Elia morirá durante el solsticio de invierno, pero antes debe descubrir quién es en realidad.
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Todo cambia para Elia desde que conoce a Jarodes Atwood. Empiezan a sucederle cosas sin explicación hasta...
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El Destino está escrito. ¿Cuántas veces hemos oído esa odiosa frase a lo largo de nuestra vida? Pues era una realidad. Cuando quise entender el peligro que conllevaba ese destino, era demasiado tarde para escapar de él. No era su marioneta, si esa es la siguiente pregunta que te estás haciendo. Yo era la persona que tenía el poder de destruirle.
Empezaré desde el principio, desde el día en que conocí a Jarodes.
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Atlanta, Georgia.2 de diciembre de 2013.
Los rayos de sol entraban por la ventana del instituto Berlandon y se reflejaban en los apuntes de Literatura que tenía sobre la mesa. La profesora Collins carraspeó hasta aclarar su voz y leyó un fragmento de Paraíso perdido.
—Libremente servimos porque libremente amamos, de nuestra voluntad depende amar o no, y en ella estriba nuestra elevación o nuestra ruina. Por incurrir en la desobediencia cayeron algunos desde los cielos al profundo abismo. —Collins se quitó las gafas y añadió—: Bien, con esto concluye la cita a comentar. ¿Hay algún voluntario que me explique su percepción de esta parte?
—Creo que es una crítica a la libertad —respondió uno de los alumnos de la parte delantera del aula.
Collins sonrió con aprobación, pero su gesto se volvió dubitativo.
—Debería dar un poco más de profundidad a esa explicación —corrigió de forma severa, y cedió la palabra a Kat—: ¿Palmer? ¿Alguna idea?
—No lo sé... —Kat estaba algo distraída—. Supongo que pienso lo mismo.
—¿Algo más, señorita Palmer? ¿Qué le sugiere el texto?
—Si se supone que los humanos disponemos de libre albedrío, también tendríamos opción a decidir al margen de cualquier consecuencia, ¿no?
—Correcto —afirmó Collins—. Pero ¿qué es la libertad? ¿Qué piensan ustedes de ella? ¿Creen que es algo real o una ilusión?
—Es real —contestó otro alumno—. Si Dios concedió la libertad a los seres que creó, pues pueden elegir no amarle.
