estímulos, la paz volvió a reinar en mi sueño hasta que, de repente, una pequeña corriente líquida recorrió mi entrepierna dándome la alarma de que algo no andaba bien.
Rápidamente, abrí los ojos solo para darme cuenta que me encontraba en medio del patio frontal de mi casa. No recordaba nada, pero noté que un perro ya se había aprovechado de la situación. Éste estaba cerca de mis piernas con una de sus patas extendidas en el aire.
—No me digas que... ¡Ay no! —grité, ahuyentando al animal con mis manos—. ¡Vete a orinar a otro lado!
Me detuve un momento para tratar de pensar con claridad... ¡¿Qué demonios hacía afuera de la casa?! Estaba demasiado confundido, me sentía como quien se despierta de una resaca después de una fiesta destructiva. Puse mis manos sobre la cabeza para tratar de recordar lo que había pasado la noche anterior.
—Alex... —murmuré, en cuanto hice memoria.
¿Cómo se le pudo ocurrir dejarme durmiendo en el patio de la casa? Ahora, por su culpa, medio residencial había visto como un perro me orinaba los pantalones. Gracias a Dios era sábado y no pasaba tanta gente.
«Espera... ¿sábado?... ¡¿Qué hora es?!», pensé rápidamente.
Saque mi celular y revise la hora. ¡Diablos! Mi padre no tardaba en salir para el trabajo. Tenía que subir a mi cuarto antes de que se diera cuenta que dormí afuera como indigente. Corrí hacia el pórtico e intenté escalarlo de nuevo, pero se me hizo imposible. Estaba demasiado alto como para colgarme y tampoco quería arriesgar a caerme de nuevo. No me quedaba de otra... Tendría que entrar por la puerta principal.
Saque de mi bolsillo las llaves de la casa y, justo cuando iba a tomar la perrilla, se abrió la puerta de golpe. Ahí estaba: mi padre, vestido de traje y corbata; impecable, con su típico maletín negro en la mano derecha. Parpadeó un par de veces mientras me miraba fijamente.
—Uhm... Hola —hablé, tratando de romper la tensión.
Él solo me miró de arriba a abajo.
—Qué... ¿Qué diantres haces afuera?... ¡¿Y qué diantres es eso?! —preguntó, señalando la mancha húmeda en mis pantalones—. No me digas que te...
—¡No! —interrumpí rápidamente—. ¡No es lo que tú crees!, no son ori... Bueno, si son orines, pero... ¡No son míos!, bueno si, ¡digo no!... Digo, digo... ¡Agh!
No lo pensé dos veces e inicié a caminar hacia adentro de la casa, estaba decidido a dejar a mi papá afuera sin más que decir. Me sentía demasiado nervioso como para darle explicaciones, ya se me ocurriría algo después. Por el momento, lo único que necesitaba con urgencia era una ducha.
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Una vez limpio, alboroté mi cabello para terminar de secarlo y tomé mi teléfono celular. Abrí la agenda para buscar el contacto de Alex y, rápidamente, me coloqué el móvil sobre la oreja para iniciar una llamada. Aún tenía un par de cosas que discutir con ella y no pensaba dejarlas para después.
—¡Hola! —respondió la pelirroja al otro lado de la línea.
—Alex...
—¿Qué pasa?
—¿Cómo que qué pasa?, ¡¿por qué me dejaste durmiendo en el patio?!
—¿Eh? ¿cuándo?
Suspire profundamente, con esta niña necesitaba demasiada paciencia.
—¡Alex!...
—¡Esta bien, está bien! —confesó, casi podía imaginarla con las manos en el aire—. Lo siento, es que te mirabas tan lindo durmiendo que no quise despertarte.
Los halagos no la sacarían de esta.
—¡Alex! Por tu culpa me termino orinando un perro...
Ella soltó una carcajada.
—Estás bromeando... ¿Verdad?
No me sorprendía su respuesta.
—¡No! Y si no me crees, puedes preguntarle a mi padre.
Alex soltó otra carcajada, esta vez un poco más fuerte que la primera.
—¿En serio te vio?
—¿Crees que bromearía con eso? La verdad no me sorprendería si él, de pronto, decide llevarme a un manicomio.
—Pobre de ti...
—¿Pobre de mí? Te recuerdo que todo esto es tu culpa.
—Ya dije que lo sentía —reprochó Alex, haciendo lo que sonaba como un puchero infantil.
—No pienso perdonarte...
—Y si... ¿te invito a tomar un frappuchino?
Guardé silencio por unos segundos, a veces creía que esa chica me conocía demasiado.
—Está bien, está bien... Te perdono, pero que sea de chocolate.
—Que regalado eres...
Su comentario me saco una risotada. Puse el celular en altavoz sobre la mesita de noche y terminé de vestirme. Repentinamente, una idea floreció en mi mente.
—¡Hey, Alex! —hablé, colocando el móvil de nuevo sobre mi oreja—. Te tengo una propuesta.
—¿Como las que yo te hago? —respondió, mis mejillas se pintaron de rosado al instante.
—¡Claro que no! Lo que pasa es que, con los chicos, planeábamos ir a la feria mañana... y no sé, pensé que tal vez... ¿te gustaría ir con nosotros?
Me sentía raro invitándola a salir, pero ahora que ella ya había tomado la iniciativa de hacerlo primero, no había forma de que me quedara atrás.
—Hmm... no lo sé, creo que solo terminaría estorbando. Digo... era una salida con tus amigos, ¿verdad?, ¿seguro que no se molestarán si voy?
Alex tenía razón. Habíamos planeado todo como una salida de amigos, pero aún le debía una salida a ella para compensar lo del cine y, la verdad, no me sentía lo suficientemente confiado como para invitarla a una cita a solas. Tendría que hablar con los chicos para incluirla, pero estaba seguro que me comprenderían.
—No pienses en eso, a ellos les agradas. ¡Estoy seguro que todos nos la pasaremos muy bien!
—Bueno... Si tú lo dices, ¡está bien! Iré con ustedes
—¡Bueno! Paso por ti a las siete.
—¿En punto?
Rodé los ojos ante su pregunta, esa chica era demasiado puntual.
—Y cuarto —respondí.
—Me parece... Hasta mañana, Dexter.
—Hasta mañana, Alex.
Colgué la llamada y suspiré profundamente. No era la cita más romántica del mundo, pero no podía evitar sentirme nervioso. Lo bueno era que la parte difícil ya estaba hecha, ahora solo tenía que llamar a los chicos y explicarles la situación.
«Claro... Como si contarle a Josh que mi novia nos acompañaría sería sencillo», pensé.
Con amigos así de tóxicos, ¿quién necesita pareja?
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Inmaduro Amor Ocasional (CORREGIDO)
Fiksi Remaja¿Eres capaz de quitar tu mascara y mostrar tus heridas? Daniel Ashton no ha tenido la vida perfecta que un adolescente desearía. Existen momentos dolorosos que lo han hecho sufrir desde pequeño y, aunque trata de ser el chico divertido de siempre, é...