Capítulo X

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El día de la boda llegó acompañado por una extraña y opresiva oscuridad que cubría el cielo.

Las caravanas comenzaron a arribar desde el amanecer, cruzando los acantilados que conducían al imponente palacio de Rocadragón, un lugar donde el viento rugía como un dragón enfurecido y el mar golpeaba las rocas con la furia de las olas, presagiando el tumulto que estaba por venir.

 Cada carroza que llegaba traía consigo nobles de todas las esquinas del reino, vistiendo sus mejores galas, adornados con joyas relucientes y escudos de armas ancestrales. Rocadragón, aquel bastión de antiguas dinastías y secretos oscuros, brillaba bajo la escasa luz del día como un monstruo adormecido, aguardando el desenlace de la boda real que estaba por llevarse a cabo. 

Dentro del palacio, los preparativos se desarrollaban con precisión inhumana. El gran salón, destinado a ser escenario de la ceremonia, estaba decorado de manera tan grandiosa que parecía casi una burla. Los candelabros de oro, las alfombras bordadas con dragones, las copas de cristal, todo irradiaba lujo, pero era un lujo frío, desprovisto de calidez o alegría. Las paredes parecían cerrarse sobre los invitados que, ajenos a la tormenta emocional que se avecinaba, reían y brindaban por una unión que no sabían estaba teñida del sacrificio de la princesa.

Sin embargo, lejos del brillo y la opulencia,  Rhaenyra estaba siendo preparada. Desde el primer momento del día, había sido tomada bajo el control de las doncellas, mujeres que no la miraban a los ojos, que la trataban no como la princesa que había sido, sino como una prisionera del destino. Ellas no hablaban, sus movimientos eran precisos, casi mecánicos. La habían despojado de sus ropas y sumergido en una bañera de mármol llena de agua helada, mezclada con hierbas valyrias. El frío le cortaba la piel como cuchillos, y cada respiro que tomaba parecía clavarse en su pecho. Las manos de las doncellas frotaban su piel con esponjas ásperas, despojándola de cualquier rastro de la mujer que había sido, de la Rhaenyra que conocía la libertad. Ahora era solo una figura destinada a un sacrificio, y cada gesto lo reforzaba.

Después del baño, la levantaron, secándola con lentitud. La habitación era lúgubre, iluminada solo por un par de velas que proyectaban sombras alargadas en las paredes de piedra. El aire era frío, y el silencio, insoportable. Su piel estaba pálida, casi translúcida, como si el frío del agua se hubiera quedado atrapado en su cuerpo. Luego vino el vestuario. Le entregaron capas de seda valyria, pero no era una seda suave o ligera, sino pesada, sofocante. El vestido estaba cargado de símbolos antiguos de dragones, relieves dorados que parecían enroscarse a su alrededor como serpientes. Cada prenda que le colocaban sobre los hombros la hacía sentir más sofocada, como si estuviera siendo envuelta para una ejecución ceremonial. La apretaron con cintas hasta que su respiración se hizo difícil, sus costillas marcadas bajo la tela, y Rhaenyra apenas podía moverse bajo el peso de las joyas y adornos.

Cuando comenzaron a trabajar en su cabello, sintió que le arrancaban mechones con cada trenza que hacían. Las doncellas no eran gentiles. Sus dedos eran como garras, entrelazando su cabello en elaborados moños y recogidos que, aunque bellos, eran una prisión en sí mismos. Cada tirón de su cuero cabelludo la anclaba más en la desesperación. Su cabello fue adornado con broches de oro y gemas, tan pesados que su cabeza se inclinaba ligeramente hacia adelante, como si la estuvieran obligando a bajar la mirada en sumisión.

Finalmente, vino el maquillaje. Polvos pálidos cubrieron su rostro, robándole cualquier rastro de calor humano, creando una mirada que era tanto de majestad como de sufrimiento. La transformación estaba completa. 

Lo que una vez había sido la rebelde y libre Rhaenyra Targaryen ahora era una creación artificial, una muñeca diseñada para encajar en el capricho de Daemon. Cada detalle había sido cuidadosamente planeado para borrar cualquier traza de la mujer que ella había sido.

La Jaula del Dragón (Dark Daemyra)Where stories live. Discover now