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Me desperté en mi cama. Estaba desorientada, pero al parecer, estaba viva. Use las pocas fuerzas que tenía para levantarme la camiseta y mirar la herida, pero estaba tapada por una gasa. Mire a un lado, muy suavemente, y vi a Nico. Moví un poco la mano, no tenía mucha fuerza, así que tampoco pude moverla mucho. Nico se dio cuenta y me miró. Cogió mi mano y la apretó con fuerza.

—¿Lia? Lia estoy aquí, soy yo, Nico —me dijo al verme desorientada.

—¿Cuánto ha pasado? —sabía que no era la mañana siguiente, había pasado más tiempo.

—Ocho días... Después del disparo te desmayaste y no despertaste, hasta ahora. Hemos estado turnándonos para vigilarte. Hemos tenido algún que otro susto.

—¿Susto?

—La primera noche, después del disparo, te fallaba bastante el corazón. Te dio un paro cardiaco a medianoche, pero Richard te hizo la reanimación y tu corazón volvió a latir.

Vio mi cara asustada y decidió dejar el tema. Fue a llamar a los demás para decirles que ya había despertado. Daniel fue el primero en entrar. Entró con prisa y se puso de rodillas al lado de mi cama.

—Has despertado. Dios Lia, nos tenias preocupadísimos.

—Lo se, perdona.

—¿Estas tonta? No pidas perdón de nada, lo importante es que estés bien —le quitó importancia Adam.

Richard también se puso a mi lado y me hizo caricias en el pelo. Nos estaba empezando a coger cariño, y nosotros a él también. Cam entró a la tienda, los demás se miraron entre ellos y decidieron salir para dejarnos a solas.

—¿Cómo estás? —me preguntó cuando todos se marcharon, de pie a unos pocos metros de mi cama.

—Dolorida.

Él no sabía ni qué decirme. Tenía las manos en los bolsillos y se mordía el labio inferior mientras me miraba.

—Lia... ¿Por qué lo hiciste? —me dijo, poniéndose a mi lado, agachado para que su cara estuviera a la misma altura que la mía.

—Creo que está bastante claro, ¿no?

—Tenía que haberme disparado a mi. Yo debería de estar en esa cama, no tu.

Negué con la cabeza y vi que los ojos se le empezaban a llenar de lágrimas, se sentía culpable. Siempre lo hacía, pensaba que su deber era protegernos a todos, y no soportaba vernos sufrir. Prefería afrontar él solo todo lo que nos pudiese llegar a pasar a que los demás sufriésemos un mínimo.

—Moriría mil veces si hiciera falta solo para que tú estuvieses bien. Prefiero morir a vivir sin ti —murmuré.

Miró al suelo y se le cayeron las lágrimas que tenía acumuladas en los ojos.

—Lo siento, por todo, lo siento mucho —me dijo sollozando, mientras me quitaba el pelo de la cara y me acariciaba las mejillas.

No hacía falta que me pidiera perdón. En el momento en el que la bala se adentro en mi cuerpo, me di cuenta que prefería ser yo a la que disparasen a que él estuviese en peligro. No necesitaba perdonarle, necesitaba darme cuenta que por mucho daño que me hubiera hecho, aún más me dolería no tenerle en mi vida.

Cameron se limpió las lágrimas cuando escuchó que volvían a entrar los demás. Me trajeron comida, mucha comida, para matar el hambre de casi ocho días sin comer.

Me pusieron un poco al día. Daniel me contó que ya había tenido la cita con Mérida y que salió muy bien. Ella le preparó un picnic en el lago y luego vieron el atardecer. Todo muy romántico, incluso demasiado, pero él era feliz, se le veía en los ojos. Mi hermana se pasó la comida sentada conmigo en la cama, insistiendo en que comiera y preguntándome cada cinco minutos si estaba bien. Me contó que Troy y ella se habían hecho amigos, y que le entretenían mucho las historias que él le contaba.

Countdown To The EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora