Pasé la tarde tumbada en la cama mientras observaba el techo blanco de mi habitación. Recordé cada palabra que pronunció Jarodes antes de mi estrepitosa huida de la biblioteca. Él conocía algo que estaba prohibido para los humanos. ¿Por qué él lo sabía si también era humano? Ya estaba empezando a sospechar demasiado.
Observé la imagen de mamá que tenía en el marco sobre mi escritorio para tranquilizarme. Ella tenía veinte años cuando le tomaron esa fotografía. Tenía un delicado rubor en sus mejillas, su sonrisa transmitía calidez y sus peculiares ojos de tres colores se veían tan vivos... Parecía rebosante de salud. Nadie podría imaginar que se había llevado toda su vida enferma sin saberlo, y al final, esa enfermedad pudo con ella poco después de irse de casa. Algunas veces he pensado que se marchó para que no la viéramos morir.
Miré el rótulo situado en la parte inferior del retrato, que firmó ella con su elegante caligrafía. Su nombre podía leerse con claridad entre las letras.
—Heliana Rothschild. —Leí en voz alta.
Dejé la foto sobre la mesa, e intenté aguantar las lágrimas. Escuché la melodía y las vibraciones de mi teléfono, y comprobé en la pantalla que era una llamada de Susan. Al menos, me proporcionaría consuelo hablar con ella.
—Hola, mamá.
—Hola, tesoro. ¿Todo va bien?
—Sí, pero hoy no me encuentro con muchos ánimos. Será que tengo el síndrome premenstrual.
—Vaya, yo hace tiempo que he olvidado qué es eso —contestó Susan con una carcajada—. Por cierto, ¿qué tal está tu padre?
—Está bien, ha parado mucho por casa en estos últimos días, aunque ha estado ocupado sin despegarse del portátil y sus carpetas repletas de esas actas —expliqué.
—Cómo no...
—Bueno, ¿y tú cómo estás?
—Estoy planificando las vacaciones. A ver si puedo pedir unos días libres para ir a verte con Harmony —respondió, ilusionada.
—¡Eso suena genial! Espero que Mony no esté muy ocupada con los exámenes.
Hacía un par de semanas que no veía a Harmony, concretamente desde el día de acción de gracias en noviembre. Añoraba mucho a mi hermana. A veces nos llamábamos por Skype, pero las charlas solían ser bastante breves y apenas teníamos tiempo para ponernos al día.
—Falta poco para tu cumpleaños, creo que podríamos organizar algo —recordó Susan.
—Me encantaría, mamá.
Abrí el libro de Historia del Arte mientras hablábamos. Ojeé unas cuantas páginas que correspondían a la época del Renacimiento. Una de las fotografías que adornaba la hoja era del clásico cuadro de Botticelli, El nacimiento de Venus. Avancé unas páginas al azar, y me detuve cuando el temario se centraba en las pinturas de Guido Reni. Observé la imagen del cuadro que ocupaba la portada de esa parte del libro, y leí que se titulaba como El arcángel Miguel. La representación mostraba al arcángel vestido de azul expulsando a Satanás con una patada en la cabeza.
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El último solsticio
FantasyElia morirá durante el solsticio de invierno, pero antes debe descubrir quién es en realidad. ** Todo cambia para Elia desde que conoce a Jarodes Atwood. Empiezan a sucederle cosas sin explicación hasta...
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