—¿Cómo estás? —me preguntó Nico a la mañana siguiente.
Obviamente no estaba bien, estuve toda la noche sin pegar ojo, llorando. Llorando por todo, por lo que pasó con Broody, por el disparo y la intervención que me tuvo que hacer Wendy, por mis padres, por miedo.
—Bien —mentí, pero mis ojos me delataron.
—Ven —me agarró del brazo y me apartó de la tienda —. Te lo vuelvo a preguntar, ¿cómo estás?
—No lo se.
Era verdad, no sabía lo que sentía. Estaba confundida.
—Lia, sabes que puedes contarme lo que sea.
—No lo sé, Nico, no lo sé. Solo siento una presión increíble en el pecho, siento que no respiro, que me ahogo.
Él me abrazó y me dio permiso para llorar en su hombro todo lo que quisiera.
—Sé que piensas que estás sola en esto, pero no, nos tienes a nosotros. Somos tu familia, y no nos vamos a ir, Lia. Siempre eres tú la que nos cuida a todos, ahora déjanos cuidarte a ti. Llora, llora todo lo que necesites. Vamos a levantarte cada vez que caigas. No vamos a dejar que te ahogues, Lia. Si uno cae, caemos todos. Si uno se ahoga, nos ahogamos todos. Pero antes de todo, vamos a hacer todo lo posible para que no se ahogue ninguno. Vamos a nadar todos juntos, hasta que podamos volver a respirar. Si a uno se le olvida como nadar, los demás le enseñamos. Siempre lo hemos hecho así, durante estos dos años, nos hemos ayudado. Esta vez toca ayudarte a ti, vamos a enseñarte a nadar, y una vez estés lista, podrás cruzar el océano nadando si quieres, pero hasta que no lo estés, no te vamos a soltar. Aunque para que puedas aprender a nadar, primero tienes que tirarte al agua. Por lo tanto llora, derrúmbate, tírate al agua. Nosotros te vamos a coger, Lia, recuérdalo siempre.
Las lágrimas se me saltaron, me había convertido en un mar de lágrimas. Nunca me habían dicho algo parecido, o al menos, no lo recordaba.
—Y después de este discurso motivador sobre cómo aprender a nadar, me voy a desayunar.
Solté una pequeña carcajada.
—Gracias, Nicky.
—No me llames así, por favor.
Volví a reírme. Sabía que en el fondo le agradaba ese mote. Me sequé las lágrimas y fui con él para juntarnos con los demás.
—¿Qué tal estás, Amelia? —me preguntó Richard.
Estaba harta de esa pregunta, pero decidí aguantar y escuchar esa pregunta las veces que hiciera falta. Los chicos tenían razón, lo único que intentaban era ayudarme, y tenía que aprender a dejarme ayudar. Si dejarme ayudar era escuchar la misma pregunta treinta veces al día, tendría que responder sin quejarme.
—Bien —respondí con una pequeña sonrisa, esta vez la mentira ya no era tan grande.
—Me alegro, porque tengo que contarte una cosa, aunque no sé si te va a gustar.
Asentí con la cabeza, con curiosidad, indicando que siguiera
—Verás, mañana por la mañana volveremos al laboratorio en busca de Tatiana, y no sé si te sientes preparada física y mentalmente para venir...
—Lo estoy, iré con vosotros.
—¿Estás segura? Broody también irá.
—Lo estoy —mentí por segunda vez aquel día
No lo estaba, pero quería ir, necesitaba ir .
—Vosotros me acompañasteis a mí en busca de mi hermana, me toca devolveros el favor. Al fin y al cabo, ella es parte de vuestro refugio.
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Countdown To The End
Science FictionEn un futuro distópico, donde el fin del mundo se aproxima, el Gobierno inventa una solución para evitar los daños e infecciones que el cambio climático pueda causar en los humanos. Estos son unos microchips neurológicos. Desgraciadamente, a los men...