Buenos Aires
Hotel Faena
Suite Presidencial
Esperanza se estiró y extendió los brazos mientras bostezaba y comenzaba a parpadear para despertarse. La cabeza le dolía, pero era soportable. Enfocó la vista mirando al techo, ese no era el techo de su cuarto y tampoco la cama donde siempre dormía.
Se sentó sintiéndose confundida y asustada al mismo tiempo, recordaba muy poco de lo que había pasado la noche de ayer y sus ojos se pusieron vidriosos al instante. Se tranquilizó un poco cuando vio que todavía tenía puesto el vestido.
Miró a su alrededor para percatarse de algún detalle que le pudiera hacer acordar de lo que pasó la noche anterior, hasta que vio una cinta verde lima sobre la cómoda frente a la cama y frunció el ceño, pero se llevó la mano a la sien para masajeársela cuando asoció la cinta con el hombre que la llevaba puesta, era el listón de ese tipo, el tal Sinclair.
Abrió mucho más los ojos cuando el nombre lo encajó a su cara y se tiró en el colchón lamentándose de la cagada que se había mandado.
Si su padre lo sabía, no solo iba a gritarle, sino que también a golpearla por decirle que era una ligera al igual que su mamá. La frustración y la rabia la dejaron con lágrimas en los ojos. Intentó recomponerse porque sabía que no iba a solucionar nada poniéndose así.
Salió de la cama y caminó hacia la puerta, la abrió y con cuidado se dirigió a lo que creyó que era la sala o quien sabe qué, dio con un lujoso baño y cerró la puerta de inmediato, fue a la otra puerta y descubrió una sala más elegante y sobria, sin contar con que casi todo era en tonalidades rojas y madera oscura.
Continuó caminando mientras inspeccionaba detalles, decoraciones y cosas que nunca había visto en su vida. Margarita a veces la hacía participar de ciertos privilegios que ella tenía cada tanto que podía, pero no a un extremo de ver con sus propios ojos un hotel tan lujoso como aquel. Siguió caminando hasta que una voz masculina le dio los buenos días y dio unos pasos hacia atrás.
—¿Cómo amaneciste, caramelo? —le preguntó con una sonrisa desde donde estaba sentado con papeles sobre la mesa, pero ella no le respondió—. Supongo que estás confundida o te duele la cabeza, ¿verdad?
—U-un poco, no me acuerdo cómo llegué acá.
—Te traje, el hotel está cerca del club, tus amigas decidieron que lo mejor para ti era que durmieras.
Esperanza comenzaba a recordar varias partes de lo que había pasado ayer.
—Me sentí bastante mal.
—Lo sé, vomitaste el piso del club —admitió entre risitas—, la consecuencia del principiante —dijo en gracia.
La chica enrojeció de vergüenza.
—Nosotros... nosotros no hicimos nada, ¿no? —Debió preguntarle porque se estaba poniendo incómoda.
—Soy un buen chico y como te dije anoche, no tengo sexo con ebrias porque me gusta que la otra persona participe y disfrute también.
Más colorada se estaba poniendo.
—Tienes ropa y calzado dentro de esas bolsas —comentó señalando el sillón, pero ella no giró la cabeza en esa dirección—. Por si quieres ducharte y ponerte otra ropa para desayunar conmigo.
—No voy a desayunar con vos y tampoco quiero tu caridad.
—Tu vestido llama la atención, no creo que quieras que te vean a plena luz del día así y sí, desayunarás conmigo porque necesitas reponerte.
Apretó la boca sintiéndose enojada y se giró en sus talones para agarrar las bolsas con molestia y él se rio por lo bajo.
—Tu cartera está en el mueble de tu derecha por si quieres llamar a tu amiga, Margarita me dijo que la llamaras cuando te despertabas.
Más molesta se puso y sin responderle fue directa a la bolsa de mano y se la llevó consigo. Entró de nuevo en el dormitorio y caminó hasta el baño. Dejó las cosas en un rincón y se miró al espejo, quedó horrorizada con la cara y el pelo que tenía, maquillaje corrido y pelo desprolijo.
Comenzó a desvestirse y graduó la ducha, se metió debajo del agua sin mojar el pelo porque no quería que su padre se diera cuenta de que se había duchado porque pensaría que estaba borrando las señales de sexo. Esperanza se lamentó por tener un padre que tenía una manera de pensar tan machista, pero no culpaba a su madre porque ella tampoco hubiera aguantado un hombre así.
Abrió los ojos y su vista fue al frasco con válvula, lo agarró en las manos para comprobar que era un gel de ducha y champú de la marca BVLGARI. Era de color verde y lo destapó para olerlo. Le agradó, pero supo que se iba a dar cuenta si se lo usaba. Lo dejó en donde lo había visto, pero pensó que si no lo usaba no iba a tener otra oportunidad para darse el gusto de ducharse con algo tan caro.
Puso una cantidad moderada en la palma de la mano e hizo espuma para frotarse el cuerpo, usó otro poco y terminó por enjabonarse lo que le faltaba. Se enjuagó enseguida y salió de la ducha envuelta en la bata de toalla que estaba colgada y sin usar.
Se vistió casi a las apuradas y cuando se vio en el espejo le gustó bastante la ropa que tenía puesta, sobre todo, las chatas de color nude. Se sintió bastante halagada por tener la consideración de comprarle ropa y no verla como un bicho raro. Esperanza estaba acostumbrada a los maltratos psicológicos de su padre y de su compañero de trabajo que solo la veía para el puesto de panadera y en su mente de maní para cocinar y criar hijos. Sacudió la cabeza para no pensar en ese miserable y salió del baño para llamar a Margarita.
Preparación del cóctel Hanky Panky:
Imagen de Freepik.es
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Un Dios llamado Pecado ©
RomanceSinclair es el pecado encarnado. Esperanza es la inocencia encarnada. La noche en que se conocen, sus vidas trazan un hilo que nada ni nadie podrá romper. 🍸🍸🍸🍸🍸🍸🍸 Inicia: 01 de Octubre Finaliza: