Capítulo 29: Una Confesión Dolorosa

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—Da... ¿Dany?... —habló una dulce voz, sacándome de mis melancólicos pensamientos.

Alcé la vista y ahí estaba, la única persona que desearía nunca hubiera conocido esa parte de mi vida, de pie a unos cuantos metros de mí. Creía haber hecho todo lo posible para alejarla, pero, al parecer, no fue suficiente. Lo último que quería en la vida era grabar esa imagen en su memoria: Un Dany devastado y consumido por el desvelo y la depresión.

Pensaba que, si ella no tenía idea de lo que pasaba, tal vez tendría una oportunidad de seguir con ella, pero ahora esa opción se había ido directo a la basura... Siendo realistas, ¿quién quisiera pasar el resto de su vida al lado de un chico que cada dos por tres rompe en una crisis emocional?

Mi mirada chocó con sus hermosos ojos verdes y, a pesar de la situación en la que me encontraba, no podía dejar de apreciar lo hermosa que era. Su mirada siempre había sido refugio para mí, pero hoy no estaba funcionando. No podía sentirme mejor ni siquiera teniéndola a mi lado, mi mente no dejaba de repasar las imágenes que tanto daño me hacían.

—Hola, Alex —dije, tratando de fingir una sonrisa—. ¿Qué haces aquí?

Noté como una lagrima se deslizó por su mejilla hasta caer al suelo, lentamente desvió la mirada hacia la lápida de mi hermana. Al instante, supe que las cosas no serían igual jamás. No podía seguir ocultándolo, ella merecía saberlo... La bomba al fin había explotado. Alex tragó salivo y relamió sus labios durante unos segundos.

—Por... ¿Por qué nunca me lo contaste? —Su voz era apenas audible.

No pude evitar desviar la mirada, sentía como mis ojos empezaban a arder y a humedecerse de nuevo. Las preguntas resultaban ser como balas, golpeaban mi mente con fuerza desatando miles de sentimientos que trataba con todas mis fuerzas de suprimir.

—¿Acerca de qué? —respondí, tratando de evadir el tema.

—¡Dany! Tú sabes a lo que me refiero.

En ese momento, sentí como si una daga hubiera atravesado mi corazón. Cerré los ojos y mis lágrimas empezaron a fluir como río.

—¡¿Qué querías que dijera?! —grité, empuñando mis manos con fuerza—. ¿Que la persona a la que más amé se encuentra dos metros bajo tierra? ¿Qué mi hermana lleva seis años muerta y, aun así, me niego a dejarla ir? ¿Qué me atormento día a día reviviendo recuerdos de algo que no puedo cambiar? —guardé unos segundos de silencio y luego continué—: ¿Qué hay días en los que me despierto gritando su nombre porque cuando cierro los ojos mi mente me bombardea imágenes de su rostro antes de morir?

Mis respiraciones se tornaron agitadas, sentía como si mi cuerpo estuviera siendo apaleado a golpes con cada palabra que decía. No era fácil sacar todo eso de mi alma, era como apuñalar una herida para poder sacar el veneno. Alex se observaba bastante sorprendida, miró al suelo durante unos segundos y luego dio un paso en mi dirección.

—Dany, yo... yo no sabía lo que pasaba... Tal vez... tal vez, si hubieras dicho algo, yo... hubiera...

—¿Hubieras buscado la manera de ayudarme? —interrumpí, fingiendo reír luego de terminada la frase—. Esas cosas no pasan, Alex...

—¡¿Cómo puedes saberlo?! ¡Ni siquiera lo intentaste!

—¡¿Qué es lo que hubieras hecho?! —grité poniéndome de pie—. ¿Decirme que tenía tu apoyo? ¿Que estabas aquí para mí siempre? Tal vez, ¿decirme que fuera con un psicólogo? ¡Ese cuento ya me lo sé de memoria, Alex! —Las lágrimas no dejaban de caer de mi rostro mientras agitaba mis manos en el aire—. Después de eso te alejarías y, poco a poco, irías olvidándote de mí... —Fui bajando el tono de mi voz de forma gradual para luego desviar la mirada, no podía continuar viéndola a los ojos por más tiempo—. Nadie quiere estar con una persona a la que no le funciona bien la cabeza.

—¡Dany! —gritó acercándose un poco más a mí—. Nada malo pasa con tu cabeza, ¿cómo puedes decir eso? Es común que las personas reaccionen de esta forma... Solo que tienes que tratar de comprender que nada de lo que pasó fue tu culpa.

—Tú no lo entiendes, Alex —dije para luego girar sobre mi propio eje hasta darle la espalda, ya no quería que siguiera viendo mi rostro mientras lloraba—. Todo lo que pasó fue mi culpa...

Inmaduro Amor Ocasional (CORREGIDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora