Sinclair le abrió la puerta del asiento del acompañante y metió el bolso de la chica en el asiento trasero, él bordeó el coche por delante pasando por al lado de César y se metió en el vehículo, enseguida se alejaron de allí y fue en ese momento en donde Esperanza recargó la cabeza en el asiento y suspiró. No sabía si de alivio o preocupación.
—Dime el nombre de un hospital para ingresarlo en el GPS.
—Podés dejarme con Margarita, hiciste bastante ya.
—No, primero vamos a que te revisen y luego llamaré a tu amiga.
—De acuerdo —le dijo y en segundos él estaba tecleando el nombre del lugar en el dispositivo.
El americano se encaminaba hacia la guardia, pero a mitad de camino recibió una llamada que le cambió los planes por completo. Sinclair le dijo que en esos momentos no podía viajar, pero lo haría en cuanto pudiera.
—¿Qué pasó?
—Me llamó el contador para avisarme que alguien está robando dinero y debo volver, pero le dije que regresaría cuando podía.
—Podés dejarme en la casa de Margarita, la llamaré —sacó el celular de la cartera.
—Dile que vaya directamente al hospital y nos veremos allí, va a ser más fácil.
—Está bien —asintió con la cabeza.
En pocos minutos llegaron y la médica al verla de aquella manera la ingresó de inmediato.
Margarita llegó luego de que Esperanza fuera atendida y se saludaron con Sinclair.
—¿Qué pasó? Espi no me explicó nada.
—Salió de su casa, es decir, se fue, no vivirá más con su padre, la he traído porque la golpeó en la cara y rebotó contra el vidrio del mostrador, tiene la barbilla cortada.
—¿En líneas generales ella está bien? —preguntó preocupada.
—Sí, pero golpeada, tuvo una situación con él y ese compañero de trabajo.
—César es un idiota que cree que puede dominarla al igual que su padre. Me alegro mucho por ella. Ahora podrá vivir tranquila y sin problemas.
—¿Siempre ha vivido así? —cuestionó muy intrigado.
—No siempre, vive así desde que su madre dejó al marido y el desgraciado se ensañó con ella por lo que tuvo con su esposa.
—No comprendo a la gente que se la desquita con personas que no tienen culpa de nada.
—Hacéselo entender eso a Aurelio, él cambió mucho desde que lo dejó la mujer, se volvió machista y maltratador —le respondió con odio en su voz—, es un tipo que no me agradó desde el momento en que le levantó la mano a mi mejor amiga. Le dije muchas veces a Esperanza en que se viniera a vivir conmigo que yo la podía mantener hasta que consiguiera otro trabajo, pero no quiso depender de nadie.
—¿No pudo ahorrar?
—Aurelio nunca le dio un sueldo —le contestó y él abrió más los ojos.
—¿Ni siquiera para sus gastos personales? —Levantó las cejas.
—No, nada —negó con la cabeza y vio que su amiga salía en silla de ruedas—. ¿Cómo estás? —le preguntó acercándose a ella.
—Mareada, me van a subir al quirófano para suturarme la herida, ya firmé y me hicieron una tomografía, todo está bien.
—Me alegro mucho, te esperamos acá.
—Gracias. —Le sonrió y miró al hombre—, Sinclair ya podés irte, no esperes acá, hiciste demasiado hoy, me diste el valor que no tuve antes para salir de la casa, no te quedes por mí, anda donde tenés que ir.
—Lo haré, tú no te preocupes por eso —asintió con la cabeza y el enfermero la llevó al ascensor.
Cuando Margarita y él la vieron desaparecer por el aparato vertical, ella se giró en sus talones para preguntarle qué había pasado y el americano le explicó la situación.
—¿Y después de que arregles ese asunto vendrás a visitarla?
—Margarita, no creo que sea un buen hombre para que tu amiga me tenga de amigo.
—Creo que te equivocas, resultaste ser un caballero todas las veces que estuviste con ella, y tenían mucha razón la gente que me dijo que lo eras.
—No soy un buen hombre para una mujer como ella.
—Si no lo eras, te aseguro que ni le respirabas al lado la noche del club. ¿Por qué crees que quise que fuera con nosotras? Para que se sienta viva y haga las cosas de una chica normal, sin pensar en los prejuicios pelotudos que siempre le recalcó su papá.
—Margarita, tengo que regresar a mi país, pero no sé si volveré.
—Si un poquito te interesó esa noche mi amiga, vendrás a verla a mi casa. Te mandaré la dirección al número del trabajo. Supongo que vos sos el único que maneja ese número.
—Sí.
—Entonces, ya te di mi opinión y ahora está en vos volver a verla o no.
—No me pongas en un aprieto así, ni siquiera nos conocemos.
—Tenemos un amigo en común, creo que es bastante normal lo que te pido por ella, ¿o sos de los estúpidos esos que primero la conocen y después se borran por verla mejor? —le preguntó tajante.
—No soy de esos —se molestó un poco al tenerlo en esa consideración—, pero tampoco quiero meterla en mi vida privada.
—No te estoy pidiendo que salgas con ella, quiero que seas su amigo y luego el tiempo lo dirá, pero voy a ser sincera con vos, me parece que serías el ideal para Esperanza.
Sinclair no sabía si echarse a reír o terminar por ponerse incómodo y rojo como una grana ante la confesión de la mujer.
—No coincido contigo, pero eso es algo que no nos pondremos de acuerdo.
—Bueno, por lo menos lo intenté —le dijo no tan convencida.
Los dos se tomaron un café de la máquina expendedora y pocos minutos después, Esperanza salió del ascensor con el mismo enfermero que la había llevado. Ellos caminaron hacia ella y le preguntaron cómo se sentía.
—Por lo menos no me duele nada, me dieron un antiinflamatorio y un analgésico, pero me dijeron que con el ibuprofeno estaré bien.
—Bien, ahora nos vamos —le contestó y se dirigió a Sinclair—. ¿Venís con nosotras?
—Las acompaño hasta la casa, pero luego me iré.
—Está bien —le dijo Marga.
Mientras iban en dos autos, su amiga aprovechó en comprarle las cápsulas y luego siguieron el camino hacia el chalé de Margarita en el barrio de Mataderos.
Los tres se bajaron de los coches y él las saludó, pero la mejor amiga de Esperanza los dejó solos.
—Ahora sí debo irme, Esperanza, espero que te recuperes pronto.
—Gracias por todo, espero que el problema se solucione y buen viaje.
—Te lo agradezco.
Sinclair se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla sana, la chica se alejó de él para poder entrar a la casa y cuando la vio desaparecer detrás de la puerta después de que lo saludara con la mano, se fue de allí.
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Un Dios llamado Pecado ©
RomanceSinclair es el pecado encarnado. Esperanza es la inocencia encarnada. La noche en que se conocen, sus vidas trazan un hilo que nada ni nadie podrá romper. 🍸🍸🍸🍸🍸🍸🍸 Inicia: 01 de Octubre Finaliza: