Capítulo XVII

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   "Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz."

   Cerré la Biblia de golpe cuando leí aquello. La dejé sobre la mesita de noche, analizando sus palabras y sabiendo que Dios se había atrevido, con descaro, a hablarme a través de su palabra.

   Reposé mi cabeza en la almohada y saboreé mis labios al recordar a Paul.

   «Dios, lo siento...»

   Me giré, estirando mi mano hacia el cajón para abrirlo y sacar la cara que Paul me había dado.

   Mordí mi labio inferior pensando en si sería buena idea abrirla y leerla.

   De alguna manera deseaba hacerlo pero por otro lado no quería saber lo que había sufrido. Tal vez era eso lo que me detenía.

   —Pero en algún momento tengo que hacerlo.

   Me armé de valor y comencé abrir el sobre.

   El timbre sonó, interrumpiéndome. Me levanté de la cama, guardé la carta en su lugar y caminé hacia la sala bajando las pequeñas escaleras de dos en dos.

   Abrí la puerta y esbocé una sonrisa involuntaria al ver a Paul. Estaba tan lindo con ese suéter naranja y esos pantalones color ocre, que estuve aproximadamente unos cinco segundos mirando su cuerpo.

   Recordando oculté mis piernas pálidas tras la puerta, puesto que los short que llevaba eran demasiado pequeños.

   —Hola, Paulie...

   —Madre Superiora, ¿cómo está?

   Me puse serio y le cerré la puerta en la cara sólo para escucharlo protestar.

   —¡John, era sólo una broma!

   Reí a carcajadas, volviendo abrirla. Paul tenía su ceño muy fruncido.

   —Idiota...

   —Pasa, tonto —me hice a un lado, dejándole el camino libre—. Esperaba a cualquier persona menos a ti.

   —Tenía que ir al hospital esta noche —contestó—, pero un compañero dijo que intercambiáramos guardias así que accedí. Tendrás que soportarme hasta mañana en la mañana.

   —No tengo ningún tipo de problema con eso. Pero... ¿y Robert?

   Paul cerró la puerta detrás de su espalda, dejando, seguidamente, su mochila y una chaqueta en el sofá.

   —Te preocupas más por Robert que yo.

   —Es que no quiero que haya más problemas...

   —Está en casa. —Contestó—. Piensa que estoy en el hospital porque no le dije nada. Quiero estar contigo.

   Caminó hacia mí con sus brazos extendidos y me abrazó. Correspondí sujetando su cintura y acariciando su espalda mientras le daba un beso en la mejilla.

   De nuevo paz.

   Al separarnos nos dimos un besito corto en los labios teniendo nuestras manos entrelazadas.

   —Te queda bonito esos shorts.

   —¿Ah, sí? Tú también te verías genial con unos así.

   —Bueno, quítatelo y dámelo.

   Lo miré serio y Paul se rió mientras me abrazaba otra vez. Terminé soltando una risita antes de volver a besarlo.

   —¿Cenaste? —preguntó mientras iba al sofá y abría la cremallera de su bolso.

   —Uh, no.

Forgive me ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora