017 | thank you

2.4K 102 35
                                    

treinta de septiembre

agustina's pov

—Dale Agus por favor!—Chiara me miraba desde la puerta del baño, con una sonrisa tan grande que era difícil resistirme.

—No sé boluda, no tengo muchas ganas de salir hoy—

—¡Es una fiesta casual! Nada de vestidos elegantes ni cosas raras. Va a ser divertido, prometo no dejarte sola —dijo, acercándose hasta quedar a mi lado. Me miró con ojos suplicantes—. ¡Vamos, Agus! Necesitás salir un poco.

Suspiré. Sabía que tenía razón. Desde que habíamos llegado, mi vida había girado en torno al trabajo y asegurarme de que Chiara estuviera bien. No me venía mal una noche para relajarme.

—Está bien —dije finalmente, cerrando la laptop. Los ojos de Chiara brillaron de emoción.

—¡Te amo! —gritó, abrazándome antes de salir corriendo hacia el baño—. Me baño primero. ¡Apurate después!

Media hora después, estábamos ambas frente al espejo, arreglándonos. Yo me había decidido por un corset azul, con una pollera negra y unas botas del mismo color, mientras chiara había optado por vestido negro.

—estás guapísima tía —dijo, mirándome de reojo—. Aunque sea una fiesta casual, hay que destacar.

Me reí, sacudiendo la cabeza.

—Es una fiesta, boluda, no una pasarela.

—Por eso mismo. Y bueno, nunca se sabe quién puede aparecer.

Rodé los ojos, pero dejé que me retocara un poco. Chiara estaba emocionada, y no quería arruinarle el momento.

Finalmente, salimos del departamento y tomamos un taxi hacia la fiesta. 

Era en un salón pequeño, decorado con luces de colores que se veían desde la calle. Apenas entramos, me di cuenta de que la música estaba a un volumen que hacía vibrar el suelo. Chiara, en cambio, parecía en su elemento.

—Voy a buscar algo para tomar. ¿Quieres algo? —me preguntó, girándose hacia mí.

—No, estoy bien. Anda, divertite—respondí, dándole un empujoncito.

Chiara se perdió rápidamente entre la multitud, saludando a varias personas que parecían tener su misma energía. Yo me quedé cerca de la barra, con un vaso de coca-cola en la mano, observando cómo bailaban y charlaban a mi alrededor.

Fue entonces cuando me di cuenta de que alguien se había acercado. Un chico, alto, con el cabello oscuro y una sonrisa que intentaba ser encantadora, pero que a mí me pareció un tanto presuntuosa. Se quedó parado a mi lado, sin que yo lo notara hasta que ya estaba lo suficientemente cerca.

—No te he visto por aquí antes —dijo, su voz profunda, cálida, pero con una seguridad que me hizo levantar una ceja.

Lo miré de reojo, intentando mantener la distancia.
—No soy de acá

Él sonrió más ampliamente, como si esa respuesta fuera una invitación.
—Eso lo hace más interesante —respondió, sin apartarse.

Pude notar cómo sus ojos se fijaban en mí con una intensidad que, lejos de ser halagadora, me resultaba incómoda. Intenté dar un paso atrás, pero él se acercó aún más, invadiendo mi espacio personal. Mi mente empezó a alertarme. Algo no iba bien.

—¿Te puedo invitar a algo? —preguntó, como si su oferta fuera irresistible.

Me sentí acorralada. No era la primera vez que un chico intentaba seducirme con palabras bonitas, pero esta vez algo en su actitud me hacía sentir incómoda.
—No, gracias. Pero yo si, a que te vayas —respondí rápidamente, levantando el vaso de refresco, como si eso fuera una señal de que no quería nada de él.

a fondo | franco colapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora