015 | karma

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veintiocho de septiembre

agustina's pov

Barcelona era el respiro que necesitaba. Entre tanto quilombo de laburo y la locura del paddock, ver a Chiara me venía como anillo al dedo. Era la excusa perfecta para desconectar y, de paso, recargar pilas antes de volver al caos.

Me puse un jean baggy negro gastado, un top negro manga larga ajustado y las adidas campus negras. Dejé listo el bolso de mano con lo esencial: compu, auriculares, pasaporte, y un libro para matar el tiempo en el avión. Por suerte, la valija ya la había armado la noche anterior. Puse todo lo necesario, pero sin exagerar.

Me miré al espejo una última vez antes de salir. No sé por qué siempre me costaba tanto decidir si estaba lista o no. Estaba cansada, pero sabía que Barcelona me esperaba con Chiara, y la idea de escapar de la rutina me ponía de buen humor. O al menos eso intentaba convencerme a mí misma.

Me guardé el celular en el bolso de mano, revisé que el pasaporte estuviera en su lugar y salí por la puerta, cerrándola con un poco más de fuerza de lo necesario, como si la ciudad me estuviera esperando a las 8 de la mañana, con todo listo para arrancar.

En el auto rumbo al aeropuerto, conecté el Bluetooth y dejé que el modo aleatorio decidiera. Apenas arrancó "Needed Me" de Rihanna, subí el volumen. Ese tema tenía algo, no sé, una vibra medio desafiante que me venía perfecto para el mood de ese día. Mientras manejaba, canturreé el estribillo como si el auto fuera mío y no del chofer, que apenas se rió al verme cantar. Cuando el auto se paró frente al aeropuerto, le agradecí al chofer (copadisimo igual), le pagué, baje mis cosas del baúl y caminé en dirección a la entrada del aeropuerto.

El aeropuerto, como siempre, estaba lleno de gente que corría de un lado a otro. En el check-in, todo fue rápido, menos la típica sensación de que siempre te olvidás de algo, que sentí cuando me chequeaban el pasaporte.

Después de pasar por el control de seguridad, (donde me hicieron sacar las zapatillas, que es la peor parte), finalmente llegué a la puerta de embarque. Tenía la esperanza de que, al menos en el avión, podría tener algo de paz. Sabía que Chiara me esperaba con los brazos abiertos, y no quería que nada arruinara esa expectativa.

Cuando al fin me tocó embarcar, fui directo a buscar mi asiento: 26A, al lado de la ventana. Me acomodé con la idea de dormirme apenas despegáramos. Pero el universo tenía otros planes.

El ruido de alguien subiendo al asiento de al lado me sacó la tranquilidad. Levanté la vista sin esperar mucho, y ahí estaba. parecía joda.

—Franco? —largué, entre confundida y ya con ganas de putear al destino.

El sonrió como si se estuviera divirtiendo con mi reacción.

—el mismo— DIOS FLACO CALLATE

—la puta madre, que hacés acá?— dije sin disimular ni un poquito mi disgusto con su presencia

—¿Siempre tan simpática, o es un privilegio reservado para mí? —dijo con una sonrisa cargada de picardía.

Lo miré de reojo, tratando de no darle el gusto de una reacción evidente. —Depende. A veces me supero —respondí, mientras ajustaba el cinturón de seguridad.

—Entonces soy afortunado, ¿no? —Franco se acomodó como si fuera a pasar horas de charla, cruzando los brazos con un aire relajado.

Decidí no responder y saqué mi celular para revisar mensajes, intentando ignorarlo. Pero el silencio no duró mucho.

—A donde viajás?— preguntó

—A Rusia.—dije sarcástica. me pasé de graciosa.

Suspiré, tratando de mantener la compostura. —Mirá, si lo que querés es charla, buscá en otro lado. No estoy de humor.

a fondo | franco colapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora