013 | bending the rules

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agustina's pov

El día había terminado, y aunque intentaba descansar, el ruido de mi cabeza no me lo permitía. Caminaba lentamente por el pasillo del hotel, de regreso a mi habitación, cuando una figura conocida apareció al doblar la esquina.

Era Franco.

Llevaba una camiseta negra y un short del mismo color. Su pelo estaba desordenado, como si se lo hubiese pasado las manos mil veces, y tenía ese aire despreocupado que parecía formar parte de su esencia. No esperaba cruzármelo ahí, y mucho menos a esa hora.

—¿Vos también dando vueltas porque no podés dormir? —preguntó, con una sonrisa que mezclaba cansancio y curiosidad.

—Algo así. Necesitaba despejarme —respondí, encogiéndome de hombros mientras seguía caminando.

Para mi sorpresa, comenzó a caminar a mi lado.

—¿De qué necesitás despejarte? —insistió, mirándome de reojo.

—De todo un poco. El ruido, las luces, el trabajo... —dije, intentando sonar casual.

—Ah, claro, la presión de ser periodista en Fórmula 1 —bromeó, con un toque de sarcasmo.

—Y la presión de ser piloto debe ser mucho más fácil, ¿no? —respondí rápidamente, mirándolo con una ceja alzada.

Franco soltó una risa suave, y su expresión se relajó. Nos detuvimos frente a una ventana grande que daba a la bahía iluminada de Singapur.

—A veces sí. Otras veces, no tanto —admitió, apoyándose contra la pared junto a mí.

El silencio cayó entre nosotros, pero esta vez no era incómodo. Había algo raro, algo que no podía terminar de descifrar, en la manera en que me miraba.

—¿Siempre estás a la defensiva conmigo, o es algo especial para mí? —preguntó de repente, su voz baja, casi un susurro.

—No sé, vos decime, ¿siempre intentás incomodar a la gente o es algo especial para mí? —le devolví, cruzándome de brazos.

Su sonrisa se ensanchó, pero esta vez no respondió. En cambio, se acercó un poco más. Apenas unos centímetros, pero lo suficiente para que mi respiración se acelerara.

—Sos interesante, Agustina. Demasiado interesante para alguien que dice que no quiere prestarme atención.

Sus palabras me tomaron por sorpresa. Lo miré fijamente, buscando algún rastro de broma en sus ojos, pero no encontré nada. Solo esa mezcla de curiosidad y algo más que no me atrevía a nombrar.

—Chamuyero es tu segundo nombre, no? —dije, intentando recuperar el control de la situación.

—Solo cuando creo que valen la pena —contestó, inclinando ligeramente la cabeza.

El aire parecía haberse vuelto más denso en ese pequeño rincón del pasillo. Franco dio un paso más hacia mí, acercándose lo suficiente como para que el aroma de su perfume me envolviera. 

—¿Siempre es así de fácil sacarte palabras? —susurró, con esa sonrisa que parecía un desafío constante.

Sentí cómo mi espalda rozaba la fría superficie de la pared. Su mirada bajó brevemente a mis labios, y mi respiración se volvió más superficial. Era como si el mundo se hubiera reducido al pequeño espacio entre nosotros. Todo lo demás dejó de existir por un momento.

Pero justo cuando parecía que iba a decir algo más, el sonido estridente de mi celular vibrando en el bolsillo rompió la tensión como un cristal haciéndose pedacitos. Ambos nos sobresaltamos ligeramente, y Franco retrocedió apenas medio paso, aunque su sonrisa no se desvaneció.

a fondo | franco colapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora