01 - Primeras impresiones

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El silencio en el coche era incómodo, demasiado. Mi madre intentaba hablarme quitándole importancia al hecho de que, básicamente, mis padres me están mandando a un internado.

¿Tan poco les importaba?

—Si te mandamos al internado es porque realmente creemos que será lo mejor para ti —dijo mi padre mirándome a través del espejo a la vez que conducía, queriendo quitarme la idea de yo tenía en mi cabeza sobre ellos.

—Sí, te vendrá bien —añadió mi madre con una sonrisa forzada que no alcanzaba sus ojos.

¿Encima debería agradecerles? ¿Agradecerles por separarme de mis amigos y la vida que tenía en el barrio donde vivía? No tenía ganas de dirigirles la palabra. De hecho, creo que no les podría perdonar nunca por esto. Básicamente, siento que me van a abandonar. Y es así, aunque ellos se nieguen a admitirlo. Pero bien que van a aprovechar para viajar y gastarse el dinero en caprichos mientras yo iba a estar aquí encerrada. Tenía por seguro que el día que saliera de aquí me alejaría de ellos y nunca más sabrán de mí.

No era justo.

Claro, mis "travesuras" tampoco ayudaron a mi caso. Las bromas pesadas que organizaba con mis amigos y las movidas en el instituto no pasaron desapercibidas. El incidente con los petardos en el gimnasio, la pelea con Chul en la que acabé suspendida por una semana y la broma del cubo de pintura para la profesora de química que me tenía manía fueron la gota que colmó el vaso, creo. Supongo que emborracharme hasta casi terminar en coma etílico tampoco paso inadvertido... Pero bueno, no es que me importe mucho.

¿Qué esperaba la gente? Me aburría las clases, esos profesores mediocres, esos alumnos pesados que me criticaban, la vida aburrida después de clase, en la que supuestamente tenía que encerrarme en mi cuarto a estudiar... Me superaba, yo necesitaba algo de emoción. Pero claro, para mis padres eso era inaceptable.

Solución fácil: meterme en un internado lejos de todo lo que conozco.

Miré por la ventana, observando las casas y las tiendas que poco a poco iban quedando atrás. No podía evitar sentir un nudo en el estómago. No sé qué me esperaba en ese internado, pero seguro que no sería nada bueno.

Al rato, el coche paró delante de un edificio muy grande. No había visto cómo era el sitio, pero me imaginé que ya habíamos llegado. Había muchos jóvenes, con sus familias, despidiéndose y entrando al edificio. De repente, mi madre me asustó apareciendo por detrás.

—Está muy bien equipado ya verás que aquí no te aburrirás. Al menos harás algo provechoso en tu vida —me dijo con una sonrisa engreída. La miré con cara de póker; no me hacía gracia su humor.

—Hija —me llamó mi padre dejando mis maletas a mi lado. No sé cómo había conseguido meter toda mi vida en dos maletas enanas—. Cuídate.

—No nos odies por esto —habló ahora mi madre acercándose a mi padre. Yo creo que estaban a punto de celebrar mi abandono. Ni sus ojos reflejaban una pizca de pena hacía mí—. Intentaremos venir a verte los días libres.

Asentí con la cabeza, sarcástica. Realmente me sentí muy mal, pero no iba a llorar, menos delante de ellos. Así que, aclaré la garganta y cogí mis pesadas maletas.

—Por favor, pórtate bien —me pidió mi padre, con una mirada casi suplicante que me sorprendió por un instante.

—Sí, claro —respondí, intentando ocultar mi enfado.

Con cada paso que daba hacia el internado, sentía el peso de la realidad hundiéndome. La puerta de entrada era enorme, de madera oscura y con detalles ornamentales que daban una sensación opresiva. Dentro, un vestíbulo amplio, repleto de alumnos. Al fondo, una mujer con una expresión severa y una postura rígida se destacaba entre el bullicio.

Atados Rebeldes » Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora