Capítulo 13

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Narra Rai

El aire en la mansión era denso, como si estuviera cargado de una electricidad peligrosa. Desde el momento en que entré, la inquietud me envolvía. Algo no estaba bien, y mi instinto me decía que era Alondra. La última vez que la había visto, había un atisbo de independencia en su mirada, algo que no podía permitirme. La había advertido que no hablara con los guardias, que no se acercara a nadie. Pero, al entrar a la habitación, el caos era evidente. Su ropa esparcida por el suelo era un testimonio de que había cruzado una línea.

El corazón me latía con fuerza mientras recorría la casa en busca de ella. Mis pasos resonaban en los pasillos, y la frustración se transformaba rápidamente en rabia. No podía permitir que nadie más interfiriera en nuestra conexión. Cuando finalmente la vi en el patio trasero, riendo y conversando con uno de mis guardias, la ira que había estado acumulando estalló como un volcán.

- ¿Qué demonios estás haciendo? - grité, mi voz resonando en el aire, una tormenta que anunciaba la devastación que vendría.

Alondra se giró hacia mí, su expresión de sorpresa era un insulto a mi furia. La vi retroceder un paso, y eso solo avivó el fuego dentro de mí. No podía soportar la idea de que se divirtiera con otro. No podía soportar su desobediencia.

- Solo estaba... - intentó explicar, pero la interrumpí.

- No quiero escuchar tus excusas. Te he dicho que no hables con ellos - mi voz era un rugido, profunda y amenazante. En ese momento, cada palabra que pronunciaba era como un golpe que la ataba más a mi voluntad.

Ella levantó la barbilla, desafiándome con sus ojos. Ese pequeño gesto de resistencia me encendió aún más. La rabia nublaba mi juicio. La agarré del brazo con tal fuerza que la hice tambalear.

- No puedes desafiarme, Alondra - rugí, empujándola contra la pared. Su cuerpo se golpeó contra el ladrillo, y en ese instante, algo en mí se quebró. La vi asustarse, la lucha en su rostro me hizo perder la razón. No podía dejar que eso siguiera.

- Rai, ¡no! - su grito era una mezcla de miedo y desafío, y en mi mente, solo resonaba el eco de su desobediencia. Las palabras la empujaron más lejos de mí.

Con un movimiento rápido, golpeé la pared junto a su cabeza, el sonido resonando como un trueno. El polvo caía, y vi cómo sus ojos se llenaban de terror. En ese momento, la violencia parecía ser la única respuesta. Mi puño se cerró, y aunque quise controlarme, el deseo de mostrarle quién mandaba era abrumador.

- ¿Por qué no entiendes que esto es por tu propio bien? - le grité, sintiendo cómo la furia me consumía. La presión en mi pecho crecía, y no sabía si podría detenerme.
- ¡Eres mía! Y nadie más tiene el derecho de acercarse a ti.

La miré con furia, deseando que entendiera lo que estaba en juego. No podía permitir que nadie más la mirara, que nadie más pensara en ella de la forma en que yo lo hacía. La apreté contra la pared, y su respiración se volvió rápida y superficial. La necesidad de control se volvía cada vez más desesperada.

Cuando finalmente solté su muñeca, vi el dolor en su rostro. Era una mezcla de miedo y confusión, y eso me desgarraba. Pero no podía ceder. No podía mostrar debilidad. Mis instintos estaban en llamas, y lo único que deseaba era que supiera que no podía escapar de mí.

- ¿Vas a obedecerme o tendré que seguir mostrándote las consecuencias? - dije, mi tono tan frío como el acero, lleno de una determinación inquietante. La violencia no era solo una opción, era una necesidad.

Alondra respiraba con dificultad, y aunque estaba asustada, había un brillo de desafío en sus ojos que me hacía sentir que tenía que empujarla más lejos. La idea de perderla, de que alguien más pudiera acercarse, era insoportable.

- Rai, por favor... - su voz era un susurro tembloroso, y aunque sabía que me pedía piedad, algo en su tono me decía que no podía dejar que eso me afectara.

No podía ceder. En un arranque de furia ciega, volví a apretar su brazo, dejando una marca de mi posesión. Era una forma de recordarle que no podía escapar de mí.

- Esto es por tu bien, Alondra - La miré fijamente, mi corazón latiendo con fuerza.
- Eres mía, y eso no va a cambiar.

La forma en que su rostro se iluminó con miedo y confusión me llenó de un poder oscuro. La lucha entre la necesidad de protegerla y el deseo de poseerla me estaba consumiendo. Sabía que había cruzado una línea, que la había llevado al límite, pero no podía detenerme. La necesidad de mantenerla bajo mi control era más fuerte que cualquier otra cosa.

- No hay salida para ti. - La advertí, y aunque mi voz se suavizó un poco, el eco de mi amenaza aún resonaba en el aire. Era el momento de reafirmar mi control sobre ella, de mostrarle que no había vuelta atrás.

Cuando finalmente la solté, la vi retroceder, respirando con dificultad. La rabia en mi interior no se extinguía; en su lugar, se transformaba en algo más oscuro. Sabía que había cruzado un límite, pero también sabía que la posesión era la única forma de proteger lo que consideraba mío. En ese momento, estaba segura de que el ciclo de violencia apenas comenzaba, y que la lucha por su corazón y su alma estaba lejos de terminar.

YOU'RE MINEWhere stories live. Discover now