Jarodes bajó la ventanilla de la camioneta para asomar su cabellera rubia, y yo me aproximé hacia él. Estaba sentado de una manera erguida y agarraba el volante de su automóvil con incomodidad. Parecía que estaba acostumbrado a conducir en el lado izquierdo. Su aspecto me hizo gracia, y no pude evitar reírme.
—¿Qué haces tú aquí? —pregunté.
—Puedes llamarlo casualidad. Gracias a ese factor, la última vez que coincidimos pude salvarte después de una caída. En esta ocasión, quizá pueda evitarte un resfriado. ¿Te llevo a casa?
Estaba harta de que aprovechara la mínima oportunidad para atribuirse los méritos de haberme ayudado. Eso no conseguiría que olvidara lo demás.
—No hace falta. Iré andando —respondí en un tono áspero.
—Déjame ofrecerte otra alternativa. —Jarodes hizo un gesto que marcó sus hoyuelos—. Veo que llevas una carpeta de dibujo. Eso me hace pensar que compartimos el mismo hobby, o que tienes deberes. ¿Qué te parece si te ayudo? Reconociste mi talento dibujando, al fin y al cabo. Viste uno de mis dibujos en la biblioteca.
—Gracias, pero no.
Su semblante se transformó a una mirada de desaprobación, pero volvió a sonreír pasados unos segundos. Hizo un insistente gesto con la cabeza para que subiera al coche.
—Podrías venir conmigo, ¿te parece? Luego te acercaré a casa —sugirió.
—No.
—Vaya... —musitó con decepción—. ¿Eso significa que ni siquiera te parecí un buen dibujante?
Tuve que morderme los labios para reprimir una risa.
—No...
—¿Hoy solo te limitas a negarlo todo?
—Iba a decir no está mal —corregí, y él rio en respuesta—. Si quieres que te acompañe, tendrás que traerme temprano a casa. No voy a amenazarte diciendo que mi padre es uno de los mejores abogados de Georgia, Jarodes Atwood.
—Prometido. —Jarodes mantuvo el tono de mofa—. Suba al coche, por favor. ¡Y espere un momento, Milady!
Jarodes se bajó del vehículo, y abrió la puerta del copiloto para invitarme a pasar. Qué caballeroso por su parte. Decidí aprovechar esta oportunidad para averiguar más cosas sobre él y las preguntas que me habían estado torturando desde el lunes.
Permanecimos en silencio durante los minutos posteriores. Habíamos dejado atrás el bullicio de Atlanta para salir a una carretera que se comunicaba con una zona de las afueras. Jarodes conducía tranquilo, y de vez en cuando silbaba una melodía agradable que acompañaba de unos rítmicos golpecitos con sus dedos al volante. Aquel sonido era lo único que rompía el silencio durante el trayecto.
—Imagino que vamos a tu casa —dije para romper el hielo.
Jarodes asintió sin decir nada. Él era una de esas pocas personas que apreciaban los silencios, y yo me incluía en aquella corta lista. Un detalle como ese hizo que me diera cuenta de nuestro parecido en algunas cosas.
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El último solsticio
FantasyElia morirá durante el solsticio de invierno, pero antes debe descubrir quién es en realidad. ** Todo cambia para Elia desde que conoce a Jarodes Atwood. Empiezan a sucederle cosas sin explicación hasta...
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