Capítulo I

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El aire en Rocadragón era sofocante, como si el volcán que dormía bajo sus cimientos palpitara con furia contenida. En una celda oscura, profunda y húmeda, Rhaenyra comenzaba a sentir que habían pasado días desde que estaba allí.

No tenía más compañía que las sombras que proyectaban las antorchas titilantes y el eco lejano del palacio. 

El peso del encierro caía sobre ella como una losa, pero su espíritu no se quebraba aún.

Su tío podía intentarlo, pero jamás lograría quebrarla.

Así pasaron los días, y pronto, cuando había pasado casi una semana en la que ella solo era alimentada con un trozo de pan y agua, Daemon comenzó a entrar en su celda.

Él entraba allí con una sonrisa cruel que ella había comenzado a odiar. 

Cada vez, con más ira contenida, intentaba romperla, empujarla a la traición.

Él le gritaba, la amenazaba, la presionaba, ansiaba verla rendida, doblegada, pero ella no cedía, no caería bajo su mirada de odio, no caería bajo sus órdenes.

El miedo y el orgullo se entrelazaban en su interior, pero su lealtad a su padre era lo que la mantenía firme.

- ¿Hasta cuándo seguirás resistiendo sobrina?- preguntó él en una de sus visitas, acercándose lentamente, su presencia llenanando el pequeño espacio como una tormenta oscura.

Rhaenyra, agotada, se obligó a ponerse de pie. Sabía que la observaba con esa mezcla de desprecio y retorcido interés. Ella no sería la presa que él esperaba.

- Podrías tener todo, Rhaenyra- susurró él inclinándose cerca de ella- Poder, lujos nuevamente, solamente tienes que abandonar tú inútil lealtad- dijo él queriendo tener alguna pista de donde podía estar su cobarde hermano.

Su aliento quemaba contra su piel, pero la única respuesta de Rhaenyra fue una mirada gélida, cargada de desafío.

- No tengo nada que decirte- dijo ella nuevamente, aunque sabía que Daemon quería más que esas palabras.

Su respuesta solo avivó la furia contenida en los ojos de su tío. La tomó por el mentón forzándola a mirarlo.

- No te equivoques sobrina, porque no tendré reparos en romper cada parte de ti si es necesario hata que digas la verdad- gruñó él y ella apartó la mirada.

Las palabras colgaban en el aire como un hacha a punto de caer, pero Rhaenyra no parpadeó. Si había algo que Daemon no le quitaría, era su dignidad.

Fue así como la celda se volvió su mundo. Sus pensamientos, sus pesadillas, todo giraba en torno a su encarcelamiento y a las palabras de Daemon, que la visitaba día tras día, como un depredador acechando a su presa. Pero, en medio de la oscuridad, algo inesperado ocurrió. Una noche, mientras el silencio reinaba en la fortaleza, un susurro rompió la monotonía.

- Princesa Rhaenyra- dijo un joven guardia.

Ella se tensó, sus ojos recorriendo las sombras hasta encontrar la silueta de un guardia. Era un hombre joven, con el rostro oculto bajo un casco que reflejaba la tenue luz de la celda.

- Soy leal al rey Viserys, princesa-  dijo el hombre, su voz apenas un murmullo- Daemon no siempre fue el señor de Rocadragón. Todavía quedan algunos que recuerdan a su padre y lo que significa el verdadero honor- dijo aquel guardia y Rhaenyra lo miró confunfida.

El corazón de Rhaenyra dio un vuelco. ¿Podía confiar en él? Después de tanto sufrimiento, la duda era su primera reacción. Pero su instinto de supervivencia la empujaba a aferrarse a cualquier rayo de esperanza.

La Jaula del Dragón (Dark Daemyra)Where stories live. Discover now