Capítulo 12

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Al llegar a casa después de un día agotador, el alivio me inundó al ver mi carro estacionado y en perfectas condiciones. Me acerqué y noté una nota en el parabrisas. La tomé y la leí con una sonrisa que crecía en mi rostro:

"Mi querida princesa, desde el momento en que ocurrió ese incidente, no pude pensar en otra cosa más que en tu bienestar. Mandé a reparar tu carro para que puedas volver a recorrer tus caminos con la misma tranquilidad de siempre. Para mí, no hay nada más importante que saber que estás segura y cuidada en cada trayecto. Recuerda siempre que te amo más de lo que las palabras pueden expresar, y que tu felicidad y salud siempre serán mi prioridad. Con todo mi amor, Mamá."

Sonreí, agradecida de tener la mamá que tengo, guardé la nota en el bolsillo de mi chaqueta, sintiendo una calidez en el corazón, y entré a la casa. Al instante, mamá se asomó desde la cocina, con una sonrisa que parecía iluminar todo el lugar.

—¡Zoe, cariño! ¿Cómo te fue hoy? —preguntó, limpiándose las manos en el delantal.

Dejé mi bolso en el suelo y me acerqué a la cocina, dejándome caer en una silla mientras soltaba un suspiro.

—Ha sido un día largo, mamá. Pero gracias por lo del carro. —La miré con gratitud—. Ya sabes cuánto significa para mí. Amo usar el tuyo, pero el mío... tiene un valor especial. Es como si llevara todas mis aventuras contigo, desde el primer día que me acompañaste a probarlo.

Mamá se acercó y tomó mi mano, apretándola suavemente.

—Lo sé, amor. Ese carro no es solo un medio de transporte; es una extensión de ti. Desde aquel primer paseo hasta las veces que salimos a escuchar música juntas, ha sido parte de tu vida —dijo, sus ojos llenos de cariño—. Por eso me aseguré de que volviera a estar perfecto para ti.

Sonreí, sintiendo una mezcla de gratitud y nostalgia.

—¿Te acuerdas de cuando me enseñaste a conducir? —dije, riéndome un poco—. Estabas más asustada que yo y no dejabas de repetir "frena, frena" aunque íbamos a diez kilómetros por hora.

Mamá se unió a mi risa, sacudiendo la cabeza.

—No podía evitarlo. Eras tan pequeña, y yo solo quería protegerte de todo —confesó—. Pero te has vuelto muy buena conductora, aunque eso no me quita el susto cada vez que sales sola.

—Pues tú siempre has sido mi copiloto preferida —admití, con una sonrisa tierna—. Incluso ahora que no siempre estás físicamente ahí, siento como si tu voz me acompañara en cada viaje.

Nos quedamos en silencio un momento, disfrutando de la conexión que siempre hemos tenido. Entonces finalmente proseguí con el verdadero tema.

—El problema con Vanessa ya está solucionado. Todo se resolvió gracias a las pruebas que logré conseguir y finalmente se pudo aclarar todo. No fue fácil, pero al menos ahora puedo respirar y estar tranquila —dije, sintiendo un alivio al hablar de ello.

Mi mamá me abrazó con fuerza, su alivio reflejado en su rostro.

—Eso es maravilloso, Zoe. Sabía que todo se solucionaría —dijo, besándome en la frente—. ¿Y qué hay del intercambio? ¿Hay novedades?

Hice una pausa, sabiendo que esta parte sería más difícil de explicar para mi, porque se que a mamá le emocionaría la idea.

—Bueno...después de resolver el problema yo ya me iba a ir de la oficina pero el director me dijo que espere y vuelva a sentarme, que tenía una noticia importante que darme, entonces llamó a alguien desde su celular y en unos minutos llegó Erick y... —hice una pausa, dudando cómo continuar—. Ahora tendremos que compartir departamento durante todo el viaje.

Rivales y Amantes en la Ciudad EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora