Era de noche, el departamento estaba sumido en una tranquilidad que sólo se siente cuando por fin terminas con todos los pendientes de la universidad. Habíamos pasado el día entre clases y trabajos, pero ahora el silencio lo llenaba todo, solo interrumpido por el suave zumbido del ventilador y el sonido de los dedos de Melvin deslizándose por la pantalla de su celular.
—Al fin terminamos todo lo de hoy —comenté, estirándome en el sofá—. Ya no puedo más con tanto estrés de la universidad.
Melvin asintió distraído, aún concentrado en su celular.
—Sí, loco, menos mal. Aunque... —dijo, frunciendo un poco el ceño mientras leía algo—. Acabo de ver algo que me dejó pensando. ¿Sabías que en septiembre es el día de la prevención contra el suicidio?
—¿En serio? —pregunté, levantando la mirada desde mi cuaderno—. ¿Tú alguna vez lo has pensado... o intentado?
Melvin soltó una risa suave, pero su mirada se oscureció un poco.
—Muchas veces, Nayel. La pregunta real es... ¿a quién no le ha pasado eso por la cabeza?
—Claramente —dije, un poco confundido—, pero acabas de decir que lo has intentado muchas veces.
Se quedó en silencio unos segundos, mirando su celular como si no supiera si debía continuar. Luego suspiró profundamente y lo dejó a un lado.
—Bueno, Nayel, ¿qué te puedo decir? A veces la vida se me hace cuesta arriba y he pensado en dejar todo —admitió, su tono más serio de lo habitual—. Mi abuela es lo único que tengo, es todo para mí. Aparte de ella, no cuento con nadie. Incluso ahora estoy aquí, molestándote a ti y a Yarely, viendo dónde quedarme porque no tengo un lugar fijo.
Me quedé callado, tratando de procesar lo que acababa de decir.
—¿Y por eso has pensado en dejar la universidad?
—Sí... muchas veces —Melvin asintió, con una expresión algo derrotada—. A veces siento que todo sería más fácil si simplemente desapareciera, si dejara de intentarlo. Pero no puedo hacerlo por mi abuela, ella es lo único que me mantiene en pie.
No sabía qué decir. Ver a Melvin tan vulnerable, alguien que siempre se mostraba animado y despreocupado, me hizo sentir una mezcla de sorpresa y preocupación.
—No estás solo, Melvin. Sabes que cuentas con nosotros —le dije finalmente, tratando de sonar sincero—. Con Yarely y conmigo.
—Lo sé...
—Y no te preocupes por no saber dónde quedarte, Yarely y yo siempre tendremos un lugar para ti —dije, levantando mi mano con un pulgar arriba, como una señal de que todo estaría bien.
Melvin soltó una pequeña risa, pero sus ojos delataban una sombra de preocupación.
—Iré a descansar, Nayel.
—Yo igual, Melvin. Hasta mañana.
Ambos nos levantamos de la mesa, y mientras Melvin se dirigía al cuarto, me quedé unos segundos más en la sala, escuchando el silencio de la noche. Me preguntaba si esas palabras de aliento habrían sido suficientes para alguien que lleva tanto peso sobre sus hombros.
Apagué las luces y me dirigí luego al cuarto, esperando que el siguiente día fuera un poco más ligero para él... y para mí también.
Busqué a Hedda como loco en cada curso. Caminé rápido por los pasillos, mirando a los grupos de estudiantes y esperando encontrarla entre ellos. En un momento, me crucé con Kristen y, sin dudarlo, le pedí que me indicara en qué aula estaba su clase.
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Un collar de pétalo
RomancePara Nayel Carrasco, en su nueva etapa universitaria, suponía enfocarse en él y enfrentarse solo por primera vez en su vida a un mundo de foráneos. Recientemente, había terminado su relación con quién prácticamente compartía su vida. A partir de ese...