🍑Parte 2

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Sinclair tomó una galleta de chocolate y la probó, deleitándose con el sabor que tenía.

—Tiene buen sabor, ¿las has hecho tú, caramelo?

—Sí.

—Espi tiene muy buena mano para preparar cosas dulces —metió otra cucharada en ese intento de conversación.

—¿Aprendiste en alguna escuela de pastelería?

—No, solo son recetas de la panadería donde trabajaba —su seriedad la estaba dejando ser muy pedante.

—¿Y te gustaría aprender de manera profesional?

—¿Por qué tanta curiosidad por saber si quisiera o no? —Se puso a la defensiva y sonó muy altanera.

—Soy curioso y quería saberlo, la mañana que desayunamos no me lo dijiste.

—Sí, me gustaría aprender, pero no tengo un peso partido al medio, así que no puedo hacer nada —le sonrió de manera sarcástica.

Margarita quería darle un sopapo por cómo se estaba comportando. Estaba siendo una total desubicada y cortó la charla tan ácida.

—¿Te quedarás más tiempo acá? —Trató de aflojar el ambiente.

—Sí, como el problema ya lo resolví, tengo intenciones de quedarme bastantes días en Buenos Aires.

—Perfecto —sonrió.

Esperanza estaba sintiéndose como una intrusa en el medio de aquella conversación y se levantó de silla.

—Creo que me voy a recostar un rato, me voy a tomar un ibuprofeno antes porque me está molestando la mejilla y la barbilla.

—De acuerdo —dijo su amiga.

—Perdón, sigan charlando.

La joven salió de la cocina y caminó enseguida al cuarto. Se sentó en el borde de la cama y se tomó la cápsula. Fue allí cuando se sintió aliviada porque intuyó que estaba haciendo mal tercio entre ellos dos y no quería sentirse de nuevo como el sapo de otro pozo.

—No sé qué le pasa, no estaba así antes de que llegaras.

—Me parece que no tenía ganas de verme —acotó riéndose—, y creo que sigo afirmando que no soy bueno para ella, tampoco pretendo algo más y es mejor que esté alejada de mí.

—¿Vos lo decís o alguien más? Creo que sos un tipo centrado y un caballero, tampoco pienso que la vas a perjudicar de alguna manera —negó con la cabeza—, si viniste, fue porque un poco te interesa, de lo contrario ni siquiera te gastabas en responderme el mensaje de texto —declaró con sinceridad—, mientras estás acá, ¿qué pensás hacer?

—Principalmente supervisar el club, después veré.

—¿Qué verás? Yo quiero que Esperanza te conozca más.

—Y a mí me parece que tu amiga no quiere que esté cerca de ella.

—Yo creo que le está pasando otra cosa, pienso que se incomodó porque viniste a verla y le pareció raro porque ningún chico se interesó por ella antes.

—¿Nunca? —Unió las cejas quedándose desconcertado.

—Nunca, los chicos no la veían como posible interés amoroso y con el tiempo ella se acostumbró a ser la chica que miraban raro —confesó terminando de tomar el mate y se cebó otro—. Por eso, cuando el sábado vi que no le sacabas la vista de encima se me ocurrió lo que ya sabés, que podrían conocerse más.

—Margarita —negó con la cabeza—, no soy el hombre indicado para ella.

—Sino fueses el hombre indicado para ella como vos decís, entonces ni siquiera tenías que acercarte a ella y sacarla a bailar —le dijo tajante.

—En eso tienes razón, fue un error.

—No, no fue un error, esa química que Ximena y yo vimos el sábado entre ustedes dos, no la vi con nadie más y espero que las supuestas excusas que me estás dando en decirme que no le convenís no sean porque tiene un defecto —expresó con seriedad.

—Ni siquiera reparé en el defecto el sábado y tampoco la mañana del desayuno. Así que, no, no es por su defecto, esa noche vi más allá de eso —confesó—. Tu amiga es diferente y como le había dicho a ella esa noche, no es común ver a alguien como ella en un club nocturno. He tenido mujeres hermosas, pero Esperanza tiene algo que llamó mi atención a pesar de que te dije que no soy bueno para ella.

—Espi es una gran chica, no tiene odio en su interior, es buena y se merece otra clase de vida.

—¿Está viviendo aquí al final?

—Sí y la veo más tranquila, que es lo importante.

—Me alegro por ella.

—Entonces, ¿podrás venir a visitarla? Parece reacia ahora, pero no es así.

—De acuerdo, vendré. —Se levantó de la silla—, gracias por el café y las galletas, me iré. Nos vemos mañana.

—Sos bienvenido cuando quieras venir ahora que sé que te vas a quedar bastantes días. Y Sinclair —le contestó y él la miró—, no te pongas en la cabeza cosas que no son como te describís, porque yo sí creo que le harías un bien a mi mejor amiga si se conocen más.

—Lo tendré en cuenta, gracias.

Margarita lo acompañó hasta la entrada y se dieron un beso en la mejilla.


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Un Dios llamado Pecado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora