—¡Rápido, Arin! Tenemos que salir ahora o papá nos pillará —susurró mi hermano con urgencia mientras se deslizaba por la ventana de su habitación. No era la primera vez que lo veía hacerlo. Dudé por un segundo, consciente de las consecuencias que podrían surgir si nos descubrían, pero, ¿no que confiaba siempre en él?
Tomé aire y, con el corazón acelerado, salí tras él, sintiendo la brisa nocturna acariciar mi rostro. El aire fresco me llenó de adrenalina. Al mirar hacia abajo, lo vi señalando un coche que nos esperaba en la carretera y una sonrisa confiada iluminaba su rostro.
—¡Ahí está! Vamos, Arin, baja —me animó. Observé cómo bajaba con agilidad por la enredadera que cubría la pared, como lo había hecho mil veces antes. Tragué saliva y me preparé para hacer lo mismo. Deslicé mis manos por las ramas y poco a poco descendí hasta que mis pies tocaron el césped con suavidad.
—¡Muy bien! —me felicitó con orgullo en sus ojos. Sentí una oleada de satisfacción al ver su sonrisa de aprobación. Había conseguido hacerlo, y mi hermano estaba orgulloso de mí.
Nos agachamos, tratando de evitar ser vistos. Desde allí, pude ver a través de la ventana del salón. Mamá estaba tumbada en el sofá, absorta en la lectura de un libro, mientras papá hablaba por teléfono con el ceño fruncido, como siempre.
Nos deslizamos hasta el coche, uno que no me era tan desconocido. La puerta se abrió, y una chica, amiga de mi hermano, me sonrió desde el asiento del conductor.
—Hoy viene con nosotros —anunció él con una sonrisa mientras se sentaba a su lado.
—Seguro que te lo pasarás bien —dijo ella, dándome una mirada de apoyo mientras arrancaba el motor.
—Seguro que sí —respondí. Me puse el cinturón mientras el coche comenzaba a moverse, y en cuanto el motor rugió, subió el volumen de la música. El sonido de la canción, el viento que entraba por la ventana, y la sensación de velocidad hicieron que algo en mi interior despertara. Era una emoción que nunca antes había experimentado.
Miré a mi hermano. Él también estaba disfrutando del momento, con una sonrisa tan grande que parecía capaz de desafiar cualquier situación. Extendió la mano y chocamos las nuestras con fuerza. Esa noche habíamos conseguido escapar sin que nuestros padres se dieran cuenta.
—¡Que les den! —gritó mi hermano por la ventana, sus palabras llevadas por el viento. Sabía exactamente lo que sentía. Estaba harto de las obligaciones, de las expectativas imposibles, de ser el hijo que mis padres querían que fuera.
Sentí cómo el latido de la música se sincronizaba con el de mi corazón, y el viento me despeinaba mientras nos alejábamos de todo lo que nos ataba. Era un momento de libertad pura.
Y en ese coche, bajo el cielo nocturno, entendí por primera vez que esa noche no éramos los hijos perfectos que nuestros padres querían.
Esa noche, éramos simplemente nosotros.
...
¿Jungkook se alegraba de que yo estuviera ahí? La verdad es que fue lo último que esperaría escuchar de él. Y joder, esa sonrisa con la que lo dijo me dejó por unos segundos totalmente atontada.
—¿Qué miras tanto? —preguntó, con una sonrisa divertida, claramente disfrutando de mi desconcierto.
Reaccioné de inmediato, notando como me ruborizaba.
—Nada —dije rápidamente, apartando mi mirada de la suya, tratando de recuperar algo de compostura.
Justo en ese momento, una chica subió al escenario y captó la atención de todos los presentes. Su voz resonó por los altavoces, animando al público y anunciando el siguiente grupo que tocaría esa noche. El ambiente cambió al instante, con las luces atenuándose y el sonido de la multitud creciendo en expectación. Me tomé unos minutos para observar mi alrededor, este lugar me recordaba mucho a otro sitio y sentí que algo se me removía por dentro.
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Atados Rebeldes » Jeon Jungkook
FanfictionArin, una chica rebelde de 17 años, es enviada a un internado mixto para corregir su comportamiento y, aunque al principio se enfrenta a Jungkook, el chico más travieso del centro, su perspectiva cambia al descubrir una conexión inesperada. Juntos v...