005 | pit stop

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cinco de septiembre

agustina's pov

No esperaba encontrarme con Franco en ese momento. Ni siquiera sabía si lo quería o no. Después de la interacción tensa en la celebración de su debut, me había prometido a mí misma que no lo iba a buscar más, que no me iba a dejar llevar por lo que podría haber sido solo un juego de ego de su parte. Pero el destino parecía tener otros planes.

Era tarde, el hotel estaba tranquilo. No había muchos turistas ni empleados rondando a esas horas, y el pasillo parecía aún más silencioso de lo que realmente era. Había tenido un día largo, entre entrevistas y correcciones de última hora de la cobertura de ESPN, y la última cosa que necesitaba era toparme con él. Pero ahí estaba.

Lo vi primero, parado frente a una de las puertas, hablando por teléfono, claramente ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. Su actitud, tan segura como siempre, era la misma de aquella noche. Pero algo en su postura me hizo dudar por un segundo. ¿Estaba un poco más relajado? ¿O era solo mi cabeza jugando conmigo?

Me quedé parada unos segundos, pensativa. La idea de simplemente girar en el pasillo y dejarlo pasar era tentadora, pero había algo en él que me hacía quedarme ahí, observando. La forma en que hablaba, casi en susurros, como si estuviera compartiendo algo que solo le interesaba a él. Un contraste tan grande con la imagen de "Franco Colapinto, el piloto de Fórmula 1", que parecía invencible y siempre rodeado de cámaras.

De repente, el tono de su voz cambió, y me di cuenta de que había terminado la llamada. Levantó la cabeza, y en cuanto nuestros ojos se encontraron, algo se tensó en el aire. No sé si era la incomodidad de la última vez o el hecho de que nos cruzábamos fuera del ámbito profesional. Pero la sensación de estar atrapada entre una conversación superficial y algo más real, algo más humano, era innegable.

—hola, como estas? —dijo, su tono suave

y a este que le picó

—bien, vos? —respondí, evitando mirarlo demasiado, pero sin poder evitar que mi curiosidad saliera a la superficie.

—Bien —dijo, encogiéndose de hombros—. no esperaba verte por acá

—¿Por qué? ¿sos dueño del hotel? —le respondí, con una sonrisa que intentaba ser irónica, aunque la verdad es que estaba un poco molesta con la situación.

—ja, que chistosa—dijo, levantando una ceja, pero su tono no era tan arrogante como la última vez. De alguna manera, parecía... más genuino. —Pero no pensé que alguien como vos se quedaría en un lugar como este.

Lo miré, desconcertada. ¿A qué se refería con "alguien como vos? ¿Qué esperaba de mí? ¿Qué quería que pensara de él? No me gustaba la forma en que hablaba, pero algo en la suavidad de su voz me hizo querer escuchar más.

—¿Cómo "alguien como yo"? —pregunté, sin poder evitar que un poco de curiosidad se filtrara en mi tono.

Franco suspiró, como si intentara encontrar las palabras adecuadas, pero al final no dijo nada más. Simplemente hizo un movimiento con la cabeza hacia el final del pasillo.

—Mucha gente acá no te esperaría.— dijo con una sonrisa cínica

—tenés razón!! —respondí, con la misma sonrisa cínica—. La gente como yo tiene su lugar en cualquier lado.

La conversación quedó en el aire por un momento. Los minutos parecían alargarse entre nosotros, sin saber exactamente qué hacer. Ya no había tensión en el ambiente, pero algo no estaba bien. Franco no era tan seguro como siempre; se veía más vulnerable, como si de alguna manera no quisiera seguir jugando el juego de siempre.

De pronto, rompió el silencio.

—¿Te molesta que esté acá? —preguntó, casi de manera desafiante, pero sin esa arrogancia que me había molestado antes.

Miré sus ojos. Esta vez no había chispas de competición ni provocación. Solo... incertidumbre. Algo en su mirada me desconcertaba, y por un segundo, sentí ganas de decirle que no me molestaba, que en realidad, la gente podía cambiar. Pero no pude.

—No me molesta —respondí, dándole una respuesta que ambos sabíamos que no era totalmente cierta. No sabía si lo que me molestaba era su actitud o el hecho de que estaba cambiando. Y eso era lo que me confundía más.

Franco asintió lentamente, como si estuviera procesando lo que acababa de decir. Luego se pasó una mano por el cabello y miró hacia el pasillo como si estuviera buscando algo en la distancia.

—¿Vas a quedarte mucho tiempo en Monza? —preguntó, sin mirarme. Era una pregunta simple, pero sentí que había algo detrás de ella. Algo más profundo que su habitual tono de piloto confiado.

—no, me quedo a vivir y cubro las carreras por zoom—dios mío mirá las preguntas que hace—me voy mañana para azerbaiyán, hay trabajo que hacer.

—claro obvio—dijo, sonriendo levemente—. Yo también tengo trabajo que hacer. Pero es raro, ¿no? Siempre parece que cuando estoy fuera de la pista, todo cambia. Es como si todo fuera... menos importante.

ahre

La sinceridad en sus palabras me hizo darme cuenta de que tal vez estaba viendo una faceta de él que nunca había visto. La gente famosa, los que están bajo los focos todo el tiempo, tienen una imagen de sí mismos tan construida que a veces se olvida que tienen dudas, inseguridades, o incluso miedos. ¿Era este el verdadero Franco? ¿El chico detrás del piloto ganador? ¿O era solo una máscara que se caía de vez en cuando?

—No es raro —respondí, tratando de sonar más tranquila de lo que realmente me sentía—. Todos tenemos momentos así. Aunque no parezca, la vida fuera de la pista también importa. A veces más que los logros.

Franco me miró en silencio por un momento, como si estuviera procesando mis palabras. Después, asintió nuevamente y sonrió.

—Tal vez. O tal vez solo estoy acostumbrado a que todo gire alrededor de mi próxima carrera.

Por alguna razón, su sonrisa no fue la misma que la noche en la fiesta. Esta vez, era más genuina. Más humana.

Sin embargo, no me dejé llevar. No caí en esa vulnerabilidad que mostraba. No podía. Sabía que detrás de todo eso seguía siendo el mismo piloto arrogante, el mismo chico con el ego grande. Y no iba a dejarme engañar tan fácilmente.

—Me alegra que lo veas así —respondí con una sonrisa cortante—. Pero, como ya te dije, no me interesa demasiado tu mundo.

Franco pareció quedarse un poco pensativo, pero antes de que pudiera decir algo más, me despedí con un gesto corto.

—Nos vemos, Franco —dije, dándole la espalda sin esperar respuesta.

Aunque me alejara, sentí que algo había cambiado. Un giro inesperado, algo que ni yo misma podía entender completamente. Pero algo en el aire había cambiado, y aunque me dijera a mí misma que no lo iba a dejar influir en mi vida, sabía que la historia con Franco Colapinto aún no había terminado.

a fondo | franco colapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora