Prólogo

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¡Hola a todos, acá una historia que me pidieron en Twitter! Está basada en una serie japonesa o coreana no recuerdo bien. Aunque no tendrá el trágico final de la serie jaja.

Es una historia donde Daemon es un monstruo y Rhaenyra su prisionera de guerra. Es una historia de full drama y con contenido oscuro, así que no leer, y si leen bajo propia advertencia.

Por cierto, si van a preguntar por otra historia, tengo capítulos de cada una incluso las que tengo en los one shot, pero tengo que editarlos aún, no sé todavía cuando los tiraré, así que paciencia jeje.

No olviden comentar y votar, besos y abrazos.

El rey Viserys fue sacado a la fuerza del palacio, escoltado junto a la reina Aemma. Intentó resistirse, pero los mismos soldados que una vez juraron protegerle, ahora le empujaban lejos de su propio trono.

—Mi hija aún no está a salvo —gritó el rey desesperado, su voz quebrándose de angustia. Sabía que Rhaenyra había estado volando sobre Syrax y que, seguramente, no tenía idea de la invasión que se desarrollaba en la Fortaleza Roja.

El comandante de la Guardia Real, Ser Harrold Westerling, le miró con ojos llenos de pesar.

—Es demasiado tarde, su majestad —dijo, con una calma forzada—. No podemos permitir que usted y la reina corran peligro. Rezaremos por la princesa.

La mente de Viserys se negaba a aceptar la realidad. Los capas doradas los habían traicionado, se habían vuelto leales a su hermano, Daemon Targaryen, el hombre que había prometido acabar con todo lo que Viserys representaba. Un hombre consumido por la ira y la venganza.

Mientras el rey y la reina huían, Rhaenyra llegaba al Pozo de Dragones. Al aterrizar con Syrax, sintió una extraña inquietud en el aire. Cuando su caravana alcanzó la Fortaleza Roja, todo se volvió claro: las banderas de su familia estaban siendo derribadas, y hombres armados patrullaban los pasillos como si el castillo ya no perteneciera a su sangre.

Corrió, su corazón latiendo furioso, buscando a su padre y a su madre. Pero antes de que pudiera alcanzar la torre donde residían, fue capturada por los capas doradas. Aquellos que una vez juraron proteger a su familia la arrastraban ahora como si fuese una prisionera.

—¿Qué está pasando? —preguntó, luchando contra sus captores.

—Su tío Daemon —respondió uno de los guardias con una fría sonrisa—. El verdadero rey ha regresado.

Habían pasado trece años desde que lo vio por última vez. Era apenas una niña de cinco años cuando su padre y Daemon discutieron por última vez, antes de que él se exiliara a Rocadragón. Y ahora, ese hombre, el demonio de su familia, había regresado para reclamarlo todo.

Cuando fue arrojada a los pies de un hombre alto y sombrío, no lo reconoció de inmediato. El Daemon que había sido exiliado ya no existía. Ahora, frente a ella, se encontraba un guerrero endurecido, sus ojos llenos de una crueldad que la aterrorizaba.

Él se inclinó, agarrándola por la barbilla con fuerza. Sus ojos recorrieron el rostro de su sobrina, estudiándola.

—Has crecido mucho desde la última vez que te vi —murmuró con un tono que le heló la sangre—. Eres el vivo reflejo de tu madre. Pero por desgracia, llevas la sangre de mi maldito hermano.

Rhaenyra mantuvo su mirada, tratando de parecer desafiante, aunque sus manos temblaban. No le daría la satisfacción de verla quebrarse.

—¿Dónde está tu padre? —preguntó él, su voz apenas un gruñido.

—Lejos de ti, espero —respondió ella, con una valentía que no sabía de dónde provenía.

Los ojos de Daemon se endurecieron, y antes de que pudiera reaccionar, él la levantó con brusquedad por el cabello.

—No juegues conmigo, niña —gruñó él, acercándose más, sus palabras goteando veneno—. Eres una prisionera ahora. Y me dirás lo que quiero saber. ¿Dónde está tu padre?

—No lo sé —respondió ella jadeando de dolor—. Y aunque lo supiera, preferiría morir antes que decírtelo.

El rostro de Daemon se transformó en una máscara de furia, y la arrojó hacia los guardias.

—Llévensela. Volveremos a Rocadragón —ordenó, con su voz retumbando en la sala—. Mi hermano no puede haber dejado a su preciosa hija atrás. Pero si lo hizo, pronto hará todo lo posible por recuperarla.

Justo en ese momento, Alys Rivers, la hechicera que siempre acompañaba a Daemon, apareció en la escena. Sus ojos brillaban con una malicia apenas contenida.

—¿Qué deberíamos hacer con ella? —preguntó Daemon, observando a su sobrina con frialdad—. No me siento especialmente creativo hoy.

Alys sonrió con malicia.

—¿Por qué no hacer de ella una exhibición, mi señor? —sugirió, deslizando una mano por el brazo de Daemon—. Es algo digno de ser visto, ¿no es así?

Daemon contempló su propuesta. Sí, una exhibición de su victoria. ¿Qué mejor forma de mostrarle al mundo que había ganado que humillando a la hija de su hermano frente a todos? Pero no como una princesa. No, como un animal.

Rhaenyra fue arrojada a una jaula y transportada por la ciudad mientras el pueblo la insultaba, le lanzaba comida y agua, culpando a la corona por la guerra. Ella mantuvo la cabeza baja, negándose a dejar que sus lágrimas cayeran frente a sus captores.

Cuando llegaron a Rocadragón, Daemon la observó desde lo alto de las escaleras. Era hermosa, una Targaryen en toda su gloria, pero estaba ensuciada por la sangre de Viserys. Ordenó que la limpiaran y la presentaran ante él, como si fuera un trofeo más.

Alys fue quien la llevó a las frías aguas del castillo, obligándola a limpiarse con agua helada y a vestirse con ropas ásperas que le irritaban la piel. Rhaenyra no dijo nada, no les daría la satisfacción de verla sufrir. Sabía que la estaban utilizando para provocar a su padre. Aguantaría lo que fuera necesario.

Una vez que estuvo "presentable", fue llevada ante Daemon de nuevo. Él la observó con desprecio.

—Te daré una última oportunidad —dijo, su voz suave pero amenazante—. ¿Dónde está tu padre?

Rhaenyra lo miró con ojos llenos de odio.

—No sé dónde está mi padre. Haz lo que quieras conmigo, pero jamás cooperaré contigo.

Daemon sonrió, pero esta vez la sonrisa no alcanzó sus ojos. Había ido a la guerra demasiadas veces, y conocía innumerables formas de quebrar a sus prisioneros.

—Reflexiona esta noche. Si mañana no empiezas a cooperar, sabrás por qué mis enemigos temen ser capturados por mí.

Cuando fue arrastrada a su celda, Rhaenyra se dejó caer en un rincón oscuro. ¿Dónde estaban su padre y su madre? ¿Estarían a salvo? Abrazándose a sí misma, trató de no dejarse consumir por el miedo. No les daría el placer de verla rendirse.

En otro lugar, Viserys enloquecía de dolor y culpa, sabiendo que su hija pagaba por sus errores. Había matado al hijo de Daemon, y ahora Daemon reclamaba a su hija como venganza.

Una hija por un hijo. Un precio que Viserys jamás había imaginado que tendría que pagar.

La Jaula del Dragón (Dark Daemyra)Where stories live. Discover now