Lucifer entró en el nuevo estudio del demonio de la radio, un estudio más grande y potente, con una puntera antena que el mismo Lucifer le había construido. Todo un Hotel renovado, que incluía aposentos para el mismísimo rey del infierno, él mismo. Tocó la mesa de control con delicadeza, toda pulcra y lista para la nueva emisión del demonio, o tal vez alguna grabación de su podcast que Charlie estaba tratando de seducirlo para realizar.
Su hija, el ser más poderoso del infierno justo por debajo de él, que no había todavía desplegado sus alas, su perfecto nefilim de rubios cabellos.
—Su majestad, —la voz distorsionada de Alastor tras él no lo asustó, había asumido que el demonio no lo iba a permitir vagar libremente por su estudio— es todo un honor.
—¿Te gusta tu nuevo estudio? —Lucifer fue el primero en llegar al infierno y había aprendido, de cada alma con la que había convivido, lo doloroso que podía llegar a ser la tierra, pero Alastor era un enigma.
—No es horrible. Un poco grande.
—Charlie quería que empezaras a traer invitados. —Le explicó el rey.
Los silencios de Alastor eran tan expresivos como su propia voz, las pequeñas distorsiones cuando su cabeza planeaba o ocultaba alguno de sus sentimientos. En la segunda distorsión, Lucifer se giró para encarar al demonio que lo observaba en silencio, apoyado contra la puerta como si fuese él quien impedía al rey del infierno salir.
—Lo de los invitados está por verse. —Dijo finalmente Alastor.
La sonrisa de Lucifer no pudo hacer más que ampliarse, no entendía a ese demonio, pero si había vislumbrado en él una debilidad genuina por su hija, iba a terminar trayendo invitados.
—Char-char no va a rendirse con esa idea.
—Mi rey, —lo interrumpió— ¿cuál es el auténtico motivo de esta visita?
Alastor era joven comparado con él, un recién llegado, pero cada vez quedaba más claro que no tenía ningún respeto por el rey del infierno. No iba a ir con más suavidad.
—El trato con mi hija.
—Eso... —Alastor controló a la perfección su cuerpo, ni su voz se tantearon— me temo señor, que un caballero no comparte esos datos con otros. Y mucho menos con el padre de la otra parte.
—Mi hija me ha dicho que te debe un favor, un favor con el que en teoría no haría daño a nadie. —Volvió a dar la espalda al demonio radiofónico y a andar por ese nuevo estudio— ¿Qué puedes querer tú de ella?
Era un baile donde la música era la información, ambos danzaban sobre las cuidadas notas, conscientes de que con cualquier traspiés podían perder el compás y perder.
—Un favorcito entre amigos, no le hará daño.
—¿Entonces no vamos a hablar del otro trato?
—¿Majestad? —Alastor ladeó la cabeza con su enorme sonrisa dorada sin titubear.
Lucifer era el señor del infierno, había estado siglos sin interferir en nada de lo que en sus tierras ocurría, y eso ya no iba a ser una opción ahora que su hija estaba tomando su relevo y descubriendo sus propios poderes. Poderes capaces de incapacitar el mayor golpe de Adán, y ni se dio cuenta. Lucifer siguió deleitándose con su paseo por ese estudio hasta que se topó con el bastón micrófono de Alastor que parecía en proceso de ser reparado.
—Sabes de lo que te estoy hablando. —Alargó la mano mientras un brillo dorado salía de ella hasta tomar el bastón, sintiendo cómo este se recomponía bajo su toque en pocos segundos para acto seguido lanzárselo al demonio que en cuanto lo tuvo en sus manos lo examinó con los ojos perplejos.— Tu trato con mi ex-mujer.
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Hazbin Hotel Series: Jaque al Ciervo
RomanceUn nuevo Hotel, nuevos huéspedes. Alastor no pensaba que el rey del infierno pudiese ver a través de los tratos, seguir las cadenas, conocer los bozales que algunos portaban en ese mundo. No, Alastor no lo había tenido debidamente en cuenta y poco a...