Buenos Aires
Ramos Mejía
Un día después Sinclair había estacionado el auto que había alquilado en la vereda de la panadería donde trabajaba Esperanza, solo con el fin de verle mejor la cara al hombre que se creía el dueño de la chica.
César lo reconoció al instante y le respondió con altanería, como siempre lo hacía cuando no le caía bien una persona.
—Para vos no hay nada, gringo.
El americano se rio por dentro ante el apodo que le había puesto.
—No he venido a comprar sino a conocer más de cerca al hombre que se cree un macho y el dueño de Esperanza.
—Ella me pertenece.
Sinclair no daba crédito a la ridiculez que estaba escuchando.
—Ella no pertenece a nadie, no te confundas —admitió—, solo te advierto que, si me entero de que estás cerca de ella, te las verás conmigo, yo no soy Esperanza y no me quedaré de brazos cruzados —respondió tajante y serio.
—¿Acaso me estás amenazando? —cuestionó saliendo detrás del mostrador teniendo la mano un palo de madera.
—Puedes tomar la advertencia como más te guste, pero creo que ya te imaginas lo que te pasará si la molestas.
Aurelio entró a la panadería luego de haber desayunado y vio el palo que tenía César.
—¿Te volviste loco? —Unió las cejas con enojo—. ¿De dónde sacaste ese palo? ¡Ni se te ocurra usarlo en algún cliente porque te saco a patadas de acá! —le gritó.
—Es ese gringo que se fue con Esperanza —escupió con fastidio.
—¡Me importa poco quién es! ¡Vos no vas a usar ese palo con nadie! ¿Me escuchaste bien? Porque no solo voy a tener una denuncia por tu culpa, sino que yo te pegaré una patada en el tuje y no entrás más acá —le dijo con mucho enojo en su voz.
César regresó al sitio donde estaba y dejó el palo en un rincón, entró a la cocina porque se había alterado cuando su empleador le había gritado.
Aurelio se giró en sus talones y le pidió que salieran de ahí.
—Te conviene no aparecer más por acá —le avisó.
—No lo haré, no se preocupe, solo he venido para verle esa cara de imbécil que tiene su empleado —refiriéndose al hombre—, ese sujeto es una mierda, ¿se dio cuenta de eso o es tan tonto que lo manipula?
—Me acabo de dar cuenta, pero vos no tenías derecho a llevarte a mi hija.
—Esperanza no volverá, no si las cosas siguen iguales, ella está muy bien donde está.
—Con su predilecta amiga —contestó con desagrado.
—Señor, no le puede decir nada, le guste o no la amiga que tiene, ella es quien la recibió, sin contar con que su hija es adulta y toma sus propias decisiones —le comentó sin rodeos—, buenos días.
—Buen día para vos también.
Sinclair lo dejó solo con sus propios pensamientos y esperaba que, por una mínima sensatez por parte del hombre, hiciera las cosas bien con su hija. El dueño de la panadería entró al lugar y César le preguntó lo que había hablado con él, pero Aurelio le dijo que no era un asunto suyo.
—Aurelio, ¿no pensás que ese idiota te está jodiendo? No te podés confiar de él, no lo conocés —se quejó.
—Yo creí que te conocía bien, sin embargo, estabas por golpear al tipo con ese palo.
El chico apretó los labios y prefirió no responderle más porque sabía que el ambiente se iba a poner más caldeado de lo que ya estaba.
🍸
Sinclair apareció veinte minutos más tarde en el chalé de Margarita para visitar de nuevo a Esperanza.
Quien lo recibió fue Marga con una sonrisa y un beso en la mejilla.
—Buen día, pasa, está en la cocina preparando el mate.
—¿Quién es, Marga? —le preguntó saliendo de la cocina—, hola, buenos días.
—Buenos días, ¿cómo te encuentras?
—Bien, ¿y vos?
—Muy bien, gracias.
—No pensé que ibas a venir tan temprano.
—Decidí venir en este horario para que aprovechemos el día, no saldremos al aire libre si no quieres.
—¿Desayunaste? —preguntó su amiga.
—No, por eso estoy aquí, para llevar a Esperanza a desayunar si no lo hizo todavía.
—¡Sí! Vayan a desayunar —admitió contenta y asintiendo con la cabeza.
La chica se la quedó mirando sorprendida y queriendo ahorcarla.
—¿Te parece, Marga?
—Sí, yo tengo que terminar trabajos pendientes y preparar varias cosas para el viaje, prefiero hacerlo de a poco antes que a las apuradas.
—En ese caso, si quieres podemos irnos, te espero aquí por si necesitas tomar algunas cosas —la miró con atención a la cara.
—Bueno —asintió con la cabeza y caminó hacia el cuarto que ocupaba.
Los dos se quedaron en la sala esperándola.
—Te felicito por el departamento, me dijo Espi que te compraste uno.
—Te lo agradezco, sí, hoy pienso llevarla de nuevo, ayer no he podido mostrárselo todo.
—Me parece bien —sonrió contenta por su amiga.
Esperanza caminó hacia ellos y pronto salieron del chalé dejando a Margarita con una alegría tremenda por saber que su mejor amiga estaba bien cuidada por Sinclair.
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Un Dios llamado Pecado ©
RomanceSinclair es el pecado encarnado. Esperanza es la inocencia encarnada. La noche en que se conocen, sus vidas trazan un hilo que nada ni nadie podrá romper. 🍸🍸🍸🍸🍸🍸🍸 Inicia: 01 de Octubre Finaliza: