° 20 °

137 15 6
                                    


Los días que siguieron a la fiesta fueron silenciosos y extraños para Soomin considerando que era una persona realmente bulliciosa y energetica.

No había vuelto a hablar con Jungkook desde la escenita en la cocina. La manera en que la había tomado del brazo y la mirada que le había lanzado seguían pesando en su mente. Era como si una grieta invisible se hubiera abierto entre ambos.

Por un lado, sabía o bueno, se quería convencer que Jungkook la amaba, pero por otro, sentía que sus celos y la manera en que la manipulaba estaban comenzando a ahogarla, quizá la primera vez pudo ignorarlo pero la exageración de Jungkook estaba a otro nivel ahora.

El silencio entre ellos se convirtió en una carga insoportable, pues ella se sentía herida y su novio no parecía tener animos de hacer las paces.

Soomin intentó ocuparse de cualquier cosa que pudiera distraerla, pero eso solo la empujó más hacia el trabajo en el restaurante de sus abuelos. Dedicaba largas horas, atendiendo a los clientes, limpiando mesas y ayudando en la cocina a su madre, mientras su mente divagaba, tratando de ordenar sus pensamientos.

Su Jungkook no era lo que ella fantaseo alguna vez.

Se preguntaba si realmente estaba enamorada de Jungkook, o solo lo había idealizado todos estos años. Aunque también repasaba que tal vez su corazón estaba empezando a cambiar de dirección hacia Taehyung.

Todo era tan confuso.

Yoongi tenía razón, ser una roca debe ser más fácil, quiero reencarnar en una también.

A pesar de sus esfuerzos por mantener la mente ocupada, la rutina diaria de trabajar y regresar a casa dejó huellas en quienes la rodeaban, en especial en Taehyung de quién había olvidado un par de detalles.

Él era sensible a los cambios, y la ausencia de Soomin en sus encuentros habituales comenzó a inquietarlo. Taehyung había desarrollado una rutina diaria en la que siempre se encontraba con ella. Cada uno de esos pequeños momentos de interacción era parte de su día, de su tranquilidad.

Pero ahora, Jung Soomin no estaba.

Desde el día de la fiesta, Taehyung notó que ella se había distanciado y estaba triste. Ya no le mandaba mensajes con tanta frecuencia, ni le hablaba con esa energía de  familiaridad y diversión reconfortante.

A su mente autista, esto rompía el orden de las cosas, y el caos que sentía al no verla como antes lo descolocaba por completo. No podía identificar sus emociones con precisión, pero sabía que algo no estaba bien. Le preocupaba Jung Soomin, y más aún, le inquietaba la forma en que la ausencia de ella afectaba su propio estado emocional. Gracias a su madre no había tenido una crisis. Estaba ansiando verla, salir a caminar, charlar, alimentar a lo patos del estanque... Quería volver a tener esos momentos.

Momentos donde Jung Soomin le sonreí y le miraba con ojos brillantes, cuando asentía con una sonrisa a cada cosa que le contaba sobre el arte o los patos.

Incluso deseaba... Volver a abrazarla.

Pero ella necesitaba aclarar su mente, una tarde por ejemplo, mientras Soomin recogía los últimos platos en el restaurante, su hermano, Hoseok, apareció por la puerta. Llevaba semanas observando cómo su hermana se sumergía en el trabajo y evitaba hablar del tema que la estaba atormentando. Hoseok, siempre perceptivo y con un ojo entrenado por sus estudios de psicología, sabía que era momento de hablar con ella.

— Oye, Soo, ¿crees que podamos hablar un rato? —le preguntó con una sonrisa suave, apoyándose en el marco de la puerta de la cocina.

Soomin lo miró, un poco sorprendida, pero asintió. Sabía que era obvio que no estaba bien y no podía seguir evitando la conversación que su hermano iniciaría para siempre.

Autismo || KTH || En cursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora