Capítulo 15

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Narradora

La mañana siguiente llegó con un aire pesado y opresivo, como si la promesa de un cambio se hubiera evaporado durante la noche. Alondra despertó lentamente, sintiendo el dolor punzante en su ojo morado. La cabeza le palpitaba, y cada movimiento era un recordatorio de la brutalidad de la noche anterior. Cerró los ojos con fuerza, esperando que la pesadilla de estar atrapada con Rai terminara de alguna manera, pero cuando los abrió de nuevo, todo seguía igual. Seguía prisionera.

Se levantó de la cama, su cuerpo aún adolorido por los golpes. Rai no estaba a la vista, lo que, por un momento, le dio una sensación de alivio. Pero la paz no duraría mucho. Sabía que su humor podía cambiar en cualquier instante, y después de la charla de la noche anterior, una parte de Alondra había comenzado a albergar una pequeña esperanza. Tal vez, solo tal vez, Rai pudiera cambiar. Tal vez no todo estuviera perdido.

El sonido de la puerta abriéndose rompió ese breve momento de calma. Rai entró con una expresión dura, sus ojos chocolate no eran los mismos que la habían mirado con vulnerabilidad la noche anterior. No, estos eran fríos, calculadores. En cuanto sus miradas se cruzaron, Alondra supo que algo andaba mal.

- Levántate - dijo Rai, su voz era baja pero llena de una amenaza latente.

Alondra tragó saliva, su corazón empezó a latir con fuerza. Se puso de pie lentamente, sus piernas temblaban un poco mientras trataba de entender lo que había cambiado en tan pocas horas.

- ¿Rai? - murmuró, intentando encontrar alguna señal de la mujer vulnerable con la que había hablado anoche - ¿Qué pasa?

Rai avanzó hacia ella, sus pasos firmes y decididos. No había duda, no había ternura. Tomó a Alondra del brazo bruscamente y la arrastró hasta el centro de la habitación.

- ¿Qué pasa? - repitió Rai, su tono gélido, casi burlón - Pensé que habíamos tenido una charla anoche. Pensé que habías entendido, Alondra.

El miedo invadió a Alondra al sentir cómo el agarre de Rai se volvía más fuerte. Quería soltarse, pero sabía que no tenía la fuerza para luchar contra ella.

- Lo intenté - dijo Alondra, su voz temblando - Solo... solo quiero que esto termine, Rai. No puedes seguir haciéndome esto.

- ¡No puedes decirme lo que hacer! - gritó Rai, empujándola hacia el suelo. Alondra cayó torpemente, golpeándose la rodilla contra el piso. El dolor la atravesó, pero no tanto como la realización de que cualquier esperanza que había tenido la noche anterior era un engaño.

Rai se inclinó sobre ella, sus manos aferrándose a los brazos de Alondra con una fuerza brutal, casi animal. Su rostro estaba a escasos centímetros del suyo, y el aliento de Rai, caliente y furioso, le golpeaba la piel.

- Te he dado todo, Alondra - dijo, casi escupiendo las palabras - Te prometí que cambiaría, ¿no es suficiente? ¿No lo entiendes? Lo hago todo por ti. ¡Todo!

Alondra intentó liberarse, pero Rai no cedía. La desesperación la envolvía por completo, y su respiración se volvía errática. Cada vez que intentaba alejarse, Rai la jalaba con más fuerza, sus dedos dejando marcas en su piel.

- ¡Esto no es amor, Rai! - gritó Alondra, encontrando una valentía que ni siquiera sabía que tenía - ¡Es violencia, es control!

- ¡Te callas! - Rai levantó una mano, su sombra se proyectó sobre el rostro de Alondra. Todo se detuvo por un segundo, un instante suspendido en el tiempo. Alondra cerró los ojos, esperando el golpe, sabiendo que no podía evitarlo.

El sonido seco del impacto llenó la habitación. El dolor fue inmediato, agudo, y se extendió desde su mejilla hasta su mandíbula. Alondra sintió el sabor metálico de la sangre en su boca, pero no emitió un sonido. No podía. El miedo la paralizaba.

Rai la observó, sus ojos oscuros ardiendo con una furia incontenible. Había lágrimas en el borde de sus párpados, pero no eran de tristeza, sino de rabia.

- No me provoques - dijo Rai entre dientes
- No me hagas enfadar, porque sabes lo que pasa cuando lo haces.

Alondra sintió las lágrimas subirle a los ojos, pero las contuvo. No le daría esa satisfacción. No esta vez. Su cuerpo temblaba, pero no cedió ante Rai. Algo dentro de ella se negaba a romperse del todo, por más que Rai intentara destruirla.

- Nunca vas a cambiar - susurró Alondra, su voz apenas audible, pero llena de una dolorosa certeza - Y yo no puedo permitir que me sigas haciendo daño.

El rostro de Rai se endureció aún más, como si esas palabras fueran la última chispa que encendía la tormenta. De repente, la soltó, empujándola hacia atrás con tanta fuerza que Alondra cayó al suelo, golpeándose contra la cama.

- No entiendes nada - espetó Rai, su voz fría, casi monótona ahora - No entiendes lo que soy capaz de hacer para mantenerte aquí, conmigo. No importa cuánto te resistas, eres mía. Y nunca te dejaré ir.

Alondra se quedó en el suelo, jadeando, el cuerpo adolorido y el alma aún más rota. Rai caminó hacia la puerta sin mirar atrás, dejándola ahí, sola, en un charco de sus propios miedos. Antes de salir, lanzó una última mirada gélida.

- Recuerda, Alondra - dijo, con una frialdad aterradora - No me provoques.

La puerta se cerró con un estruendo, y el silencio volvió a llenar la habitación. Pero ya no era el mismo silencio de antes. Este estaba cargado de violencia contenida, de miedo palpable.

Alondra se quedó allí, en el suelo, abrazándose las piernas, tratando de reprimir los sollozos que amenazaban con salir. Sabía que, después de esa noche, algo había cambiado dentro de ella. La pequeña esperanza que había tenido de que Rai pudiera cambiar se había hecho añicos, y con ella, algo más profundo, algo que le recordaba que si no hacía algo pronto, terminaría completamente destruida.

Y como no puede escapar, terminara así.

YOU'RE MINEWhere stories live. Discover now