🍃Capitulo treinta

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Todos estamos encerrados

Caí al suelo tras el susto, pero la araña que me seguía me salvó, abalanzándose sobre la pantera y deteniendo su ataque

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Caí al suelo tras el susto, pero la araña que me seguía me salvó, abalanzándose sobre la pantera y deteniendo su ataque.

Me quedé observando, atónita, sin entender por qué aquella criatura intervino.

Petrificada, vi cómo la araña, con sus enormes patas, mantenía a la pantera inmovilizada mientras el felino se retorcía, lanzando zarpazos y mordiscos en un intento desesperado por liberarse.

En un descuido, el felino desprendió una de las patas al arácnido"¡Corre, corre!", pensé, mientras me levantaba. Huía entre los árboles, olvidando que estaba descalza y con un brazo herido. Solo escuchaba mi respiración agitada, hasta que los pasos de la pantera me hicieron saber que venía detrás. Al voltear, vi sus ojos amarillos, fijos en mí como su objetivo, mientras la araña peluda trataba de alcanzarla.

No podía pensar, solo sabía que quería seguir viva, que no quería que ese animal me destrozara con sus colmillos afilados. Corrí hacia lo más profundo del bosque, donde la oscuridad se volvía más densa y cada rincón parecía el nido de algún animal peligroso. Sin más opción, me metí entre dos árboles grandes y viejos cubiertos de telaraña, logrando  cruzar al otro lado. Ahí, frente a mí, apareció un túnel hecho de ramas entrelazadas.

La araña saltó y cayó frente a mí, y empujó al interior del agujero gigante. Caí al suelo, mi cabeza rebotó en la tierra. Me levanté, y vi como se colocó en la entrada como si su cuerpo fuese un escudo.

-No sé porqué me ayudas, pero te agradezco mucho -le dije.

La araña hizo un sonido extraño, haciéndome entender que debía empezar a correr. Miré al interior del túnel, y estaba muy oscuro. Pero, era la única opción.

Vi a la pantera correr en nuestra dirección, pero la araña peleaba ferozmente para evitar su paso.

-¡Padre nuestro que estás en el cielo -grité de manera desmesurada-, De verdad necesito que escuches mis plegarias! ¡Si de verdad existes, Dios! -las palabras surgian como truenos raspándome la garganta.

Volví la vista atrás,  donde pude ver el pequeño círculo de luz de la entrada, interrumpida por la figura de la araña, que, con sus patas abiertas, bloqueaba el paso, para que el felino no me alcanzara. Sin embargo, la pantera saltó y logró liberarse, deshaciéndose de ella, desprendiéndole las articulaciones del cuerpo.

Ahora, nada se interponía en su camino.

-¡No! -grité, viendo a la arácnida caer al suelo, mientras algunas de sus articulaciones temblaban.

Y nuevamente, mi corazón se aceleró y me empezó a faltar el aire.

Corrí con tanta desesperación que casi olvidé que tenía piernas; no las sentía. Estaba decidida a sobrevivir. Tenía que hacerlo. Iván se había sacrificado por mí. Esa araña desconocida se había sacrificado por mí.

Emma en el bosque de las bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora