El aclamado sonido del timbre resonó por toda la casa. Jarodes y Kat venían a recogerme para ir juntos a la fiesta. Me miré en el espejo antes de salir, y respiré nerviosa porque apenas me reconocía. El maquillaje había conseguido cubrirme las ojeras, e incluso tenía las mejillas algo sonrosadas. El vestido malva se me ajustaba a la forma del pecho, y el resto de la falda me caía hasta los pies con aquella tela ligera y brillante.
Respiré hondo mientras bajaba las escaleras. Traté de medir cada paso para que no se notara demasiado que odiaba llevar tacones.
Mis padres y mi hermana me esperaban en el salón. Advertí que unas lágrimas de emoción resbalaban por las mejillas de Susan.
—Elia, estás preciosa.
—Mamá... —susurré, y le di un abrazo.
—Mi obra maestra ha quedado mejor de lo que esperaba —murmuró Harmony con una clara referencia a mí—. Estás muy guapa. ¡Disfruta mucho!
—Pásalo bien, Elia —añadió William—. No olvides que puedes llamarme si ocurre cualquier cosa.
—Descuida —contesté.
—Andando, tus amigos te esperan fuera —recordó mi padre.
Kat gritó con ilusión justo al verme, y Jarodes realizó un gesto de sorpresa que camufló su seriedad habitual. Mi amiga me ayudó a subir a la camioneta gris, y se sentó en el lugar del copiloto.
—¡Será una noche memorable! —exclamó Kat.
Me despedí desde el otro lado de la ventanilla como si fuera Diana de Gales. Tomé aire de nuevo, y suspiré conforme nos alejábamos de casa. Vi que Kat se retocaba el carmín púrpura con uno de los espejos del vehículo. En ese mismo instante, observé que los ojos azules de Jarodes estaban clavados en el retrovisor para buscar los míos. Asentí con la cabeza y le dediqué una sonrisa forzada. Era mi manera de decirle que todo saldría bien, o al menos, eso esperaba.
—¡Feliz cumpleaños, Elia, querida mía! ¡Estoy tan distraída con la fiesta que casi me olvido de su objetivo principal! —dijo Kat en un tono cariñoso.
—No pasa nada, Kat.
—Demasiadas distracciones, ¿sabes? —Kat rio de manera nerviosa—. Mefis me ayudó a organizar algunas cosas que tenía en mente. Estuvimos hablando anoche, ¡y me cae genial!
Si Kat hubiera sabido que se llamaba Mefistófeles...
—En serio, Elia, no sé cómo no me lo presentaste antes, pero nunca es tarde. ¡Es que es tan genial y simpáti...!
Justo cuando Kat iba a terminar de pronunciar ese cumplido, un frenazo inesperado la interrumpió. Jarodes agarró el volante con fuerza, y tensó el rostro con rabia.
—Lo siento, este cacharro tiene un motor muy traicionero. —Mintió.
—No te preocupes, Jarodes —murmuró Kat, y él continuó la marcha—. Bueno, Elia, como te decía... —Kat siguió hablando de Mefis como una quinceañera enamorada.
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El último solsticio
FantasyElia morirá durante el solsticio de invierno, pero antes debe descubrir quién es en realidad. ** Todo cambia para Elia desde que conoce a Jarodes Atwood. Empiezan a sucederle cosas sin explicación hasta...
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