🍒Parte 2

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En un rincón de la barra donde estaban las tres amigas, se encontraba alguien más que no solo miraba a las personas que llegaban, sino que observaba con atención a la chica vestida de verde mientras revisaba unos papeles que tenía frente a él y bebía un Blue Margarita.

—El agua es gratis aquí —comentó para que ella lo escuchara—, me vas a dejar en bancarrota, caramelo.

Esperanza clavó la mirada en la dirección que había escuchado aquella voz y sintió un nerviosismo instantáneo. La sutileza que implementó para pronunciar aquella palabra hizo sentir a la joven entre incómoda y feliz.

Ella no sabía nada de la vida nocturna y tampoco de conocidos con buena posición social, la única que formaba parte de su vida era Margarita y la chica siempre la llevaba cada vez que podía a los lugares que frecuentaba, a ella y a Ximena.

—Entonces pediré un pack por noche —le respondió y él sonrió de lado.

Al hombre le gustó su manera de responder y llamó al barman con un gesto con los dedos para que se acercara y le susurró lo que quería que preparara.

En segundos no solo tenía el vaso de agua sino un cóctel color rosa fuerte y bonitamente decorado también.

La Vie en Rose —le comentó el barman que se llamaba Luciano por sus amigas que lo estaban nombrando—. Cortesía de la casa.

—¿Por qué? —Quedó asombrada y levantando las cejas—. No voy a consumirlo y no necesito que la casa me regale algo, gracias.

—Si no te lo tomas vos, lo haré yo —acotó Xime.

—Vos no te vas a tomar nada —la frenó Marga y miró a Esperanza—, si la casa te lo regala, lo vas a aceptar, intercalalo con el agua que no te vas a poner en pedo, Sor Esperanza.

—Sino como nada, me va a caer mal igual, por más tamaño moderado que sea el trago, sabionda, y supongo que este lugar solo prefiere el alcohol antes que la comida —declaró—, viendo todo esto, siento que acabo de pecar.

—Bienvenida a la tentación, caramelo —expresó con una leve sonrisa y luego le hizo un gesto a Luciano para que les preparara algo a las chicas—. Si sientes que ya has pecado, no pasará nada con que pruebes el cóctel —mantuvo la vista en ella posando un brazo sobre la barra y la otra mano sosteniendo la copa de Margarita—. Creo que te representa, la vida color de rosa, a pesar de lo ácida que pareces estar, caramelo.

Margarita y Ximena se miraron, pero la segunda frunció el ceño sin entender mucho quién era el hombre. La primera escribió en el celular y se lo dejó leer. Su amiga abrió más los ojos cuando lo supo y se rio por lo bajo.

Esperanza estaba intrigada por saber quien era y el porqué le hablaba a ella, a simple vista y por lo poco que se podía ver, no parecía un hombre que no llamara la atención, a ella la estaba poniendo nerviosa con tan solo hablarle y estaba segura de que solo lo estaba haciendo por curiosidad como todo el que se la quedaba mirando.

Camisa blanca, chaleco negro y listón verde, ropas que no eran de dos pesos. La miró de nuevo y ella tuvo que mirar al frente, donde estaban las bebidas porque si seguía observándolo no iba a poder sacarle la vista de encima.

Jamás le había pasado algo así, pero estaba más que segura que era por lo exótico que parecía todo, era el sapo de otro pozo y no encajaba en un ambiente como aquel.

El tipo era de la noche y ella una piba de panadería que no pisaba lugares como esos.

Luciano se acercó a las tres y les dejó una bandeja con aperitivos.

—Cortesía de la casa.

—Muchas gracias, Luciano —dijo Ximena con una sonrisa.

—¿Sos el dueño? —preguntó Esperanza.

—No.

La joven giró la cabeza en el rincón donde antes estaba el hombre, pero el asiento estaba vacío.

—Ahora que te quejaste de tener el estómago vacío, vas a comer y probar el trago que te regalaron —fue tajante Margarita.

Los minutos pasaban, el club se llenaba de gente, las tres estaban sentadas en uno de los sillones del sector vip y Esperanza veía cómo las personas iban y venían de barra a pista y de pista a barra. Parecía una calesita y ella se estaba mareando y fastidiando.

—Creo que me quiero ir —les habló por encima de la música estridente y gritándoles—. Estoy mareada.

—¿Te tomaste el trago? —cuestionó Xime.

—Ay, sí —dijo mirando el vaso vacío.

—Es eso, el chupi que te tomaste —contestó entre risas Marga, aunque quiso ponerse seria no lo había conseguido.

—¿Cómo vuelvo a casa así? Papá me va a matar.

—Vinimos juntas, nos vamos juntas, aguanta un poco más, recién son las dos de la madrugada.

—Puedo irme con un taxi —apretó los ojos porque le estaban picando.

—Ni lo sueñes —admitió la de pelo negro.

Margarita y Ximena fueron a bailar con un par de chicos cuando Esperanza les dijo que se fueran y ella se quedó sentada en el sillón. La argentina estaba de lo más tranquila cuando un idiota le acercó un sorbete con bebida alcohólica para que probara y ella le gritó que la dejara de joder.

—¡Para un poco pendeja pelotuda! —levantó la voz más que la suya—, ¡bicho repugnante!

—Si lo soy a tu criterio, tenés a miles de mujeres para joder y no a mí —le dijo ardida.

—Encima de fea, estrecha.

—Estás bien borracho, así que, seguí tu camino pelotudo.

A varios pasos de ahí, Margarita le estaba dando las gracias al dueño del club por las invitaciones vip y se pusieron a hablar de otras cosas a pesar de la música que había.

—¿Qué hace tu amiga con aquel? —formuló mirando los sillones.

—Creo que por la manera en cómo están las cosas, discute con él.

El hombre no esperó mucho para llamar a un hombre de seguridad que sacó enseguida al chico que la estaba molestando.


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Un Dios llamado Pecado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora