Despertar Hormonal

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No era un experto, y no creía que necesitase preguntarle a Polvo de Ángel para asegurarse, pero posiblemente terminar un beso comiéndose un trozo de labio de su amante, no era lo "socialmente aceptado". Lucifer se había levantado de su regazo, pero no por el dolor, sino por las manchas de sangre dorada que estaban llenando el traje del demonio mientras este aún estaba tragando su jugosa carne.

—¿Te he manchado mucho? — Lucifer había vuelto con él, ya el labio rehecho y con un pañuelo dispuesto a limpiar la sangre. — Tienes que avisar si vas a hacer eso, hay mejores sitios donde morder.

Lucifer tenía las mejillas encendidas mientras volvía a sentarse sobre el regazo del demonio, limpiando su pajarita e ignorando cómo él mismo tenía manchado los labios, la barbilla y el cuello.

—¿Sitios mejores? —Preguntó el demonio mientras con sus garras quitaba algo de esa sangre dorada de su barbilla y la llevaba a sus labios. — ¿Qué me ofrece, su majestad?

—Pues: trapecios, ingle, dedos... — Empezó a enumerar el rey, ampliando su sonrisa con cada nueva reacción que esas palabras generaban en el demonio radiofónico.

—Lo tendré muy presente, aun así esto ha sido culpa tuya.

—¿Mía? — se medio rio el rey, terminando que quitar la última mancha con un poco de magia antes de comenzar a limpiarse a sí mismo — ¿cómo es eso?

—Mi amado rey, — Alastor paró la mano del rubio que había empezado a limpiar esa perfecta sangre cómo si fuese algo molesto, cuando realmente era lo más delicioso que había olido — no podía esperar que bebiese por primera vez su sangre en mitad de un primer beso dónde también lo tenía encima. Fue demasiado.

—Mmn, "mi amado rey" me gusta muchísimo más que "su majestad" a secas. — Habló suavemente Lucifer, volviendo a acercarse a los labios de Alastor para depositar un suave beso.

Un beso de milésimas justo antes de que Alastor bajara su rostro hacia su cuello y comenzara a lamer su piel toda cubierta por sangre dorada a medio secar. Lametones largos, desde la clavícula hasta la barbilla que sacaban de Lucifer suspiros profundos e increíblemente excitantes para Alastor. No paró hasta que el último rastro de sangre desapareció, esa sangre dorada era deliciosa aun cuando habían perdido la liquidez y calor que le daba la fuente.

—Gracias, por la limpieza — suspiró el rey con el rostro completamente enrojecido.

—Mi placer, Lucifer.

Algo se movía en el estómago de Alastor, algo nuevo y salvaje que hacía unos minutos temía haber reventado al comerse un trozo de Lucifer sin permiso, completamente llevado por el momento que estaban compartiendo. Alastor volvió a dejar vagar sus manos ahora por las piernas del rey que estaban a cada lado de su cuerpo, tanteando su cuerpo, palpándolo como nunca antes había hecho en su vida.

—Me gusta tocarte — confesó el demonio.

—Me gusta que me toques — le contestó Lucifer.

—Nunca había hecho esto — dejó a sus manos volver a subir muy despacio hasta su cadera y después su cintura — y lo de tu sangre, todo, me encantaría repetirlo.

—Lo haremos, a tu ritmo.

Eso encendió algo nuevamente en Alastor, y todo era porque era capaz de saborear la excitación de Lucifer, sabía lo muy excitado que estaba, y aun así estaba dando a Alastor el poder de decidir qué hacer, hasta donde llegar, no había presión, no había expectativas. Era libre.

Su cadenada en el cuello, su bozal dorado controlado por ese extraño rey, pero era dueño de su vida, de sus deseos, de su puta alma.

Volvió a besar al rey con un hambre reavivado, y nuevamente, Lucifer respondió a todo lo que le daba.

Hazbin Hotel Series: Jaque al CiervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora