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(Skyfall - Adele)

Escuchamos pasos, pasos de alguien que se acercaba a nosotros. Nos acabábamos de despertar, todos a la vez, por el portazo que escuchamos. Al principio pensamos que sería por el viento, pero luego escuchamos los pasos. Mire por la puerta, sacando lo menos posible la cabeza para evitar que me vieran, y pude ver a un grupo de unas siete personas armadas.

—Mierda, tenemos que escondernos —les dije casi sin que se me escuchara, pero me entendieron perfectamente.

Daniel y Cameron se escondieron detrás del armario, y nosotros detrás de los sofás. Nos quedamos en silencio, esperando que no nos vieran.

Entraron a la sala, solo se escuchaban pasos, pasos lentos. Note que uno se acercaba a nosotros, cada vez lo sentía más cerca. No sabia que hacer, hasta que vi un trozo de cristal roto enfrente mío. Lo cogí con cuidado y lo primero que se me ocurrió fue hacer lo que siempre había visto en las películas: lo tire a la otra esquina del salón, para conseguir distraerlos. Los pasos pararon, ya no se escuchaba nada. Volví a escucharlos, pero esta vez en dirección contraria.

Cerré los ojos y solté un pequeño suspiro de alivio, pero se me paró el corazón cuando sentí una mano en mi hombro. Lo primero que me salió fue darle un codazo con ese mismo brazo, y no se ni como, pero le di en la cara, provocando que se cayera al suelo del dolor y me soltara. Me levanté corriendo y al ver que no había nadie más en nuestra sala, salí corriendo afuera. Los chicos vinieron por detrás, y Adam cogió el arma que al hombre herido se le había caído. Salimos de esa sala rápido, pero a lo lejos vimos a los demás del grupo, así que nos dimos la vuelta y fuimos por el otro lado del pasillo. Adam disparó un par de veces, pero no le dio a ninguno.

Corríamos mirando hacia atrás para ver si nos seguían, hasta que al mirar al frente, chocamos con uno. Era grande y alto, vestido de negro, un chaleco antibalas y la cara tapada con una mascara que le ocultaba la cabeza completa. Nos estaba apuntando con el arma, y cuando quisimos girarnos para ir al otro lado, estaban sus compañeros esperando. No hicieron nada más que ponernos una máscara de oxígeno de uno en uno, pero no era oxígeno lo que soltaba. Tampoco sé muy bien lo que era, pero hizo que todos nos desmayáramos.

Lo siguiente que recuerdo fue despertar sentada en una silla, atada con cuerdas al asiento y un pañuelo en la boca que no me dejaba hablar. Mire al lado y los chicos estaban igual que yo, pero todavía no habían despertado. Entraron los del grupo que nos secuestraron, igual vestidos que antes, sin quitarse las máscaras. Lo primero que pensé fue que eran los vigilantes del laboratorio e iban a llevarnos de vuelta allí, o matarnos porque habíamos descubierto cosas que no podíamos saber. Pero cuando se empezaron a quitar las máscaras, no me sonaba la cara de ninguno de ellos.

—Tranquila, tus amigos no tardaran en despertarse —me dijo uno con voz grave.

Por lo que parecía, era el que nos pilló al fondo del pasillo y nos bloqueó el paso. Era alto y musculoso, con una voz grave. Tenía el pelo castaño revuelto por la máscara, y unos ojos oscuros, profundos, parecía ocultar muchas historias detrás de ellos, probablemente no fueran historias con finales felices. La mayoría nunca acaban con un "Fueron felices y comieron perdices", eso lo sabía muy bien. El hombre tendría unos cincuenta años, más o menos. Siempre me gustaba preguntarme la edad de cada persona a la que conocía, de hecho, en el laboratorio lo hacía con cada vigilante y científico que veía.

—Vamos a hacerte unas preguntas, ¿está bien? —hice un gesto con las cejas, moviéndolas hacia arriba, para mostrar mi molestia — Para empezar, ¿qué hacíais allí fuera vosotros solos?

Señale con los ojos que me quitaran el pañuelo de la boca o no podría responder a sus preguntas. Una joven de unos dieciocho años se acercó a mí y me lo quitó. Yo sacudí mi cabeza haciendo que el pelo se me revolviera.

Countdown To The EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora