"en la encrucijada"

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Las semanas habían transcurrido como un río silencioso, llevando consigo las emociones de Narcissa Malfoy. Había pasado un tiempo desde aquella acalorada discusión con Lucius, donde la verdad se había desnudado en toda su crudeza. La revelación de su infidelidad había dejado cicatrices profundas, y con el corazón latiendo con fuerza, se había ido a vivir con Andrómeda, su hermana, quien la había recibido con los brazos abiertos y un refugio en su hogar.

Ahora, sentada en la oficina de la directora de Hogwarts, Narcissa miraba a través de la ventana, observando cómo el viento movía las hojas de los árboles en el jardín. Su mente estaba repleta de pensamientos turbulentos y recuerdos de un matrimonio que había sido más una prisión que un refugio. La luz del sol se filtraba a través del cristal, iluminando su rostro pálido, y en sus ojos se reflejaba la determinación de una mujer que, finalmente, tomaba las riendas de su vida.

El sonido de pasos interrumpió su ensimismamiento. , su hijo, entró en la oficina con su habitual porte majestuoso, pero hoy había un destello de preocupación en su mirada. Se detuvo frente a ella, y en ese momento, el aire se cargó de una tensión palpable. Narcissa sabía que tenía que ser fuerte; lo que tenía que decir no solo cambiaría su vida, sino también la de su hijo.

—Madre, ¿qué te trae aquí? —preguntó, su voz suave pero inquieta.

Narcissa respiró hondo, sintiendo el peso de sus palabras. Con una voz firme, comenzó a desvelar la verdad que había mantenido oculta por demasiado tiempo. Habló de su decisión de divorciarse de Lucius, de cómo no podía seguir viviendo en una mentira. Sus palabras fluyeron como un torrente, cada una de ellas liberando el dolor acumulado.

—Recuerdo el día en que lo descubrí todo —comenzó, su voz temblando ligeramente—. Estaba en casa, y escuché murmullos provenientes de nuestra habitación. Me acerqué sigilosamente, y cuando miré a través de la puerta entreabierta, ahí estaban: Lucius y otra mujer. Sus risas, sus miradas cómplices… Todo se desmoronó en un instante. Nunca pensé que mi vida pudiera cambiar de esa forma.

Draco la escuchó en silencio, asimilando la noticia. Sus ojos, normalmente tan fríos y calculadores, ahora reflejaban una mezcla de emociones. Aceptó la decisión de su madre con un asentimiento, pero la rabia burbujeaba en su interior.

—No puedo creer que haya llegado a esto —dijo finalmente, su voz tensa—. Sufro por ti, madre. No debería tener que pasar por esto.

Narcissa sintió una punzada en su corazón. Sabía que su hijo se preocupaba por ella, pero también comprendía que su liberación significaba un dolor para él.

—Draco, es hora de que ambos seamos libres —replicó Narcissa—. Es lo que merecemos.

Pero la revelación no había terminado. Con un nudo en el estómago, Narcissa decidió contarle a su hijo sobre la amante de su padre. Al pronunciar el nombre de Sombra Rosier, el aire pareció helarse en la habitación. La mirada de Draco se oscureció, y su incredulidad se transformó rápidamente en rabia.

—¿Sombra? ¿La misma que ha estado cerca de nuestra familia? —su voz era un susurro, pero la furia que contenía era palpable—. ¿Y está embarazada?

Narcissa asintió, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. La revelación de que la amante de Lucius estaba esperando un hijo, un hijo que llevaría el apellido Malfoy, era un golpe devastador. Draco se quedó en silencio, su mente trabajando a mil por hora mientras asimilaba la enormidad de la situación.

—Esto es... —comenzó, pero las palabras se atascaban en su garganta.

La oficina, antes un lugar de refugio, se había convertido en un campo de batalla emocional. Narcissa y Draco compartían una conexión profunda, pero la sombra de Lucius y su traición se cernía sobre ellos como un manto oscuro. En ese momento, ambos comprendieron que su vida familiar nunca volvería a ser la misma. Pero, al mismo tiempo, un nuevo capítulo se abría ante ellos: uno donde podrían forjar su propio destino, lejos de las cadenas que los habían mantenido atados.

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