Capitulo 02

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Narradora

La cabeza de Alondra latía de dolor cuando recordó lo que había sucedido. El frío de la habitación la envolvía, y las gruesas cuerdas que ataban sus muñecas y tobillos quemaban su piel con cada movimiento desesperado. Intentó gritar, pero su garganta estaba seca, apenas logrando un sonido gutural.

El crujido de la puerta anunciaba la presencia de Rai. Alondra, con los ojos desorbitados, la vio entrar con una calma perturbadora, portando una bandeja de metal en la mano. En ella, un cuchillo largo y delgado descansaba, junto a lo que parecía una serie de herramientas oxidadas.

- ¿Cómo te sientes? - preguntó Rai, con una sonrisa tranquila que contrastaba horriblemente con la situación. Sus ojos centelleaban con una mezcla de placer y locura.

Alondra tragó saliva, el miedo inmovilizándola. No era posible. Esto no podía estar ocurriendo.

- Por favor, déjame ir - imploró con un hilo de voz. Sus ojos, enrojecidos por el llanto y el agotamiento, buscaron un atisbo de piedad en Rai, pero no encontró más que una frialdad abrumadora.

Rai dejó la bandeja en una pequeña mesa de madera, su mirada nunca apartándose de Alondra. Era como si disfrutara el miedo que emanaba de ella, como si ese terror la alimentara.

- Te prometí que seríamos felices juntas, Alondra - dijo con voz sedosa, acercándose lentamente - Pero veo que no te a quedado claro.

Antes de que Alondra pudiera comprender lo que estaba sucediendo, Rai tomó el cuchillo y lo deslizó suavemente por el aire, acercándolo a su mejilla. Alondra tembló al sentir el metal frío contra su piel.

- ¿Qué estás haciendo? - gimió, la desesperación escapándose de su voz.

Rai inclinó su cabeza, como si no entendiera la pregunta.

- Esto es lo que te sucederá hasta que comprendas que te amo - Su voz era un susurro venenoso - Y tú, Alondra, vas a aprender amarme como yo lo hago.

Con un movimiento rápido, Rai hundió la punta del cuchillo en el brazo de Alondra. Un grito desgarrador salió de su garganta mientras la sangre manaba lentamente por la herida. Rai observaba, con pura frialdad, los pequeños ríos que recorrían la piel de Alondra, sus ojos brillando con una devoción siniestra.

- Cada corte te hará más fuerte, más mía - dijo Rai mientras limpiaba el cuchillo con un trapo - No te preocupes, no te haré daño... no más del necesario.

Alondra sollozaba, su cuerpo sacudido por el dolor. No podía comprender cómo había caído en ese infierno, ni cómo alguien podía estar tan consumido por la locura. Lo único que le quedaba era la esperanza de que alguien, en algún lugar, la estuviera buscando.

- Rai, por favor...- intentó decir entre lágrimas, pero Rai simplemente la ignoró, sus dedos acariciando la piel ensangrentada con una ternura que hacía que todo fuese aún más grotesco.

- Shh, todo estará bien - Rai se inclinó, acercando sus labios al oído de Alondra
- Pronto, solo pensarás en mí. Olvidarás todo lo demás, todas las cosas insignificantes que solían importarte.

Con el corazón desbocado, Alondra intentó luchar nuevamente contra sus ataduras, pero era inútil. La cuerda se clavaba en sus muñecas, el dolor fusionándose con el miedo. La risa suave de Rai llenó el aire.

- Me encanta ver cuando tratas de escapar - susurró, mirando a Alondra con una mezcla de deseo y adoración enferma - Me hace desearte más - se acercó a su cuello besándolo y haciéndole marcas notorias.

- Vendré más tarde, dormiré contigo, espero te portes bien si no quieres que te pase lo mismo que ahora - se alejó pero escuchó algo que la hizo detenerse.

- ¡No! ¡Yo no te amo, te odio, te odio con toda mi alma! - gritó Alondra. Rai se quedó quieta, analizando las palabras de su amada. Se giró y fue hacia Alondra.

Rai dejó el cuchillo y tomó otra herramienta de la bandeja, un alambre oxidado que envolvió lentamente alrededor de la muñeca de Alondra, apretándolo hasta que la sangre comenzó a manar. Alondra gritó nuevamente, pero Rai solo observaba, fascinada por cada reacción, cada lágrima.

- No me hagas hacerte más daño, Alondra - Rai sonaba casi amable, como si le estuviera dando una opción - Si dejas de decir eso, será más fácil.

Alondra, exhausta por el dolor, apenas pudo mover la cabeza en señal de negación. No podía rendirse. No podía dejar que Rai la destruyera.

Rai suspiró, decepcionada.

- Muy bien. Si eso es lo que deseas, tendremos que seguir. Pero recuerda, esto lo haces tú. Cada vez que te niegas, me obligas a enseñarte de nuevo.

Con esa última advertencia, Rai alzó el cuchillo una vez más, lista para seguir enseñándole a Alondra, su retorcida imagen de amor.

Pero no puedo hacerle daño de nuevo, no cuando esos ojos color chocolate la miraba con miedo, no podía, no debía hacerle eso a su amada.

- Perdón..- salió de su boca.

Alondra cerró los ojos, deseando escapar, pero el dolor, y la figura de Rai, eran imposibles de evitar. El abismo de locura y violencia en el que estaba atrapada parecía no tener fin. Y lo peor de todo era que Rai no la dejaría ir, no hasta que entendiera de una vez por todas que le pertenece.

NOTA:

Discúlpenme por traumarlos, pero mi cabeza quiere hacer esta historia grotesca, pero juro que terminará bien, se los prometo.

YOU'RE MINEWhere stories live. Discover now