Narra Alondra
Mis muñecas ardían por la presión del metal. El frío de las esposas contrastaba con el calor que subía por mi cuello mientras luchaba por mantener la compostura. La mansión de Rai, con todo su lujo, había desaparecido en este momento. Ahora solo existía esta habitación oscura y sus ojos clavados en mí.
Rai caminaba lentamente a mi alrededor, con esa elegancia calculada que tanto temía. Su respiración era tranquila, pero sabía que estaba controlando el enojo que apenas podía contener. Después de lo que pasó con Marcos, las paredes invisibles que nos separaban se habían reforzado. Yo ya no era solo su prisionera; ahora era su propiedad, su posesión exclusiva. Cada movimiento suyo me lo recordaba, cada palabra era una advertencia velada.
- ¿Te molesta? - preguntó, refiriéndose a las esposas que me mantenían atrapada en la silla. Su tono era frío, desinteresado, como si esto no fuera más que un pequeño inconveniente.
No respondí. Sabía que cualquier respuesta solo empeoraría la situación. Mi silencio la irritaba, pero hablar solo la enfurecería más.
- Alondra - pronunció mi nombre con una suavidad espeluznante - No entiendo por qué sigues intentando resistirte. ¿No te he dado todo lo que podrías desear? - Se agachó frente a mí, colocando su rostro a la altura del mío. Sus dedos rozaron mi mejilla, la misma que había golpeado hace poco. Sentí un escalofrío, una mezcla de temor y odio.
"Todo lo que podría desear." Sus palabras eran un chiste cruel. Me había arrancado de mi vida, me había forzado a vivir bajo su sombra, y ahora pretendía que agradeciera por ello.
- Lo único que quiero es que entiendas que somos una. Tú y yo. No existe un mundo para ti sin mí - continuó, su voz descendiendo hasta ser apenas un susurro
- ¿Lo entiendes?Sus ojos estaban llenos de esa mezcla retorcida de amor y locura, una obsesión que la consumía y que, a su vez, me devoraba lentamente. Cada día que pasaba bajo su control sentía que perdía más de mí misma.
- No necesitas hacer esto - murmuré, mi voz apenas audible - No necesito las esposas. No voy a huir.
Era una mentira. Huir era todo lo que quería.
Pero Rai no se dejó engañar. Su sonrisa se ensanchó, pero no había alegría en ella. Era una sonrisa peligrosa, una que conocía bien.
- ¿De verdad crees que puedes decirme eso después de lo que hiciste? - su voz adquirió un matiz más oscuro, sus ojos perforándome - Hablaste con él, intentaste escapar de mí. ¿Y ahora quieres que confíe en ti?
Sentí cómo la desesperación me asfixiaba. No importaba lo que dijera, ella nunca me creería. Todo lo que saliera de mi boca era una traición en su mente.
- No fue lo que piensas... - empecé, pero ella no me dejó terminar.
- ¡No fue lo que pienso! - Rai se levantó de un salto, su voz explotando en la pequeña habitación - Alondra, te vi. Te vi con él. Vi cómo lo mirabas. ¿Crees que soy estúpida? ¿Crees que no sé lo que estaba pasando por tu cabeza?
Cada palabra era un golpe, aunque no físico, sino emocional. Me aplastaba con su rabia, con su control.
Se acercó de nuevo, esta vez más rápido, y me tomó del rostro con una mano firme. Sus dedos se clavaron en mi piel, y sus ojos me perforaron, llenos de una furia descontrolada.
- Eres mía - escupió, con una intensidad que hizo que mi corazón se detuviera por un segundo - Nadie más te tocará, te hablará, te mirará. Nadie más existe para ti. Solo yo.
Mis labios temblaron, pero no pude decir nada. El miedo me tenía paralizada. El dolor físico que me causaba con sus dedos era mínimo comparado con el terror psicológico que emanaba de ella.
Rai soltó mi rostro de golpe, dando un paso atrás, como si el solo contacto conmigo la hubiera quemado. Caminó de un lado a otro, respirando profundamente, tratando de calmarse. Pero yo sabía que no había calma para ella.
- Alondra, todo esto es por tu bien - dijo después de unos minutos, su tono mucho más suave, pero igual de peligroso - Si no te controlo, te perderé. Y eso no lo puedo permitir.
La idea de "perderme" era absurda. Ya me había perdido hacía mucho tiempo. Todo lo que era, todo lo que había sido, se había ido el día que Rai me capturó. Ahora solo existía para ella, para cumplir su retorcida fantasía de amor.
- Nunca te perderé - murmuró para sí misma, como si tratara de convencerse
- Haré lo que sea necesario para que te quedes a mi lado. Lo que sea.Finalmente, se detuvo frente a mí de nuevo. Su mano se alzó lentamente y, para mi sorpresa, desabrochó las esposas. El alivio en mis muñecas fue instantáneo, pero la sensación de libertad era falsa. Lo sabía. No había libertad con Rai.
- Pórtate bien, Alondra - me advirtió, acariciando suavemente las marcas que las esposas habían dejado en mi piel - No quiero volver a tener que hacerlo. No me obligues.
Me levanté lentamente de la silla, mi cuerpo aún temblando. Sabía que cualquier movimiento en falso podría desatar una nueva tormenta. Sabía que nunca estaba realmente a salvo.
- Vamos - dijo finalmente, extendiendo su mano para tomar la mía - El día apenas empieza, y tenemos muchas cosas que hacer juntas.
Su tono era suave, casi amoroso, pero sabía lo que significaba en realidad: la vigilancia nunca terminaría, y cualquier intento de rebelión sería castigado. Aunque mis manos estuvieran libres, mi alma seguía encadenada a Rai. Y no veía cómo podría escapar de su sombra.
La seguí por el pasillo, intentando mantener la compostura. El dolor aún estaba allí, y la desesperación me seguía como una sombra.
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YOU'RE MINE
FanfictionCada paso, cada mirada, cada respiración es mía. No hay rincones donde puedas esconderte, no hay libertad fuera de mi control. Te amo, te poseo, y jamás dejaré que escapes. Eres mía, Alondra, ahora y siempre. Siempre le suplicaba que me dejara ir. Q...