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(If the World Was Ending - JP Saxe, Julia Michaels)

Hicimos una parada para dormir. Pusimos unas mantas y cojines que Richard tenía guardados en la parte trasera de la camioneta y dormimos hasta que el sol volvió a salir. Nosotros nos despertamos bastante pronto, pero solo nosotros cinco, todos los demás seguían roncando. Nos bajamos de la camioneta y nos apartamos un poco, para no despertarles.

—Hoy podría ser nuestro ultimo día —soltó de repente Daniel.

—¿A qué te refieres? —le dijo Adam.

—Esto que vamos a hacer... bueno, es bastante peligroso. Puede que no salgamos vivos.

—No digas eso, Daniel —intenté pararlo.

—Y qué quieres que diga? Nos estamos muriendo, todos. El mundo se está muriendo, y nosotros con él. Estamos solos los cinco, no tenemos a nadie, y nos estamos muriendo.

Se quedó un silencio muy incómodo. Nadie se atrevía a decir nada, porque en el fondo, por mucho que nos doliera admitirlo, Daniel tenía razón.

—¿De verdad no vamos a volver a sentir la lluvia? ¿Nunca más? —dijo Nico —. Yo quiero volver a sentirla. Se que parece una chorrada, pero joder, yo era de Seattle. Allí nunca dejaba de llover, y yo lo odiaba. Pero ahora quiero que vuelva a llover, por lo menos unas pocas gotas en mi cara, y no tener que sentir que me quemo vivo todos los días de lo que nos queda de vida.

Otra vez ese silencio desagradable.

—Yo no quiero morir —rompió el hielo Cam —, me da pánico morir. No me da miedo la muerte, si no el hecho de morir, de sentir que son tus últimos momentos, tus últimas palabras, tus últimos latidos...

—No vamos a morir —repitió Adam, secamente.

—Y si morimos, moriremos juntos. No se me ocurren mejores personas con las que pasar los últimos momentos de mi vida —dije yo.

—A mí tampoco. Vosotros sois mi familia, la de verdad —siguió Cam.

Nos dimos cuenta de que nos estábamos poniendo demasiado sentimentales.

—Muy bonito todo, pero no vamos a morir, todavía no —insistió Adam.

—Os quiero, chicos. Sois lo único bueno de mi vida. Sois como mis bombones de chocolate —bromeó Daniel.

—Tu eres nuestro bizcocho de fresa, Daniel —Cam continuó con la broma.

—O nuestro bollito de crema —añadí.

Seguimos diciendo idioteces y riéndonos, hasta que se despertaron los demás. Volvimos a las camionetas y lo preparamos todo. Broody se quedó mirándome fijamente. Pero Cam vino, me abrazó con un brazo por encima de los hombros, y me llevó a otro sitio.

—No dejes que se te acerque ese imbécil —me susurró.

—Cam —le llamé, justo cuando se iba hacia las camionetas.

Me miró e hizo un gesto para que le dijera lo que tenía que decir.

—Gracias.

—¿Por qué? —preguntó confundido.

—Solamente, gracias.

Quería decírselo, quería tener el valor de decírselo, pero no pude. La conversación que recién habíamos tenido me había concienciado, nos estábamos muriendo. ¿Y si moría sin decírselo? ¿Y si él moría sin saberlo? Quería decirle que le quería, de una forma diferente a los demás. Él sabía que le quería, como todos los chicos del grupo, como habían dicho, éramos una familia, no nos hacía falta decírnoslo para saberlo. Pero con él era diferente. Quería que supiera que le quería de forma diferente, quería que supiera que estaba enamorada de él. Pero no lo hice, por mucho que quisiera, pero no lo hice. No me atrevía. Y en vez de eso, le di las gracias, por hacer que le amara de esa manera tan bonita, por haberme enamorado.

Countdown To The EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora