Argumento:
Para evitar que aquella periodista publicara una exclusiva que dañara a su grupo musical, Harry la secuestró. La cuestión era que aquella mujer no era periodista...
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CAPITULO Uno
«Ya está ahí otra vez», se dijo Harry Styles mirando desde la ventana al refugio de esquiadores que quedaba un poco más abajo. Su cabaña estaba en lo alto de una pequeña colina lo suficientemente alejada para darle la intimidad que necesitaba para componer, pero al parecer seguía estando al alcance de los prismáticos de aquella joven que miraba hacia la ventana de su salón.
Estaba acostumbrado a despertar curiosidad. Como cantante del grupo de rock Desperado y antiguo jugador de los Dallas Cowboys, Harry había tenido ya más que suficiente adulación de las mujeres. Al principio, antes de su matrimonio y posterior divorcio, había sido halagador para un chico de Texas como él, pero ahora no era ya más que una molestia. Ya había tenido una dosis cumplida de amor, y más que cumplida de jovencitas enamoradizas buscándolo en él.
Suspiró y se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros. Tenía ya treinta y ocho años, pero físicamente no aparentaba más de treinta; seguía teniendo un cuerpo atlético y en buena forma, pero era su cara lo que asustaba a la gente.
Lucía una espesa barba, y aunque llevaba siempre el pelo escrupulosamente limpio, se lo había dejado crecer hasta la altura de los hombros. No era mal parecido, pero resultaba imposible apreciarlo. Le gustaba el camuflaje, sobre todo porque mantenía alejadas a la mayoría de las fans del grupo.
Y no es que ninguno de los otros componentes del grupo tuviese mejor aspecto que él, excepto Amanda, claro. Los otros tres hombres de la banda, Deke, Jack y Johnson, tenían un aspecto tan poco respetable como el suyo propio, pero la música de Desperado ganaba premios, y sus conciertos en directo estaban solicitadísimos.
El problema era que Amanda estaba embarazada; iba a ser su primer hijo con su marido, Quinn Stutton, y los dos juntos con Elliot, hijo de Quinn, vivían en Wyoming. Estaban todos bastante preocupados porque el embarazo de Amanda había estado lleno de complicaciones, hasta el punto de que había tenido que terminar por guardar cama para no perder el bebé, lo que había significado la propagación de rumores de una supuesta ruptura de la banda. No había quedado más opción que dejar que la gente lo creyera, o hacer saber que Amanda tenía de verdad serias dificultades. Nadie había optado por la segunda solución, que le habría acarreado una nube de reporteros persiguiéndola día y noche. Hasta aquel momento, habían conseguido mantener en secreto el lugar exacto de Wyoming en el que vivían, y él se había marchado allí, a las montañas de Colorado, alejado de los estudios del grupo. Los periodistas le habían acosado de tal manera que había tenido que escapar de los estudios de Nueva York donde el grupo hacía algunas de sus grabaciones, y ya que era imposible acercarse a casa de Amanda por miedo a conducir a los periodistas hasta ella, había acudido a aquella cabaña en Colorado como solución última.
Estaba allí para trabajar en una nueva canción que esperaba pudiese ganar otro premio. La música ya estaba compuesta, y ahora era cosa de él encontrar la letra, pero no le estaba resultando demasiado fácil. Preocuparse por Amanda y el futuro del grupo no era una buena influencia para su creatividad.
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Quizás estuviera trabajando demasiado duro. Necesitaba un descanso. Además, la mujer aquella del refugio le estaba poniendo los nervios de punta. Tenía que saber si se trataba de una periodista intentando espiarle y encontrar la forma de despistarla y de evitarle a Amanda el acoso de los medios de comunicación.
Se metió su parka y con su Bronco blanco bajó hasta el refugio, con las cadenas de las ruedas golpeteando contra el asfalto cubierto de nieve. El mal tiempo había sido una constante durante todo el mes de enero en aquella zona, y las temperaturas habían sido tan bajas que ni siquiera se había podido esquiar, así que cuando llegó al refugio, lo encontró medio vacío. La gente que había decidido salir, ya lo había hecho, y sólo unos cuantos optimistas resistían allí, esperando que aquellas temperaturas árticas remitiesen un poco para poder esquiar.