Capítulo 30

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Blair Johnson.

Mi cabeza daba muchas vueltas. Mis pensamientos estaban revueltos, como si fuera una sopa de verduras y mi cuerpo dolía, pesaba, como si de alguna manera estuviera muerta, pero mi cerebro consciente.
Podía sentir que estaba sobre algo. Era suave y esponjoso. Un colchón seguramente. El olor familiar a flores y lavanda inundaron mis fosas nasales. Reconocía ese aroma tan exquisito. Era exactamente el perfume, ese ambientador de habitación, que  utilizaba para aromatizar mi cama.
De alguna manera pude obligarme a abrir los ojos. Lo primero que me encontré fue con el techo blanco de la habitación. Estuve unos cuantos minutos observando el techo, sin moverme o decir algo.
Finalmente me digné a sentarme. Hice una mueca. Aún podía sentir como poco a poco el líquido se iba de mi cuerpo. Esa jeringa tenía algo que me dejó inconsciente cuando Madison la inyectó en mi hombro. Dejándolo adormecido, y claro, adolorido también.

Mi vista se enfocó en el armario frente a mí. Definitivamente estaba de nuevo en mi habitación. Estaba de nuevo en mi casa. Bajé de la cama, estando descalza y me acerqué al espejo que estaba en la esquina del cuarto. Frente a mí, había otra persona. Tenía ropa blanca, con manchas de sangre. Su cabello alborotado estaba cortado hasta los hombros, y sus ojos estaban rojos, mientras brotaban mares de lágrimas.

── "¿Q-qué es todo esto?" ──

Pensé, alejándome del espejo, sin apartar la vista de aquella niña en el reflejo. Era algo aterrador, como si ella hubiera sobrevivido a algo fuerte. Mi espalda chocó contra la puerta y giré el pomo, saliendo de la habitación en cuestión de segundos.
El pasillo estaba sumamente oscuro. Los interruptores estaban rotos, con los cables sueltos.
Tomé una profunda respiración y comencé a caminar, sosteniéndome de la pared. Sentía que mientras más avanzaba, la oscuridad y el aire se volvía más denso, mucho más pesado con cada paso que daba. El suelo frío solamente me daban escalofríos por todo el cuerpo. Claro, estaba descalza y el contraste era bastante notorio.
Mientras más iba avanzando, un fuerte olor hizo que llevara mi mano a la boca. Era muy fuerte. Como si fuera olor a sangre. Todo lo contrario al aroma a flores y a lavanda de mi habitación.

Los dedos de mis pies tocaron un líquido espeso y caliente, y de forma automática mi cuerpo se congeló. Me congelé en mi lugar, pensando lo peor. Bajé la mirada, fallando estupidamente. La oscuridad no permitía que viera absolutamente nada. Mi sistema nervioso comenzó a maquinar de forma rápida, haciendo que sintiera las fuertes pulsaciones de mi pecho golpeando con fuerza. Sentía que el corazón en cualquier momento saldría por mi boca.

── "Dios, ¿Qué es todo esto..?" ──

¿Por qué no salía mi voz? Es como si todo lo que trato de decir se convierte en un pensamiento para mí. Llegué a lo que sería la sala. Y ahora que lo pienso, hubiera sido mejor quedarme en la habitación. En el suelo, estaban todos mis familiares.. Mis abuelos, mis tíos, mis primos.. Incluso mis padres. Todos estaban muertos. Y al parecer a cada uno le tocó algo distinto..
No.. No puede ser.. Todo esto era horrible. Mi estómago se contrajo y llevé mis mano a la boca para evitar vomitar. Mis ojos no pudieron evitar llenarse de lágrimas al ver tal atrocidad.. ¿Quién fue el sádico que hizo esto con mi familia? Ahora sé que el líquido que había pisado anteriormente, era nada más y nada menos que la sangre de mis familiares.
Mi corazón parecía querer explotar dentro de mí. Me costaba respirar, y mi cabeza comenzó a dar muchas vueltas. Fue en ese momento que recordé.. la niña en el espejo era yo. Yo era esa niña destrozada y con las manos y ropa manchada de sangre.

En la puerta de la entrada vi una figura oscura que llevaba un pasamontañas. Toda su ropa era negra. Y sus ojos apenas se veían. Sus pies se movieron a donde estaba, sin embargo, no me hizo nada. Giré sobre mis pies, y ahí lo vi. Estaba frente a mi yo pequeña. Estaba tan vulnerable y débil, con el corazón en la garganta y sollozando al ver toda esa masacre de cuerpos mutilados y desparramados por toda la sala.

Sentí una enorme tristeza.. Entonces ¿Todo esto pasó de verdad? ¿Nunca hubo un accidente de tránsito? ¿En dónde estaban Matteo y Zion en estos momentos? Me estaba ahogando en preguntas sin respuestas mientras seguía observando como ese hombre se acercaba más y más. Mi garganta quemaba de tanto gritar, pero mi voz no salía por más que me esforzara. Sin embargo, el hombre lo único que hizo fue dejarme vivir..

Pero ¿Por qué no acabar conmigo ya de paso? ¿Por qué no lo hizo?

No podía encontrar respuestas a todo esto. Comencé a marearme y a sentir ese horrible dolor en el pecho que se iba expandiendo por todo mi cuerpo. No podía volver a la habitación, mis piernas temblaron, haciendo que flaqueara y cayera al suelo de rodillas. Antes de que cayera inconsciente de nuevo, aquel hombre se volteó, y pude reconocer por el rabillo del ojo.. Esos ojos marrones..

No puede ser él...

Que no sea en quien estoy pensando..

Entre sombras y Corazones || Libro 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora