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(My Mind - Yebba)

Mis padres. Esos a los que tanto amaba, a los que tanto echaba en falta. Esos a los que llevaba en la foto de mi colgante resultaron ser los principales culpables de todo.

La cámara en la que mis padres ordenaron encerrarnos tenía dos salas, un pequeño dormitorio con un par de camas, y otra con una gran cristalera por la que podíamos ver y hablar con los de fuera. Los demás se fueron al dormitorio para dejarme mi espacio y mi tiempo para poder hablar con mis padres. Se me hacía difícil llamar "padres" a dos personas que arruinaron la vida de sus dos hijas y de todo el mundo solo por su capricho.

—Hola, mi vida. ¿Cómo estás? —preguntó mi padre.

—De maravilla, ¿no lo ves? —dije sarcásticamente.

—Hace mucho tiempo que no te vemos...

—Si, y es por vuestra culpa.

No sabían qué decir. No sabían cómo explicarme que nos engañaron diciendo que el mundo se acababa y encerrarnos en un laboratorio sin darnos ninguna explicación para controlarnos la mente con un chip.

—¿Es verdad? ¿Habéis provocado vosotros todo esto?

Asintieron con la cabeza, cabizbajos.

—¿Por qué? ¿Por que hacéis esto? ¡Vosotros erais periodistas!

—Dejamos de dedicarnos al periodismo hace muchos años, cariño, luego empezamos con este proyecto —me aclaró mi madre.

—¿Y qué proyecto se supone que es este?

—Veras, construimos unos chips neuronales que nos permiten controlar el cerebro de cada persona. Quisimos ponerlos a prueba con una gran parte de la población, para ver como funcionaba en grandes cantidades, pero el Gobierno no nos lo permitía. Un socio nuestro, de un buen laboratorio cercano, nos contactó para iniciar juntos este proyecto. Ellos tenían una máquina climatológica de última generación, y como los dos teníamos problemas con la aprobación del Gobierno, decidimos unirnos. Ellos clonaron la máquina y las repartieron por diferentes sitios del planeta. La activaron todas, aun sin la aprobación, y simularon cómo sería el fin del mundo. A causa de eso, nosotros conseguimos la aprobación diciendo que eran chips para "las enfermedades neurológicas que el clima global pudiera traer". Así empezamos nuestro proyecto, queriendo hacer una simulación de si los chips funcionan en caso del verdadero final mundial.

—¿Y lo dices tan tranquilo? —le reproché a mi padre —Estáis arruinando la vida de más de millones de personas. Estáis matando a gente, ¿y lo dices tan tranquilo? ¡Tenéis que parar esto!

—No podemos, Amelia, ya no podemos pararlo. ¿Qué crees que pensara la gente cuando les quitemos los chips y se enteren de todo? Acabarán con nuestra empresa —se excusó mi padre.

—¡Vosotros estáis acabando con la vida de muchos! —me llevé las manos a la cabeza — Decirme que todo esto es una pesadilla, que es una broma pesada o algo así, por favor. Casi no puedo ni miraros a la cara. Estáis matando gente inocente, como Tatiana. ¿Qué coño le hicisteis a la pobre?

—Sabía demasiado. Hay una parte del cerebro que coge fuerza cuando la información que recibe es muy impactante, y el chip no consigue borrar esa información, así que no podíamos implantarlo. Pero tampoco podíamos dejarla para que escapase o les contase a otros operados la verdad y el chip les empezara a fallar, no podíamos arriesgarnos.

Con cada palabra que salía de su boca me quedaba aún más sorprendida, y decepcionada, y enfadada.

—¿Así que decidisteis matar a esa joven inocente? Solo para que no arruinará vuestro perfecto plan.

Countdown To The EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora