Capítulo 10

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La semana había sido un torbellino de emociones y desesperación. Mi suspensión de la universidad me hacía sentir como si estuviera atrapada en un agujero del que no podía salir. Aunque faltaba solo esta noche para regresar, la idea de enfrentar a todos después de las acusaciones falsas me aterraba.

Era noche así que decidí darme una ducha caliente para despejarme un poco. El agua corriendo sobre mi piel era lo único que parecía aliviarme, aunque solo fuera temporal. Después, me puse el primer pijama que encontré y me dejé caer en la cama, intentando sumergirme en el collage que tenía que terminar para la universidad. Solo quería distraerme.

Así que llamé a Sofía

Mientras hablábamos, me di cuenta de algo raro. A través de la cámara, vi a Lucía, la hermanastra menor de Sofía, pasar detrás de ella más de una vez, como si estuviera rondando. Lo que me llamó la atención no fue solo eso, sino la expresión en su rostro, algo extraño, como si estuviera nerviosa o espiando.

—Oye, Sof... ¿Qué está haciendo Lucía? —pregunté, tratando de sonar casual, pero no podía quitarme esa sensación de incomodidad.

Sofía se giró, ligeramente desconcertada.

—¿Lucía? —dijo en voz baja, como si acabara de notar lo mismo que yo—. No debería estar despierta a estas horas y sabes que odio que invadan mi privacidad, pero incluso a estado actuando raro estos días, un poco... inquieta.

—La vi pasar un par de veces por tu puerta, como espiándote —añadí, intentando darle a entender que algo no estaba bien. No era normal que Lucía estuviera merodeando por la habitación de Sofía tan tarde y con esa actitud extraña.

Sofía guardó silencio un momento, y su mirada se endureció, como si de repente todo hiciera clic en su mente.

—Espera un segundo —me dijo en voz baja, luego cubrió el micrófono del teléfono, pero aún podía escucharla decir algo rápido—. Lucía, ya sé que estás ahí, ¿qué haces?

No alcancé a oír la respuesta, pero Sofía regresó a la llamada.

—Voy a colgar, Zoe. Necesito averiguar qué está pasando. Esto ya me preocupó. Te escribo en cuanto sepa algo, ¿vale?

—Claro —respondí, pero la preocupación en mi voz era palpable—. Cuídate, Sof.

Ella colgó antes de que pudiera decir algo más. Me quedé mirando el celular, una sensación de inquietud recorriendo mi cuerpo. Lucía siempre había sido reservada, pero esto era diferente. Algo estaba pasando, y no era solo Vanessa quien estaba involucrada.

Me recosté en la cama, pero ahora mi mente estaba más activa que nunca. Entre los planes de Vanessa y el comportamiento extraño de Lucía, la situación parecía volverse cada vez más confusa. Estaba claro que necesitaba hablar más con Sofía al día siguiente para descubrir qué estaba ocurriendo realmente.

No puedo dormir otra vez. Miro el reloj y pasan de las dos de la madrugada, pero mis pensamientos no me dejan descansar. Siento el peso de la oscuridad en la habitación, como si todo lo que intento olvidar regresara más fuerte. Vanessa... todo lo que me ha hecho no se va de mi mente. Esa acusación, esa mentira absurda que ha logrado que toda la universidad me mire con desconfianza. Me atormenta.

No puedo dejar de pensar en lo injusto que es todo. ¿Cómo es posible que alguien tenga tanto poder para manipular las cosas, para destruir la reputación de otra persona sin una pizca de remordimiento? Me siento impotente, atrapada en una pesadilla de la que no sé cómo salir.

La presión en mi pecho crece y sé que necesito calmarme. Decido levantarme de la cama y caminar hacia el baño. El frío del suelo me hace estremecer, pero de alguna manera me mantiene conectada al presente. Prendo la luz, pequeña y suave, y el espejo refleja mi rostro cansado. Mis ojos azules están llenos de ansiedad, mi cabello rubio algo desordenado.

Rivales y Amantes en la Ciudad EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora