014 | visible lies

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can't lie to you, baby
wanna feel your body close
you say that you hate me
then tell me shit nobody knows

eyes don't lie | isabel larosa

veinticinco de septiembre

agustina's pov

La tarde transcurría lentamente, pero no lo suficiente como para que se me escapara la hora. Me habían invitado a una fiesta en un club exclusivo de Singapur, organizada por uno de los equipos. Aunque dudé, sentí que era algo que no podía perderme. O al menos, eso me repetía para convencerme de que no era por él.

Entré a la ducha y dejé que el agua caliente relajara un poco mi cuerpo. Pensaba en qué tipo de ambiente encontraría esa noche. Pilotos, mecánicos, prensa... y Franco. Siempre Franco. Aunque intentara no darle demasiada importancia, él siempre encontraba la manera de meterse en mi cabeza, como un molesto ruido de fondo.

Al salir, me sequé el pelo y me lo planché. Elegí un vestido negro largo que me había comprado hace tiempo. Era sencillo, pero con un corte que abrazaba mi figura lo justo para hacerlo elegante. Lo combiné con unos tacos negros y un maquillaje suave, pero con un delineado que hacía resaltar mis ojos. Un toque de perfume, cartera lista, y estaba fuera de la habitación en menos de una hora.

El club era un espectáculo. Las luces neón iluminaban la entrada, y desde la calle ya se escuchaba la música que vibraba en el interior. Cuando llegué, el ambiente estaba cargado de risas, conversaciones en varios idiomas y el sonido de vasos chocando. No tardé en encontrar un par de caras conocidas, entre ellas Gonza, que me saludó efusivamente mientras sostenía un vaso.

—¿Viniste a disfrutar o a trabajar? —preguntó en broma, señalando mi vestido con una ceja levantada.

—Vine porque me harté de quedarme encerrada. A ver si me distraigo un poco —respondí, esquivando el verdadero motivo.

No pasaron ni cinco minutos antes de que lo viera. Franco estaba en una esquina del lugar, hablando con un par de personas de su equipo, sosteniendo un vaso en la mano. Llevaba una camisa blanca remangada y un jean baggy negro; el look casual le quedaba insultantemente bien.

Me acerqué a la barra y pedí un trago. Sentía su mirada desde el otro lado del lugar, pero no estaba dispuesta a ceder y buscar sus ojos. Si quería hablar conmigo, tendría que moverse.

Y, como si hubiera leído mi mente, lo hizo.

—Así que la periodista decidió salir de su cueva!! está bueno tocar pasto de vez en cuando —dijo detrás de mí, su tono cargado de esa provocación que parecía ser su idioma natural.

Suspiré y me giré lentamente, encontrándome con esa sonrisa ladeada.

—Quise comprobar si todas las fiestas de pilotos son tan sobrevaloradas como dicen —respondí, fingiendo indiferencia.

Él rio suavemente, y su mirada me recorrió de una manera que no supe si era intencionada o solo mi imaginación.

—No sé, Agus, tal vez esta sea mejor porque estás vos —soltó, dejando su vaso en la barra.

definitivamente, chamuyo es su segundo nombre.

Lo miré, arqueando una ceja.

—¿Siempre sos así o solo cuando te aburrís?

—Solo con la gente interesante —contestó sin dudar, y por un segundo, tuve que admitir que sabía cómo mantener la conversación entretenida. 

—¿Y qué define para vos a la gente interesante? —le pregunté, cruzando los brazos mientras lo observaba, intentando leer su expresión.

a fondo | franco colapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora