Ecos del pasado

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Hermione Granger no solía prestar atención a los murmullos en los pasillos de Hogwarts. Había aprendido hacía mucho tiempo a ignorar las miradas de reojo de los estudiantes de Slytherin o los cuchicheos sobre su sangre. Pero aquella tarde, mientras regresaba de la biblioteca, un susurro captó su atención de manera inesperada.

—Es imposible… No puede ser ella —dijo una voz familiar. Era Pansy Parkinson, la compañera de Slytherin que desde su primer día en Hogwarts había sido una de sus mayores detractoras. Pansy estaba en un rincón, susurrando con Daphne Greengrass, pero lo que la hizo detenerse fue el tono desconcertado de Pansy, algo raro en la chica siempre tan altiva.

Hermione sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero decidió no darle importancia. Lo que sea que estuviera pasando en Slytherin, no era su problema.

Al llegar a la sala común de Gryffindor, Harry y Ron ya la estaban esperando junto a la chimenea. Era una de esas noches en que las tareas del quinto año parecían interminables, y aunque estaban agotados, sabían que no podían darse el lujo de relajarse. Sin embargo, esa noche Hermione no podía concentrarse. Había algo en la forma en que Pansy había pronunciado esas palabras que la inquietaba.

—¿Hermione? —la voz de Harry la sacó de sus pensamientos—. Has leído esa misma página al menos tres veces.

—¿Qué? Ah, lo siento —murmuró ella, cerrando el grueso libro de Encantamientos Avanzados. No podía sacarse el susurro de Pansy de la cabeza.

Harry la observó, preocupado, pero no insistió. Sabía que, cuando Hermione estaba distraída, era mejor dejar que hablara cuando estuviera lista.

Esa misma noche, cuando todo el castillo estaba en silencio, Hermione no pudo conciliar el sueño. Decidió dar un paseo por los pasillos oscuros de Hogwarts. Caminaba en silencio, perdida en sus pensamientos, cuando algo la detuvo de golpe.

En un rincón del pasillo, una carta sin remitente descansaba en el suelo, justo frente a ella. Hermione frunció el ceño, insegura de si debía recogerla, pero la curiosidad la venció. Era extraño que una carta apareciera así, de la nada.

Con dedos temblorosos, rompió el sello y comenzó a leer:

"Hermione,
El tiempo de la verdad ha llegado. No todo es como parece. La sangre que corre por tus venas no es la de los Granger. Busca en los archivos del Ministerio de Magia. La verdad sobre tu pasado está más cerca de lo que crees.
— Un amigo"

Hermione sintió que el suelo bajo sus pies desaparecía. ¿Cómo que "la sangre que corre por tus venas no es la de los Granger"? Era ridículo, ¿verdad? Pero la carta se sentía extrañamente personal. ¿Quién la había escrito? ¿Y por qué ahora?

Con el corazón acelerado, Hermione se guardó la carta en el bolsillo y corrió de regreso a la sala común. Apenas cerró la puerta de su habitación, la sacó de nuevo y la releyó bajo la luz de su varita. Intentó racionalizar lo que decía. Era imposible. Ella era una Granger. Lo había sido siempre. Pero algo en su interior se removía, una inquietud que no podía ignorar.

Los días siguientes fueron una tortura. No podía concentrarse en clase, ni siquiera en sus deberes. La carta ocupaba cada uno de sus pensamientos, y pronto, la curiosidad se convirtió en necesidad. Tenía que saber la verdad.

Una tarde, sin decirle a Harry ni a Ron, Hermione fue al archivo de Hogwarts. Sabía que los registros de adopciones mágicas se guardaban allí. No estaba del todo segura de lo que estaba buscando, pero algo le decía que las respuestas estaban en esos documentos antiguos.

Después de horas buscando entre los registros polvorientos, finalmente encontró lo que no quería creer. Su nombre, Hermione Jean Granger, aparecía en un registro de adopción. Fue adoptada por los Granger cuando era solo un bebé. Y el nombre de sus padres biológicos… Hermione casi dejó caer el pergamino al leerlo.

Apollonia y Lysander Parkinson.

Su respiración se detuvo. Pansy Parkinson… ¿Hermana?

El mundo entero pareció desmoronarse a su alrededor. Todo lo que sabía, todo lo que creía ser, era una mentira. Hermione se dejó caer en una silla cercana, tratando de procesar lo imposible. No solo era adoptada… sino que era una Parkinson, una sangre pura de una familia vinculada a Slytherin, una familia que siempre había despreciado todo lo que ella representaba.

Mientras el peso de la revelación la aplastaba, un pensamiento cruzó su mente: ¿Cómo le diría a Harry y a Ron que ella, la orgullosa hija de muggles, era en realidad hermana de una de las personas más detestables que conocían?

Esa noche, el silencio en la Sala Común de Gryffindor era espeso. Hermione no había dicho nada. No estaba lista. No podía ser verdad. Pero lo era. Lo sabía. Y lo que eso significaba aún estaba por desentrañarse.

Al otro lado del castillo, en la Sala Común de Slytherin, Draco Malfoy observaba a Pansy Parkinson. Ella estaba extrañamente callada desde hace días. Si él supiera lo que ella acababa de descubrir, tal vez habría entendido el motivo de su inquietud. Su hermana perdida había sido encontrada. Y esa hermana no era otra que Hermione Granger.

Las Sombras De La Sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora