Prólogo

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¿Alguna vez te has preguntado cómo sería la vida si las personas dejaran de verte como una extraña? ¿Si alguien realmente te viera tal como eres y no te evitara? Imagina que dejas de sentirte juzgada constantemente, que las miradas no te persiguen y que las paredes no parecen susurrar sobre ti. ¿Qué pasaría si tu habitación, tu refugio, tu zona de confort, fuera el único lugar donde te sientes completamente segura? Eso es lo que significa para mí tener un espacio propio, y me encanta. Así me he sentido siempre en medio de tanta gente.

Desde que era pequeña, me han hecho sentir invisible, como si fuera alguien que no merece ser conocida, alguien que siempre está sola. De hecho, ahora estoy sola, no porque me falten amigas, sino porque estoy sentada en un asiento de un centro comercial, esperando a mis mejores amigas. Las conocí en mi último cambio de colegio, y han cambiado mi vida por completo. Sofía Delacour y Kai Vanderwood no habían estado en la universidad, ya que se tomaron su tiempo para decidir la carrera y también se dieron su merecido viaje. Ahora mismo me siento muy feliz de tenerlas a mi lado.

- ¡Zoe por aquí! – Sofía llama mi atención con su característico entusiasmo, destacándose entre la multitud. Me irrita un poco, pero me alegra verla. Viene apresurada hacia mí mientras me saluda desde la distancia.

Me levanto con un poco de vergüenza y me dirijo hacia ella.

- ¡Zoe, ¡qué bueno verte al fin! Ya era hora, ¿verdad? – Me abraza con efusividad, y yo le devuelvo el abrazo con suavidad.

- Sí, ya era hora. Pero llegas tarde, y sabes que odio esperar, especialmente cuando estoy sola – me separo lentamente mientras ella me toma de ambos hombros.

- Lo sé, lo siento. Ya sabes que no soy buena para llegar a tiempo, y menos cuando mi carro no funciona bien.

Me río al recordar que ese auto fue de su hermano en la universidad y ahora está en su peor momento. En uno o dos años, probablemente dejará de funcionar, y seré yo quien tendrá que enfrentarlo.

- ¿No crees que Kai se ha demorado demasiado? Deberías llamarla – dice Sofía, visiblemente impaciente. Dado que ella llegó casi 30 minutos tarde y yo la esperé otros 20 minutos, estoy de acuerdo.

Justo cuando saco mi celular para llamarla, escuchamos un grito a lo lejos y volteamos al mismo tiempo. Es Kai, finalmente llegando y prácticamente corriendo. Decidimos ir hacia ella. Al llegar, se detiene y se agarra de las rodillas para recuperar el aliento.

- Lo siento, chicas. Tuve un pequeño problema con mis perritos y no podía irme de casa sin resolverlo – sabemos que son lo más importante para ella. Se endereza y se ve más calmada, así que no nos preocupamos más.

- Está bien, lo entiendo. No hay problema. ¿Ya nos vamos? Me ha dado hambre – les digo a las chicas.

- ¡Sí! – responden al unísono. A ellas también les encanta comer, igual que a mí.

Subimos las escaleras eléctricas hasta el segundo piso, donde está mi librería favorita. Estoy tan distraída mirando los libros en la vitrina que choco con algo.

O mejor dicho, con alguien, y se me cae el celular al suelo. Al agacharme para recogerlo, veo que es un chico, y algo dentro de mí me dice que lo conozco, aunque no puedo recordar de dónde. Él también parece confundido, examinando mi cara con cuidado. Salgo de mi estado de shock y agarro mi celular del suelo, casi dejándolo caer de nuevo por mi nerviosismo.

- Dios mío, lo siento mucho. No te vi – digo apenada, mientras Sofía y Kai se lanzan miradas cómplices, sabiendo que nos conocemos de algún lugar.

- No te preocupes. Yo también estaba distraído con el celular – dice él con un tono tranquilo y una sonrisa juguetona, sacudiendo el celular como si intentara descifrarme. Esto me sorprende, ya que la mayoría de las personas se habrían molestado.

- Vale, gracias... Nosotras nos tenemos que ir – digo, empezando a sonrojarme ya avergonzada.

- Claro, no hay problema. Cuídate – dice con una sonrisa ladeada que me resulta familiar y encantadora, pero no sé por qué.

Le sonrío lo mejor que puedo y tomo a mis amigas del brazo para alejarme de la situación incómoda.

Una vez lejos del chico, Kai me agarra del brazo y me dice en voz baja, pero con emoción.

- ¿Te diste cuenta de cómo te miraba? Parecía como si te conociera de algo – dice con entusiasmo.

¿Entonces ella también notó que me conoce? No estoy loca, en definitiva, me conoce. Pero ¿de dónde? Quiero descubrirlo, aunque me da miedo. Quizás sea un riesgo que deba tomar, porque mi corazón también me lo dice.

Bienvenid@s a mi primer libro, está hecho con mucho cariño así que espero que esta historia les guste tanto como a mí. Porque estoy disfrutando mucho del proceso ❤️
Y espero que no hayan tantas fallas.

Nos leemos pronto con el primer capítulo 🙈

Con amor, Giuly Páez 💜

Rivales y Amantes en la Ciudad EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora