🍑Parte 7

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Puerto Madero

Harbor Tower

Piso 52

Ambos habían entrado al departamento nuevamente después de un camino bastante lento por el horario pico en el que estaban.

—No pensé que ibas a querer venir acá.

—No has visto nada del departamento, ayer iba a mostrártelo, pero mi manera de decirte las cosas no fueron las que esperabas.

—Ya no importa —levantó los hombros.

—¿Qué te parece si preparo el desayuno y luego te lo muestro?

—¿Vos vas a preparar el desayuno?

—Sí, vivo solo en mi país. Aparte de lo que acostumbras a desayunar, ¿qué otra cosa quisieras?

—Café con leche estará bien.

—¿Y para comer?

—Lo que tengas y si no un café con leche es lo mismo.

—He comprado varias cosas para desayunar. Ponte cómoda —le ofreció la silla de la isla que estaba en la amplia cocina.

—Bueno. —Dejó el abrigo y la cartera sobre el respaldo.

Mientras veía a Sinclair sacar algunas cosas de la heladera y otras más de las alacenas para comenzar a preparar el desayuna, Esperanza miró el lugar y lo que tenía detrás de ella.

—No parece un departamento común. ¿Es un piso?

—Es un pent-house. El último del edificio, porque quería ser yo el dueño de la terraza y la piscina.

—¿Tiene pileta? —preguntó sorprendida.

—Sí y varios amenities.

—Guau. Ayer no te dije nada, pero te felicito por el departamento, es muy lindo.

—Te lo agradezco, en un rato podemos brindar con café y café con leche —rio por lo bajo.

—Está bien —sonrió también mientras asentía con la cabeza.

De a poco Sinclair fue poniendo manteles individuales, cubiertos, platos con frutas cortadas, tostadas, porciones de budines, galletas dulces y masas, y luego manteca, queso crema, mermeladas que a ambos le gustaban, vasos con jugo de naranja y por último las tazas con humeante infusión.

—Parece un servicio de hotel.

—Me gusta agasajar a la invitada —le sonrió—, adelante, desayuna —le dijo sentándose frente a ella.

—Acá no desayunamos así, solo mate o lo que se quiera, medialunas y si se quiere tostadas con manteca y mermelada, el resto de las cosas —negó con la cabeza—, nada.

—Entiendo, para nosotros el desayuno es lo más importante y parte del almuerzo, pero en la cena tratamos de no cenar tanto.

—Acá es al revés.

—Lo sé —asintió con la cabeza.

—¿Cómo lo sabes?

—El amigo que tenemos en común tu amiga y yo.

—Ah, es cierto.

Continuaron desayunando y luego él le hizo un recorrido por cada lugar que tenía el pent-house.

—Es muy lindo todo —le dijo sincera mirando el ventanal del sanitario y sin querer miró hacia abajo lo cual le provocó un mareo.

Dio unos pasos para atrás chocando con Sinclair.

—No mires más para abajo, vas a marearte de nuevo y tus puntos todavía no están cicatrizados del todo.

—No lo haré más.

—Te mostraré los dos cuartos que faltan. El mío y el de huéspedes que podrías ocupar si quieres.

—Ya quisieras, pero será en tus sueños.

—¿Por qué hueles tan rico? —cuestionó él estando cerca de ella.

—No me huelo el perfume.

—Yo sí y es lo que importa —respondió y ella se carcajeó por lo bajo.

—¿Y vos? ¿A qué oles? No conozco mucho los perfumes de diseñador.

—Yo tengo uno personal, huelo a pecado.

—Waaa, paraaaa —exageró con su manera de hablar y ambos se rieron.

—Huelo al perfume Boss de Hugo Boss, así se llama y esa es la marca.

—Oles bien —tragó saliva intentando no ponerse nerviosa con lo cerca que lo tenía.

Durante el resto del día la pasaron juntos, ya por la tarde casi a la puesta del sol, Sinclair dejó en la casa de Margarita a Esperanza y se despidieron en la entrada con un beso en la mejilla.

Cuando abrió la puerta y la cerró con llave, aparecieron sus dos amigas.

—Ya nos contás todo —le dijeron al unísono.

—Me asustaron, boludas.

Las dos la agarraron de los brazos y la llevaron a la cocina mientras tomaban mates y charlaban.

—En ese caso, con seguridad y sin preocupaciones a Estados Unidos, en vez que se quede acá, vos podés irte a su departamento para no estar sola.

—Ya te dije que no me asusta quedarme sola y él tiene otras prioridades antes que yo.

—Pero pueden verse igual, ¿no? —quiso saber Xime.

—Sí, obvio.

—Marga me puso al tanto de todo, pero principalmente me alegro mucho que estés bien y que pudiste irte de la casa.

—Gracias, Xime —le sonrió—, ¿a vos cómo te está yendo con el trabajo freelance?

—No me puedo quejar, está mucho mejor que antes y tengo clientes de otros países.

—Me parece muy bueno.

—No les conté, la sede nos dará departamento y auto para cuando lleguemos sin necesidad de estar buscando.

—Pero eso siempre es por cuenta de la empresa —comentó Ximena.

—No siempre, pero esta a la que trabajo da residencia y vehículo. Y la verdad que es genial, dos cosas menos para pensar.

—Eso sí —rio Esperanza.

Ximena se quedó a cenar con ellas y a dormir para regresar al día siguiente a su departamento.


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Un Dios llamado Pecado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora