Me costó mucho despertarme la mañana siguiente. Tenía las sábanas pegadas al cuerpo, literalmente. Con el calor que hacía, hasta el pelo lo tenía pegado a la cara. Me levanté y vi cinco tazas de té en la mesita de noche, y una nota donde Dapnhe nos daba los buenos días. Me llevé una taza afuera de nuestra tienda y ahí me quedé, mirando el sol que recién había salido de su escondite. Tenía una camiseta gris que me quedaba casi por las rodillas. Solo llevaba eso de pijama, pero no necesitaba más, casi parecía un vestido. Le di un sorbo a mi taza de té y cerré los ojos, sintiendo la luz dorada del sol en la cara. Se me vino la imagen de mis padres y mi hermana a la cabeza, otra vez.
—Buenos días... —escuché decir a alguien entre bostezos.
Al girarme vi a Adam saliendo de la tienda, con otra taza de té entre las dos manos.
—Buenos días. ¿Has dormido bien?
—De maravilla —se fijó en la expresión de mi cara, en que me negaba a apartar la mirada del sol —. ¿En que piensas?
—En mi hermana, y mis padres.
Adam decidió no decir nada. Solo se quedó mirándome un rato, y luego volvió la mirada al sol, imitándome. Aunque no dijera nada, sabía que estaba a mi lado, y eso me bastaba. Al cabo de un rato, me acarició el hombro suavemente y me dijo que entráramos dentro a despertar a los demás. Nos vestimos todos y nos dirigimos al centro del refugio.
—¡Buenos días chicos! —nos saludo Richard —. Estáis de suerte, hoy toca día de recados.
Nos quedamos confusos, ninguno sabíamos lo que era.
—Que no os confunda, a nadie le gusta el día de los recados —nos advirtió Mérida —. Nos reparten tareas a todos, como pescar, plantar semillas, trabajar con el abono, cuidar las gallinas...
—¿Tenéis gallinas? —preguntó Nico.
—Pues sí, desde hace bastante. Nos arreglamos como podemos para poder alimentar a todos. Repartirán las tareas dentro de cinco minutos en la hoguera.
—Muchas gracias, Mérida —le agradeció Cam.
—No es nada. Luego nos vemos, Daniel —se despidió, poniéndole ojitos.
Daniel por poco se cayó para atrás. Los chicos empezaron a vacilarle riéndose, y Daniel con su sonrisa de enamorado les pedía que parasen.
Hicieron los grupos para las tareas. A Daniel le tocó regar el huerto, pero le daba igual porque le asignaron la tarea junto a Mérida. Nico estaba con Tatiana en el gallinero, Adam trabajando con el abono junto a Broody, y por último, Cam y yo estábamos con un niño llamado Troy, pescando.
Nos dieron unas botas y un par de arpones hechos a mano. Nos alejamos bastante del refugio hasta llegar al río donde solían pescar. Troy, que al parecer tenía mucha práctica, se metió al agua con las botas y nos empezó a hablar mientras miraba abajo en busca de peces.
—¿Vosotros sois los nuevos, verdad?
Asentimos con la cabeza mientras nos cambiábamos de calzado.
—Que bien, siempre me gusta que entre gente nueva. ¿De donde sois? Mis padres son de Sudáfrica, pero se mudaron aquí antes de que yo naciera. Mi hermana mayor sí que nació allí, en el pueblo de origen de mis padres. Ahora ya es mayor, tiene veintitrés años. No la veo desde hace mucho tiempo, pero se que esta bien. Seguramente estará en otro refugio, sana y salva. ¿Vosotros tenéis hermanos?
—Una hermana, tiene tu edad, más o menos —conteste, con una sonrisa cariñosa.
—¡Es verdad, no os he dicho cuántos años tengo! Tengo diez, pero dentro de tres semanas cumplo once. La gente suele decirme que parezco más pequeño de lo que soy por mi altura, pero a mi no me importa. Ser pequeño tiene muchas ventajas, puedo esconderme más fácilmente, y por eso se me da bien jugar al pilla pilla.
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Countdown To The End
Science FictionEn un futuro distópico, donde el fin del mundo se aproxima, el Gobierno inventa una solución para evitar los daños e infecciones que el cambio climático pueda causar en los humanos. Estos son unos microchips neurológicos. Desgraciadamente, a los men...