"pactos oscuros y promesas eternas "

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La mañana siguiente, la Mansión Malfoy estaba bañada por la luz del amanecer, pero en su interior, las sombras de la noche anterior aún persistían. Hermione no había dormido bien. Los ecos de las conversaciones, las miradas inquisitivas y los secretos velados la mantuvieron despierta, su mente dando vueltas sin descanso. Había demasiadas preguntas sin respuesta, y cada minuto que pasaba la llevaba más cerca de la verdad, pero también del peligro.

Estaba sentada en uno de los sillones del salón privado que Narcissa había dispuesto para ellas, observando cómo los rayos de sol luchaban por atravesar las gruesas cortinas. El silencio en la sala era denso, pero estaba a punto de ser roto.

Draco entró en la habitación, y Hermione alzó la mirada. Se notaba el cansancio en su rostro, pero también había algo más. Sus ojos grises la observaban con una intensidad que la hizo sentir un ligero estremecimiento.

—¿Cómo estás? —preguntó, su tono suave, algo inusual en él.

Hermione le dedicó una leve sonrisa, aunque no llegó a sus ojos.

—Confundida. Pero más determinada que nunca. Necesito saber qué está pasando realmente.

Draco se acercó, sus pasos resonando en el suelo de mármol. Se sentó frente a ella, observándola detenidamente.

—Todo esto es mucho para ti —murmuró—. Pero no tienes que enfrentarlo sola.

Las palabras de Draco la tomaron por sorpresa. Había una suavidad en su voz que no esperaba, y por un instante, sus miradas se encontraron. El mundo exterior parecía desvanecerse, dejando solo a ellos dos en esa habitación cargada de tensiones no dichas. Draco estiró una mano y la colocó sobre la de ella. El calor de su piel la ancló al momento, trayendo un poco de calma a su mente.

—Gracias —susurró Hermione, dejando que sus dedos rozaran los de Draco. Era un gesto pequeño, pero significativo. Durante tanto tiempo, habían estado en lados opuestos, y ahora... esto era diferente. Había una conexión que no podían negar.

Draco la observó en silencio por unos segundos más antes de hablar.

—Sabes que siempre he sido un cobarde —dijo de repente, su voz baja, pero firme—. Durante mucho tiempo, me dejé llevar por lo que mi familia, por lo que Lucius, creían que era correcto. Pero no puedo seguir haciendo lo mismo. No ahora.

Hermione lo miró fijamente. Había algo en la manera en que Draco estaba siendo tan vulnerable que hizo que su corazón latiera más rápido.

—No eres un cobarde —replicó ella—. Has cambiado, Draco. Lo puedo ver. Y lo que importa es lo que elijas hacer ahora.

Draco bajó la mirada por un momento, como si estuviera debatiendo consigo mismo. Luego, levantó la mano que sostenía la de Hermione, y con delicadeza, la llevó a sus labios. El gesto fue tan inesperado que Hermione sintió un calor subir por su rostro.

—Lo que elijo ahora —dijo en voz baja— es estar a tu lado. No solo porque esto involucra a Pansy o a mi familia. Sino porque… no puedo dejar que pases por esto sola.

Hermione sintió que su corazón se aceleraba. Había algo profundamente honesto en sus palabras, algo que no había visto en él antes. Sabía que el Draco Malfoy que tenía delante era diferente del chico que había conocido en Hogwarts. Este Draco estaba mostrando una faceta de sí mismo que no muchos habían visto.

—Draco... —murmuró, su voz temblorosa.

Él levantó la mirada, y sus ojos grises la atraparon de nuevo, llenos de una mezcla de ternura y preocupación. Por un momento, el tiempo pareció detenerse, y todo lo que Hermione pudo escuchar fue el sonido de su propia respiración, y el latido acelerado de su corazón. Sin darse cuenta, ella se inclinó hacia él, acortando la distancia entre ambos.

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